SÍNTESIS "Chile, un hogar para todos"
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SÍNTESIS "Chile, un hogar para todos"

SÍNTESIS de la Carta Pastoral del Comité Permanente por encargo de la Asamblea Plenaria

Fecha: Martes 31 de Octubre de 2017
Referencia: 215 / 2017
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, por encargo de la Asamblea Plenaria

(Ver versión completa de la Carta Pastoral: Parte 1 - Parte 2)

I. INTRODUCCIÓN
Esperamos frutos muy abundantes de la próxima visita del Papa Francisco a Chile, tanto para nuestra Iglesia como para nuestra patria.
En continuidad con el documento "Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile" (2012), proponemos ideas, desde el Evangelio, para construir una sociedad más justa y fraterna, más humana e inclusiva, donde nadie se sienta ajeno o excluido.

Un hogar para todos
Todos somos habitantes de este Hogar que es la casa común donde cada uno tiene su lugar. Decir hogar nos inspira calidez y acogida. El hogar es mesa familiar en que compartimos cariño, la vida, la comida. Así soñamos esta patria nuestra: como un hogar común.

En un tiempo importante para nuestra patria
Ofrecemos esta Carta en perspectiva de las próximas elecciones, donde cada ciudadano debe discernir su decisión, a partir de la formación de su propio juicio en conciencia.
Preocupa que la realidad de un estado laico se intente asimilar a una sociedad laicista donde las expresiones religiosas no tienen cabida en el espacio público, restringiéndolas a lo privado e individual, y donde se descartan las reflexiones que se ofrecen para el bien común por el simple hecho de proceder de instituciones religiosas.
Más que solucionar problemas con nuevas normas, es preciso enriquecer nuestra cultura, poner al día nuestras instituciones y, sobre todo, cambiar el corazón. Lo afirmamos desde nuestro propio aprendizaje como Iglesia, institución también interpelada y cuestionada por equivocaciones, faltas y delitos cometidos por algunos de sus miembros. Compartimos nuestra mirada desde la humildad de ser una Iglesia siempre necesitada de conversión.

II. UNA MIRADA CRÍTICA Y ESPERANZADA A NUESTRO HOGAR

Una mirada equilibrada, justa y prudente, nos ayudará a políticas y modos de convivencia cívica que, profundizando los avances, corrijan los errores y nos permitan progresar sin quedarnos encerrados en la desconfianza, la amargura y la descalificación. Chile requiere de todos los actores sociales para que esta nueva capacidad ponga a la persona humana como centro de los esfuerzos comunes, alejándonos de las visiones meramente ideológicas o economicistas.

Problemas y desafíos en un mundo global
El impresionante desarrollo técnico se ha puesto a menudo al servicio de intereses particulares y ha deshumanizado a veces las relaciones sociales. Las confianzas y las instituciones se han debilitado por doquier; la mentalidad liberal individualista se ha ido generalizando, destruyendo vínculos y responsabilidades políticas.
Agradecemos a quienes nos hacen tomar conciencia de las dificultades que existen en Chile, como los movimientos sociales y políticos y los medios de comunicación. Es importante ir más allá de las denuncias y colaborar a que la ciudadanía cuente con una visión completa de la realidad para no encerrarnos en lo negativo y escandaloso.

La familia, la mujer, el varón, los jóvenes y niños

a. La familia.

