Diócesis de Chillán ordenó a un nuevo sacerdote

Eduardo Mendoza Llanos

Diócesis de Chillán ordenó a un nuevo sacerdote

Se trata de la segunda ordenación realizada en una semana. El miércoles pasado, se ordenó a Tomás San Martín.

 
Jueves 13 de Mayo de 2021
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En la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, de la comuna de El Carmen, se llevó a cabo este jueves la ordenación sacerdotal de Eduardo Mendoza, Llanos, quien eligió como lema ministerial: “Llevamos este tesoro en recipientes de barro” (2 Co 4,7).

En la celebración, el nuevo presbítero estuvo acompañado por su familia y varios sacerdotes de la Diócesis, todos cumpliendo las medidas sanitarias impuestas por la pandemia del Covid-19. Eduardo recibió la ordenación de manos del obispo Sergio Pérez de Arce, quien en su homilía precisó qué es lo que se espera de un sacerdote, a la luz del evangelio.

“Un sacerdote más misionero que funcionario. Un sacerdote en salida para una iglesia en salida. Los sacerdotes cumplimos diversas funciones y hay que saber detenerse para estar con las personas, pero siempre nos debe acompañar la urgencia de anunciar a todo el evangelio de Jesucristo. Como nos recuerda el Papa, es preferible equivocarnos, experimentar heridas o mancharnos en el afán de salir, que enfermarnos en el encierro. Un sacerdote unido a la comunidad y no en solitario. Como pastor, hay que saber estar al frente de la iglesia para guiarla y entregarse por ella, pero nunca separada de ella y del sentido de fe que vive en el conjunto del pueblo de Dios. Debemos ser también sacerdotes unidos al obispo y a los demás presbíteros”.

“Un sacerdote con rasgos de universalidad y no encerrado en grupos elitistas o absorbentes. Abierto, por tanto, a las periferias, a los marginados, a los hermanos más pequeños y a los que no conocen el evangelio. Un sacerdote humilde y sencillo, que vive un estilo de vida y de misión marcado por la sencillez. Que huye, por lo tanto, de poner su seguridad esencial en el poder, los bienes materiales, en sus proyectos y planificaciones y cualquier otra realidad que pueda ahogar el testimonio y la libertad evangélica. Un sacerdote que se presenta a los demás como un hombre de Dios y discípulo de Jesús, más que como un encargado de una empresa meramente humana. Un sacerdote que anuncia, con su palabra y su actuar, la presencia cercana y misericordiosa de Dios en medio de nuestras vidas y el nombre bendito de Jesús, que se nos regala de modo especial a través de su Palabra y los sacramentos. Así, mediante el ministerio que se le ha confiado por medio de la Iglesia, el sacerdote acompaña la inquietud espiritual y el anhelo de Dios que anida en el corazón humano”, precisó.

“Alguien podrá decir que este camino es muy exigente, que supone cumplir muchas condiciones. O se podrá recordar que hoy el sacerdote ya no tiene el prestigio de antes, o que la sociedad actual parece no valorar o necesitar de este ministerio espiritual. Y en nosotros mismos, los sacerdotes, puede surgir la pregunta desoladora de si vale la pena entregarse a una vocación así. La respuesta a estas inquietudes está en la Palabra de san Pablo que hemos escuchado: Una luz ha brillado en nuestros corazones, ‘el mismo Dios que hizo brillar la luz en medio de las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestros corazones’. Por eso estamos en esto. En Jesucristo Dios se nos ha dado a conocer, se nos ha regalado por entero, y esto es un verdadero tesoro que tenemos que compartir con otros, que tenemos que dar a conocer. El mismo Pablo nos aterriza y nos recuerda que llevamos este tesoro en vasos de barro, es decir, que somos frágiles. No estamos en esto por ser fuertes, superiores a los demás, por tener todas las cosas resueltas o estar eximidos del cansancio y el desaliento. Cada sacerdote tiene sus heridas y somos parte de una Iglesia llagada. Pero Dios nos llenó con su luz y su alegría, que es Jesucristo, y anunciar esa luz y alegría, y hacerla presente sacramentalmente, es nuestra dicha, nuestra vocación, nuestra misión”, finalizó.

Por su parte, el nuevo sacerdote dijo en sus palabras finales que “tengo mucha alegría y profundo agradecimiento en mi corazón por este gran regalo que me hace Dios especialmente en este estado de pandemia y tiempo litúrgico de pascua. Este don inmerecido que es el sacerdocio ministerial, entendiendo que no es solo para mí, sino que es para darlo y darme a los demás como Jesús lo hizo con nosotros. En estos días previos hacía un recorrido de todos mis años, que no son pocos, e iba reconociendo el paso de Dios en mi vida, especialmente antes de empezar con este camino, este paso de Dios que se iba dando de una u otra manera, pero que en ese momento no lo veía”.

“Recuerdo a la Parroquia Sagrada Familia, que fue ahí donde empezó esta inquietud, luego en la parroquia San Juan de Dios, en la capilla Santa Ana en donde fui recibido. He podido conocer muchas personas que me han enseñado mucho más de lo que he entregado, como ha sucedido en las parroquias de Bulnes, El Carmen y Quirihue, mientras estaba en el Seminario de Concepción, a quienes también agradezco el tiempo de formación. Ya estando en la Diócesis de Chillán, pasé por las Parroquias de San Fabián, San Pablo de Chillán y hoy estoy en San Carlos donde he ido creciendo espiritualmente. Agradezco a cada uno de los párrocos que me recibieron en sus casas, porque de cada uno fui aprendiendo de la vida pastoral y como ser buen pastor. Asimismo, agradezco al Colegio San Vicente y la Pastoral Carcelaria donde pude conocer y compartir otras realidades”, indicó el padre Eduardo, quien además, asumirá como vicario de la Parroquia de San Carlos.

“Agradecer también al padre Sergio Pérez de Arce ya que por imposición de sus manos he recibido este ministerio. Agradezco asimismo a mi familia, a mis hermanos, cuñados, cuñadas, sobrinos y a mis padres, que fueron incondicionales y siempre me apoyaron en este camino, a mi mamá que está aquí, y a mi padre que ya partió al encuentro del Señor”, finalizó.

Fuente: Comunicaciones Chillán
Chillán, 13-05-2021
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