Es una triste realidad, pero en medio de ese pesar los invito a rememorar la alegría que cada uno como niño o niña experimento en su infancia con gestos simples de nuestros padres o familiares más cercanos, que con los años se convirtieron en recuerdos que atesoramos en nuestros corazones. Veremos que no necesariamente están presididos por algo material de gran valor, si no que en la mayoría de los casos, se trata de juegos, bromas, conversaciones o comidas preparadas con amor.

¿Cuánto tiempo estamos dedicando a los niños que Dios ha puesto en medio de nuestras vidas? Pueden ser hijos, sobrinos, primos pequeños o nietos, no importa cuál es o si existe un lazo sanguíneo directo, se trata simplemente de cuánto nos hemos esmerado y cuánto hemos invertido en cultivar ese vínculo.

Invirtamos hoy, en el día en que los celebramos, tiempo de calidad con ellos, las preocupaciones del mundo pueden esperar. Si estamos en la misma casa, busquemos alternativas para celebrarlos, por ejemplo jugar a lo que a ellos les divierte, ver juntos su película favorita o cocinar en conjunto algo especial; si la cuarentena nos tiene separados, comuniquemos, tenemos el medio en nuestras manos: enviar un audio o hacer una videollamada familiar pueden ser una alternativa. Seamos tan creativos como podamos, el amor que hoy le entregamos a un niño o niña, contribuye al desarrollo de su confianza y autoestima, y lo dota de mejores recursos para enfrentar el mañana.

Ximena Gutiérrez Romo
Coordinadora Pastoral
Vicaría Pastoral para el Servicio de la Niñez

Fuente: Comunicaciones Concepción
Concepción, 14-08-2020