La familia, lugar primero del amor pleno, está llamada a ser el ambiente donde se aprende a vivir en comunidad, basada en la fraternidad y la dignidad de cada uno de sus miembros. Es una escuela en que se aprende la opción preferencial por los más débiles, el servicio a quienes la componen y el respeto y admiración por los mayores. Es propio de todos sus miembros ocuparse con cariño de los pequeños, los enfermos, los ancianos. Por eso, el Estado debe favorecer la familia prioritariamente.
Nos preocupan problemas particularmente dolorosos en la familia, como la pobreza, la creciente inestabilidad matrimonial, la violencia intrafamiliar, así como las dificultades de comunicación interna. El sistema económico y laboral tampoco ayuda a la familia con complejos turnos de trabajo, jornadas laborales que se extienden e invaden el hogar a través de la tecnología, y en algunas ciudades un sistema de transporte defectuoso. Todo ello priva a la familia de los esenciales tiempos de comunión y encuentro en el hogar.
El Papa Francisco trata con respeto y cariño la diversidad de situaciones familiares y también la situación eclesial de los separados que han formado una nueva unión. Con nuestra autoridad pastoral, creemos que el nuevo impulso a la pastoral y catequesis matrimonial ha de fundarse en el criterio que plantea el Santo Padre: "discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar" (AL 312).

b. La mujer
La violencia contra mujeres es dramáticamente cotidiana y no pocas veces encubierta con diversas redes de protección a los agresores. El abandono y discriminación que sufren muchas mujeres es una señal de alerta que no nos puede dejar indiferentes. La agresión, violencia, enfermedad y desesperación en la que muchas veces se encuentran algunas mujeres, nos interpelan y exigen de todos un compromiso de acompañamiento y cercanía. Tenemos que ser particularmente serios en la consideración de la vocación materna de la mujer, acompañada por su esposo, y por la sociedad invirtiendo en ella y en su familia.

c. El varón
En una sociedad todavía machista, el consumismo, la competitividad y las exigencias laborales llevan a muchos varones y padres a naufragar ante el agobio, estrés, soledad y vacío existencial, desatendiendo sus responsabilidades familiares. Es de gravedad imprevisible esta verdadera "fuga" del padre, efecto del actual régimen laboral y de una mentalidad que solo ve en el padre un instrumento de producción y ganancia.

d. Jóvenes y niños
Es un gran desafío acompañar a los jóvenes para que el uso frecuente y masivo de las redes sociales no empobrezca sus comunicaciones y su capacidad de relacionarse. Con el ejemplo, evitemos los peligros de un individualismo exacerbado y de un consumismo ansioso que dificulta la plena realización humana y el cuidado de la naturaleza.
La vocación de servicio a los más pobres es un valor en los jóvenes. A ellos les indigna la injusticia. Creen que un país justo no es utopía, sino un proyecto común realizable. Cuánto bien nos haría a los adultos aprender de la honestidad y transparencia de tantos jóvenes que se expresan con sencillez, autenticidad y llaman a cada cosa por su nombre.
El Papa Francisco nos pidió establecer puentes y crear ocasiones de encuentro entre los jóvenes y los ancianos, la memoria y el futuro, convencidos de que este diálogo necesario hará surgir desde los jóvenes la profecía para los tiempos nuevos de la humanidad.
Consideramos muy oportuna la urgente reforma del SENAME que ponga en el centro el bienestar y la vida de los niños y niñas, sujetos de derecho. El cuidado de su dignidad debería ser una prioridad efectiva para el Estado. Expresamos todo nuestro apoyo a las entidades religiosas y laicales que, en medio de dificultades severas, han dado y seguirán dando testimonio del Buen Samaritano, acogiendo a niños y jóvenes vulnerados.
Con nuestra mejor voluntad y experiencia hemos querido colaborar para que la reforma educativa ponga su centro en la formación integral de niños y jóvenes. Una reforma profunda y verdadera supera la capacidad de la clase política y debe ser el fruto de muchos acuerdos y diálogos entre posiciones diversas, pero que tiene el mismo fin.

Pobreza y desigualdad
La lucha contra la desigualdad debería ser una tarea colectiva y prioritaria de toda la sociedad. Reconocemos los muchos esfuerzos que se han hecho, pero no han sido suficientes ni de tal manera localizados en quienes tienen mayor necesidad. Nos parece del todo necesario seguir privilegiando la viga maestra de la solidaridad en la batalla por erradicar todo tipo de pobreza.
El clasismo, el desempleo, particularmente el juvenil, la precariedad laboral por falta de cumplimiento de las leyes sociales, los bajos sueldos de los trabajadores y las bajísimas pensiones producen mucha frustración y rabia que generan violencia. En el otro extremo, grupos desde su posición social y dinero ejercen un poder real defendiendo sus intereses, a veces abusivamente vulnerando la ética y también infringiendo las leyes para sacar mayores dividendos particulares y, como consecuencia, manteniendo las desigualdades.

