San Juan Pablo II, esperanza para el corazón de Chile
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San Juan Pablo II, esperanza para el corazón de Chile

Ceremonia de conmemoración de los 30 años de la visita de s. Juan Pablo II a Chile Casa Central UC, 3 de abril de 2017

Fecha: Lunes 03 de Abril de 2017
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Santiago Silva Retamales

Desafíos de ayer para el hoy de Chile y de la Iglesia

En la memoria del pueblo de Dios en Chile, la visita del papa Juan Pablo II, hoy santo de la Iglesia, está llena de imágenes y recuerdos, de encuentros multitudinarios, de diálogos con diversos sectores de la sociedad, de encuentros y desencuentros, de expectativas cumplidas y también a medio cumplir. Sin lugar a dudas, su paso fue percibido como una visita del Señor a la Patria.

Recordar, es decir, “traer de nuevo al corazón”, es un ejercicio muy necesario porque nos permite mirar la historia, hacer memoria, para desde allí construir el presente y el futuro, desde la gratitud y las certezas que nos otorga el sabernos un pueblo acompañado por el Señor a través de testigos como Juan Pablo II.

Recordamos esa visita de hace 30 años, agradecidos y convencidos de que esa experiencia de encuentro con el Señor, de lucidez para encontrarnos y recibir estas orientaciones del Magisterio Pontificio puede iluminar, sin duda, la forma de encarar nuestros desafíos de hoy.

Con realidades diferentes, seguimos siendo una sociedad en búsqueda, con desafíos que nos interpelan y apremian. En el contexto del proceso de cambio cultural, nos desafían las nuevas actitudes y nuevos modos de enfrentar la vida. Una sociedad más abierta y pluralista exige reconocer, respetar y valorar las mutuas diferencias, como proponía Juan Pablo II al afirmar que “Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento” .

Después de 30 años del paso por Chile de este santo pastor, la preocupación excesiva por el bienestar material, cierta indiferencia religiosa y el impacto del secularismo ayudan a explicar la crisis de fe, de identidad y de sentido que experimentan muchas personas para quienes resulta difícil vivir un encuentro más personal con Dios. Ante este desafío, nos entusiasma el mensaje de san Juan Pablo II en su reunión con los obispos: “El verdadero sentir con la Iglesia nos inclina siempre a recordar la prioridad de la unión personal de cada uno de los hombres con Nuestro Señor” .

Como expresamos los Obispos en nuestras Orientaciones Pastorales, “en el corazón del pueblo cristiano anida un hondo anhelo de renovación de la Iglesia. Una renovación que conduzca a revitalizar la identidad de la Iglesia, dada por la vinculación a su Maestro y por la misión recibida de proclamar el Evangelio al mundo entero; y en fidelidad a esta misión nos mueva a abandonar las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe”.

En esta tarea, que asumimos desde una pedagogía del encuentro, la palabra de Juan Pablo II nos recuerda que el criterio fundamental para relacionarnos y dialogar es la igualdad fundamental de todo ser humano. Y que la diversidad enriquece el pueblo de Dios: “La fe –decía el Papa– da vida a un nuevo pueblo: el pueblo de los hijos de Dios. Sin embargo, aun superando las diferencias, la fe no las destruye sino que las respeta. La unidad de todos nosotros en Cristo no significa, desde el punto de vista humano, uniformidad. Al contrario, la Iglesia, la familia de Dios, de la que todos nosotros formamos parte, se siente enriquecida al acoger la múltiple diversidad y variedad de todos sus miembros” .

¿Qué significó la visita de Juan Pablo II a Chile?

Desde el caminar que hemos recorrido durante 30 años en la vida de la sociedad chilena y de nuestra Iglesia, nos preguntamos ahora, ¿qué significó la visita de Juan Pablo II a Chile?

