Padre Naser, pionero en transformar las vidas de alcohólicos y drogadictos

Padre Naser, pionero en transformar las vidas de alcohólicos y drogadictos

Sacerdote obrero de origen Sirio, lleva más de cuarenta años en la misión de la rehabilitación. Su modelo pone al centro la experiencia de Dios.

 
Viernes 07 de Marzo de 2014
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“Alfonso, amigo, el pueblo está contigo”; “Pierre, amigo, el pueblo está contigo”. Estas consignas se han escuchado con fuerza en los funerales de los curas obreros Alfonso Baeza y Pierre Dubois ¿A cuántos sacerdotes más se las vociferarían? En la población José María Caro, encontramos al padre Sergio Naser Japaz, amigo de ambos, quien ha puesto su vida al servicio de los marginados de la sociedad.

“Llevo más de cuarenta años haciéndole caso al Papa Francisco”, dice mientras ríe y se arregla el pelo para salir bien en la foto. Está muy esperanzado con el nuevo Pontífice: “Ha sido un regalo grande del Espíritu Santo para la Iglesia”, dice. Dentro de sus mensajes, el que más le hace sentido es: “Tenemos que tener olor a oveja e ir a los sectores periféricos”.

“No soy autor de lo que he hecho”, recuerda mientras relata cómo llegó a formar el Policlínico Obispo Enrique Alvear, que tiene como misión rehabilitar gratuitamente a drogadictos y alcohólicos.

Está hace más de cuarenta años en esta cruzada. Aún no era sacerdote cuando llegó a realizar su año pastoral a la población La Victoria en la década de los sesenta: “Me acerqué al párroco y le pregunté: ¿En qué lo ayudo? Me nombró una serie de tareas y al final me dijo, ‘acompaña a los curados, que hay muchos’”.

El panadero, el primer transformado

Con nombre y apellido resuenan en su corazón las primeras personas que sacó del alcohol; empezando por Francisco Fuentes, panadero y padre de ocho hijos: “Llevaba poco tiempo en la parroquia y llega una catequista desesperada y me dice, ‘tiene que salvar a mi vecino que se quiere suicidar’. No sabía nada del tema, invoqué el Espíritu Santo y partí”, cuenta el padre Naser.

Cuando llegó a la casa de su “primer beneficiario” se conmovió profundamente. El hogar se estaba derrumbando, tenía piso de tierra y los muebles eran viejos cajones de frutas. “Entré a la pieza de este hombre, que llegaba curado todos los días y se tomaba la plata. Le hablé mucho y luego me dijo que nunca le había dado la mano un amigo: “Le prometo padre que no tomo más”, dijo. Y así fue. “Comencé a visitarlo a diario, aunque fuese cinco minutos. Se convirtió en mi brazo derecho, me presentó a sus amigos y empezamos a conquistarlos, estaban sorprendidos con la transformación que había experimentado Francisco Fuentes”.

Este episodio marcó el inicio de la loable labor del padre Sergio Naser.

María de los Ángeles Riera es sicóloga y parte del equipo del sacerdote hace más de diez años. Ha sido testigo de las transformaciones personales que ha logrado: “Es uno de los curas en los que creo, es transparente y consecuente. Ama su vocación, vive para su vocación. Viene de una familia acomodada, sin embargo, siempre ha vivido austeramente. Tiene una conciencia social admirable, que no queda en el asistencialismo, él cree en la gente y promueve la transformación de sus vidas. Más que una rehabilitación terapéutica, lo que propone es un modelo de vida, porque cree y ama a la gente y se le nota”, expone.

Dios al centro de la rehabilitación

Apenas se sintió seducido por ayudar a los adictos, comenzó a estudiar el tema. No quería improvisar. A la lectura recurrente de libros, sumó su participación dentro de un equipo de estudiosos de salud mental de la Universidad de Chile, liderado por el doctor Hugo Marconi.

Hacia la década del setenta, habían formado un pujante “Club de Artemio de La Victoria”, donde desarrollaron una proyecto comunitario, fundamental para profesionalizar esta ayuda.

El modelo que ha desarrollado el sacerdote se llama “Biopsicoespiritual”, donde la experiencia de Dios en la rehabilitación es fundamental: “Realizamos un proceso de contención, ayudamos a las personas a que le digan no a lo que les afecta y sí a lo que les hace bien. Acompañamos su proyecto de vida y a sus familias que también necesitan rehabilitarse. Hay sesiones con sicólogos, médicos, pero también espirituales, las que yo mismo realizo. Además, tenemos una capilla dentro del policlínico, para estimular el encuentro personal de los pacientes con el Señor”, dice el sacerdote obrero sobre el programa nacido al interior de la Población La Victoria, y que en 1982 se trasladó a la población José María Caro.

El padre Naser cree en la rehabilitación, dice que cuando empezaron solo atendían alcohólicos y tenían un éxito de cincuenta por ciento. Ahora, con la incursión de la droga, el tema es más complejo, dependiendo del tipo de sustancia: “Es mucho menor el porcentaje, nos contentamos con el diez por ciento, sabiendo que hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”, sostiene.

Actualmente, el policlínico atiende a trescientas personas de forma gratuita y se financia con diversos proyectos. El programa de rehabilitación dura diez meses y son dados de alta cuando llevan dos años de abstinencia total. Muchas veces piden quedarse y forman comunidades de rehabilitados que apoyan a los que recién están empezando este camino.

Por su experiencia en el tema de las drogas, el padre Naser se atreve a opinar sobre la polémica por la legalización de la marihuana. Cree en la despenalización, pero no está de acuerdo con que sea legal: “Es un mito decir que la marihuana es una droga menos mala que las otras. Quizás la que se consumía en los sesenta, pero actualmente la ingeniería genética ha clonado muchas plantas. Se está produciendo una marihuana veinte veces más dañina: un pito de marihuana hoy, equivale a veinte pitos de los que se fumaban en el año sesenta. Sin embargo, creo que es necesario revisar lo de la despenalización. Muchas veces se detiene y se manda a la cárcel a una persona por consumo, pero en la cárcel en vez de rehabilitarse se agudiza la situación del consumo y se aprenden conductas delictivas”, opina.

Así como el Estado está en deuda respecto a la drogadicción y alcoholismo, acota el padre Naser, la Iglesia también debería abrir más sus puertas para acoger a los adictos: “Las medidas propuestas por el Noveno Sínodo no se han aplicado. Por ejemplo, tener un departamento arquidiocesano para las adicciones y equipos de rehabilitación en cada unidad eclesial. Esto no se ha puesto en práctica, y como Iglesia estamos en deuda”, afirma.

A sus 78 años de edad, se siente feliz por lo que está haciendo, confiesa que sigue los pasos de cada uno de los retratos que tiene en las paredes de su oficina: el Padre Hurtado, André Jarlan, su amigo Pierre Dubois, pero por sobre todo el del Obispo Enrique Alvear, uno de los hombres más grande que ha conocido en su vida y que lleva el nombre del policlínico. “Creo que tenía la capacidad de encarnar al mismo Jesús con sus sencillez y espíritu de pobreza. Dios ha actuado por medio de Don Enrique. Toda esa información la entregué para su proceso de beatificación”, cuenta.

Este año cumple cuarenta años de sacerdote intentando encarnar su lema vocacional: “Cristo vino a liberar a los oprimidos”, que en este caso son cientos de alcohólicos y drogadictos a quien les ha transformado sus vidas.

Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
www.iglesiadesantiago.cl

Santiago, 07-03-2014