Reformas necesarias
Se hace urgente una modernización de la vida política y sus instituciones para que sean en verdad democráticas y puedan enfrentar los grandes problemas estructurales.
Valoramos los pasos que ayudan a una mayor participación de las comunidades locales, desde una mayor conciencia de la excesiva centralización política y administrativa del país, y de la necesidad de disminuir las brechas entre el centro y las regiones.
Las políticas y estrategias de desarrollo deben reconocer y fomentar las expresiones culturales propias de las diversas realidades regionales y sociales, en particular los derechos y costumbres ancestrales de nuestros pueblos originarios que muchas veces han sido tratados con gran injusticia. Respecto de la Araucanía, esperamos que el fruto de la última comisión asesora presidencial -en la que la Iglesia ha tenido una gravitante participación- y las políticas anunciadas verdaderamente puedan traducirse en caminos de paz y justicia para una región que lleva mucho tiempo sumida en conflictos.
Otro hecho relevante es el de la inmigración. Creemos que los hermanos inmigrantes, muchas veces sufrientes y solos, deben ser acogidos, protegidos, integrados y promovidos en una fraternidad real y sincera, que los considere un aporte a la casa común y les abra fraternalmente las puertas del hogar, ofreciéndoles condiciones dignas y humanas de vida y trabajo, evitando todo tipo de discriminación.

Violencia, drogas y cárceles
El país parece impotente frente a las drogas y el alcohol que, junto a la pobreza y otros factores, están en la base de las despiadadas formas de violencia que afectan a nuestras sociedades. La violencia en el hogar, el abuso a menores de edad y los sofisticados modos de delincuencia, generan una sensación de temor en importantes grupos sociales.
Preocupa el hacinamiento y pésima condición de los centros de detención y cumplimiento de penas, que no posibilitan la corrección e reinserción social de las personas privadas de libertad, y en algunos casos sus derechos fundamentales son violados. Reiteramos nuestro deseo de que la sociedad ofrezca a privados de libertad con enfermedades terminales o en grave deterioro de sus facultades mentales, cualquiera haya sido la razón de su condena, la posibilidad de terminar su cumplimiento con arresto domiciliario. Es una manera de cumplir con la justicia, sin impunidad, pero con clemencia.
Tenemos que hacernos cargo de esta dramática pregunta: ¿qué hogar, qué sociedad, qué Chile espera a quien abandona la cárcel?

La crisis de la política
Como en otros lugares del mundo, la actividad política está hoy, por desgracia, desprestigiada. Algunos programas políticos fácilmente responden a cálculos electorales más que a una gran idea de país. Se ha introducido una profunda desconfianza por la colusión entre política y dinero, y por una sensación de promesas incumplidas. Sin embargo, la necesaria denuncia de toda corrupción no puede condenar a la política en su conjunto. Por el contrario, el actual desprestigio hace urgente que la ciudadanía ejerza su responsabilidad cívica y que modifique profundamente el modo de hacer política.
La política es una actividad noble, indispensable para preservar la sana convivencia. El Papa Francisco ha manifestado que la política es "una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad" (EG 205). La política no puede olvidar jamás que su centro y su fin es el ser humano. Sirve al "bien común", es decir, vela por el bien de todos, defiende derechos universales, respeta diferencias y se preocupa por los más débiles.
Animamos a nuestros compatriotas, especialmente a los jóvenes, a aportar sus mejores sueños para Chile participando activamente en los partidos y movimientos políticos.