Su visita fue una respuesta pertinente a las búsquedas de un pueblo en medio de una compleja situación de vulneración de derechos humanos, crisis económica y empobrecimiento, y de un difícil camino de transición a la democracia en medio de protestas ciudadanas, violencia y miedo; todo ello en medio de un sistema político y social desarticulado y teniendo como fondo unas “megatendencias” que provocaban un profundo y vertiginoso cambio cultural con impactos en todos los ámbitos de la vida, transformando la fisonomía de nuestras formas de convivencia e instituciones, entre ellas la familia.

En este contexto, la visita de Juan Pablo II significó una experiencia muy vital y profunda para el pueblo chileno, porque ayudó a recuperar los espacios públicos y los medios de comunicación como lugares de visibilización y encuentro de la sociedad chilena; contribuyó a validar y reconocer los sufrimientos, conflictos y desafíos que agitaban el Chile de ese momento y sobre todo, a recuperar la esperanza y dar sentido a esta experiencia vital. Podríamos decir que Chile se agitó en torno a esa esperanza y la fe que fue suscitando este Papa misionero y peregrino a lo largo del país y en la profundidad de su conciencia y alma.

Esta experiencia transformadora también incorporó, como sabemos, un contenido de alto impacto humano, teológico y pastoral en la Iglesia y la sociedad chilena. Una respuesta pertinente a las necesidades y búsquedas de entonces. Fueron seis días que nos dejaron mensajes y escenas imborrables, y los rostros del Papa eran el espejo de cada momento particular: en el Estadio Nacional, en el Parque O´Higgins, en La Bandera. Tantas frases suyas aún nos conmueven e interpelan: “Los pobres no pueden esperar”; “El amor es más fuerte”; “No tengan miedo de mirarlo a Él”.

Me detengo en siete ideas fuerza que nos dejó el papa Juan Pablo II y que hoy iluminan la realidad del país:

1– La paz en Jesucristo

Lo central y estructurante de sus discursos en Chile, es la persona de Jesucristo. “Mi mensaje va destinado por igual a todos los hijos de Chile; es un mensaje pascual y por lo tanto, es un mensaje de vida: de la vida en Cristo, presente en su Iglesia (…), para promover en el mundo la victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la unidad sobre la rivalidad, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia, de la convivencia sobre la lucha, de la justicia sobre la iniquidad, de la verdad sobre la mentira: en una palabra, la victoria del perdón, de la misericordia y de la reconciliación. Esa vida en Cristo y por El es la que da plenitud a la existencia humana aquí en la tierra, a la vez que es prenda de la vida eterna en los cielos” .

En Cristo, nos recordaba san Juan Pablo II, se encuentra lo que nos permite “mantener la alegría, la paz interior, y celebrar los acontecimientos de la vida aun en medio de tantas y graves dificultades” .

Para alentarnos, preguntaba a los jóvenes reunidos en el Estadio Nacional: “¿Cuál es el motivo de vuestra confianza?”. Y él mismo respondía: “Sí, Jesucristo muerto y resucitado es para nosotros la prueba definitiva del amor de Dios por todos los hombres. Jesucristo, "el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8)” .

Sus palabras resuenan en medio de nuestra realidad actual: “¡Sólo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades! (…) ¡No tengáis miedo de mirarlo a El! Mirad al Señor: ¿qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir vuestra existencia. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte” .

Queremos, hoy como ayer, "que Jesús sea la piedra angular (cf. Ef 2, 20) de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora" .

2– La familia

Un segundo eje estructurante de su anuncio, fue la familia, a quien “debe la sociedad su propia existencia. Ella “es el ambiente fundamental del hombre, puesto que (…) aparece unida al mismo Creador en el servicio de la vida y del amor. Así podemos comprender que "el futuro de la humanidad se fragua en la familia"” .

El anhelo de familia permanece vivo en el corazón de prácticamente todos los hombres y mujeres, incluso en medio de las dificultades. Sobre todo, prevalece la convicción de que en la familia el ser humano puede aspirar a ser tratado genuinamente como persona. Este anhelo de familia, sin embargo, busca hoy realizarse en condiciones más adversas que las de épocas pasadas.

Por lo mismo, renovado vigor cobran las palabras de Juan Pablo II cuando describe los elementos más relevantes de la familia: “El amor en el hogar, la valoración de cada miembro de la familia por lo que es, la conciencia de la dignidad propia de cada persona”. “Las verdades, los valores, los comportamientos, los modos de pensar, de relacionarse con las otras personas y con el mundo se aprenden en el hogar, y es ésta una misión y un derecho que hay que ejercer amorosamente” .

Enfatizando el "testimonio de inestimable valor de la indisolubilidad y fidelidad matrimonial”, el Papa nos recordó que “el amor va unido intrínsecamente a la vida, se orienta hacia la vida” , y que nuestras familias están llamadas a ser "escuela de humanidad” . Y aportaba un criterio: “la familia cristiana, cuya esencia es la caridad, sólo puede realizarse si se vive plenamente la verdad... Es la verdad la que abre el camino hacia la santidad y la justicia" .

3– La cultura

Vivenciamos hoy una superposición de culturas. En esta misma universidad, Juan Pablo II nos indicaba que “la cultura de un pueblo es "el modo particular como los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS, nº 53b) de modo que puedan llegar a "un nivel verdadera y plenamente humano"”. En una palabra, la cultura es la vida de un pueblo” .

La identidad cultural supone tanto la preservación como la reformulación en el presente de un patrimonio pasado, que pueda así ser proyectado hacia el futuro y asimilado por las nuevas generaciones. De esta manera; se asegura a la vez la identidad y el progreso de un grupo social” .

De un modo especial recordamos hoy su invitación a “caminar a una cultura del ‘ser’ y del ‘actuar’”. Porque el ‘tener’ del hombre no es determinante para la cultura, ni es factor creador de cultura”. Una cultura del ser no excluye el tener: lo considera como un medio para buscar una verdadera humanización integral, de modo que el "tener" se ponga al servicio del "ser" y del "actuar". En términos concretos, esto significa promover una cultura de la solidaridad que abarque la entera comunidad” .

4– Los pobres y la educación

Hoy hemos tenido el coraje de medir la pobreza y de caminar hacia una mejor distribución de los ingresos. Juan Pablo II, nos recordaba que “la solidaridad como actitud de fondo implica, en las decisiones económicas, sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia” . Pedía para ello una “decidida voluntad de buscar soluciones eficaces en el plano técnico de la economía, con la clarividencia que da el amor y la creatividad que brota de la solidaridad” .

Desde el corazón de la enseñanza social de Iglesia el Papa clamaba: “¡Los pobres no pueden esperar! Los que nada tienen no pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad” . Y proféticamente enunciaba “el punto neurálgico de todo el problema: la educación, llave maestra del futuro, camino de integración de los marginados, alma del dinamismo social, derecho y deber esencial de la persona humana. ¡Que los Estados, los grupos intermedios, los individuos, las instituciones, las múltiples formas de la iniciativa privada, concentren sus mejores esfuerzos en la promoción educacional de la región entera!” .

En el último tiempo hemos sido testigos de un hondo malestar social, de un clamor por mayor justicia social. Son numerosas las antiguas pobrezas que se mantienen, surgen nuevas pobrezas y también constatamos desigualdad y exclusión. Releer el discurso de Juan Pablo II en la CEPAL y su palabra a los dirigentes políticos puede ofrecernos pistas en la hora presente, marcada por una crisis en las relaciones interpersonales que aumenta la desconfianza en los demás y en las instituciones. Ante la crisis de credibilidad que erosiona el tejido social, ante el individualismo que mira los logros de otros como una amenaza personal, Juan Pablo II nos exhortaba: “Hay verdadera reconciliación entre los hijos de un mismo pueblo, cuando con el aporte de un diálogo abierto y sincero desaparecen prejuicios y recelos, cuando hombres y mujeres –limpios de corazón– se esfuerzan en sentir, hablar y actuar como artesanos de paz” .

5– La reconciliación

Hace 30 años vivíamos una situación política y social muy perturbada. En su paso por Chile, el “mensajero de la vida” nos invitó a crear una cultura de la reconciliación y nos recordó las virtudes de la fraternidad y amistad cívica cuya vigencia ilumina las inquietudes de este tiempo pre-electoral.

Nos decía Juan Pablo II que “es imprescindible una atmósfera de diálogo y de concordia, lo cual, por otra parte, no es ajeno a la reconocida tradición democrática del noble pueblo chileno”. Recordando que el diálogo social debe mirar siempre al bien común, consideró “necesario que toda contribución al crecimiento global de Chile ha de inspirarse siempre en el respeto y la promoción de las ricas tradiciones cristianas, con la que se sienten identificados la mayoría de los chilenos” . “La fidelidad a dicho patrimonio espiritual y humano exige un desarrollo armónico, un esfuerzo conjunto de voluntades y de acciones, que tienda a la reconciliación nacional en un espíritu de tolerancia, de diálogo y de comprensión. Nadie debe sustraerse de tomar parte activa, responsable y generosamente, en esta obra común. La justicia y la paz dependen de cada uno de nosotros” . “La paz, señoras y señores, es fruto de la justicia”.

6– La identidad del pueblo mapuche

Quisiera traer a la memoria, desde nuestra realidad preocupante y dolorosa hoy en la Araucanía, la palabra de Juan Pablo II al pueblo mapuche.

Al alentarles “a que conserven con sano orgullo la cultura de su pueblo: las tradiciones y costumbres, el idioma y los valores propios” , les reafirma que “al defender su identidad, no solo ejercen un derecho, sino que cumplen también el deber de transmitir su cultura a las generaciones venideras, enriqueciendo, de este modo, a toda la nación chilena, con sus valores bien conocidos: el amor a la tierra, el indómito amor a la libertad, la unidad de vuestras familias” . Quiera el Señor que los esfuerzos de diálogos que se han desplegado en el último tiempo puedan ayudar a que este sueño de Juan Pablo pueda traducirse en políticas que ayuden a la justicia, reparación y paz en la Araucanía.

7. Teresa de Los Andes y la santidad

Al recordar hoy los 30 años de la beatificación de Sor Teresa de Los Andes, la primera santa chilena, cómo no recordar las palabras de Juan Pablo II sobre la joven carmelita chilena. El Papa nos decía que ella “nos ha dejado el testamento de una santidad sencilla y accesible, centrada en lo esencial del Evangelio: amar, sufrir, orar, servir” .

Hoy, no nos deja indiferentes lo que Juan Pablo II definía como el “secreto de su vida volcada a la santidad (…) cifrado en una familiaridad con Cristo, presente y amigo, y con la Virgen Maria, Madre cercana y amorosa (...) El secreto de su perfección, como no podía ser menos, es el amor” .

Y una invitación…

Es clara la vigencia de los aprendizajes que nos dejó Juan Pablo II y su actualidad para enfrentar los retos de nuestra época. A eso quisiera invitarles: a volver a acercarnos a esa experiencia de hace 30 años, volver a reconocer la profundidad de los mensajes que nos regaló Juan Pablo II, para buscar allí la inspiración que nos permita ayudar a construir una vida mejor y más plena para los hombres y mujeres de nuestro país.

Y hacerlo al estilo transformador de vida propio de Juan Pablo II, como discípulo misionero, que peregrina junto al Pueblo de Dios irradiando con alegría la fe en Jesucristo y su Evangelio.

Juan Pablo II es el santo con quien tuvimos el privilegio de compartir cara a cara como pueblo. Testigo de Jesucristo, fue mensajero de la vida para Chile y también para nuestra Iglesia, comunidad de discípulos misioneros y peregrinos, Iglesia que escucha, anuncia y sirve al pueblo de Chile hoy.

+ Santiago Silva Retamales
Obispo Castrense de Chile
Presidente de la CECh

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