Logros y esperanzas
Aunque subsisten las dificultades, hemos alcanzado un buen nivel de desarrollo humano. Creemos positivo que, gracias a una mayor transparencia, hayamos tomado conciencia de graves problemas que antes no se reconocían y que una legítima presión de la ciudadanía ayude a introducir cambios profundos. Apoyamos las demandas y movimientos que reclaman justicia, proceden con métodos pacíficos y son coherentes con el sentir de la gran mayoría de los chilenos y el alma nacional.
Los progresos señalados y las posibilidades que se nos ofrecen nos ayudan a transformar los problemas existentes en verdaderos desafíos. Nos parece deseable que los programas políticos con ocasión de las elecciones de nuevas autoridades puedan tener en cuenta esta mirada para generar una esperanza fundada en un futuro mejor.

III. UN HOGAR QUE SE INCOPORA A SU ENTORNO

Admirar la obra de la Creación presente en nuestras vidas nos ayuda a aproximarnos con mayor sabiduría al tiempo de la muerte, de la vuelta a Casa. En una cultura donde todo es posible, consumible y disfrutable aquí y ahora, el dolor, la fragilidad, la vejez y la muerte resultan incómodas. Urge volver a la relación más íntima del ser humano consigo mismo, con los demás, con todos los seres vivientes y la Creación.
La fraternidad es la perspectiva para conversar los temas ecológicos que nos conciernen: contaminación y cambio climático, manejo de desperdicios, la cuestión del agua, pérdida de la biodiversidad, deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social.
La explotación irracional de la naturaleza termina haciendo sufrir a los más pobres y destruyendo nuestro propio futuro. Es necesario modificar conductas colectivas e individuales, establecer políticas efectivas de cuidado y preservación del medio ambiente y una institucionalidad fuerte que permita la defensa de los bienes naturales que el Creador nos ha entregado para cuidarlos.

IV. HUMANISMO CRISTIANO

La fe en Dios y en Jesucristo ilumina los principios morales que son insustituible fundamento estable en que se apoya el orden interno y externo de la vida privada y pública, el único que puede engendrar y salvaguardar la prosperidad de los Estados.
En este hogar para todos, es lógico y razonable que cada uno de sus componentes aportemos lo propio con humildad y apertura. Nadie tiene la verdad absoluta en aquellos ámbitos que, por su propia naturaleza, están sometidos a la libre decisión de las personas y las naciones. Pensar que todo da lo mismo o todo vale igual sólo lleva a la dispersión y a un relativismo individualista incapaz de generar comunidad. El uso de la razón nos permite buscar y encontrar la verdad. Y es en comunidad donde la persona humana encuentra su plena realización, iguales en dignidad y complementarios en su realización.

Una persona con vocación trascendente
La dignidad de la persona deriva de su condición de hijo de Dios, de la relación de amor que hay en el seno de la Trinidad. Sin comunidad no hay plenitud. Por eso es deber de la autoridad civil, de la Iglesia y de comunidades religiosas favorecer todo aquello que fomente y enriquezca la vida comunitaria en sus diversas formas.
La familia, principal educadora, tiene un rol crucial en este campo. Pero también lo tiene la comunidad educativa en su apoyo al rol formador de la familia. Los niños y jóvenes de Chile no sólo requieren aprender conceptos y técnicas orientados a la competencia laboral. Ante todo, y sobre todo, necesitan recibir una formación humana integral que les permita desarrollarse en plenitud como personas, en todas las dimensiones de lo humano, sin excluir la mirada desde la trascendencia. Necesitan espacios donde poder sincerar sus preguntas y discernir, a la luz de la razón y la fe, de su realidad y contexto, de la cultura y las ciencias, sobre el sentido de su vida, sobre la profundidad de lo humano, sobre su identidad y vocación en el mundo.
Una sociedad que pone al ser humano en el centro de su preocupación no puede contentarse con formar sólo en competencias laborales y técnicas. Educar es mucho más que eso. El horizonte de sentido en la vida comunitaria no puede estar ausente en los planes oficiales de la enseñanza, y por eso asignaturas como educación religiosa y filosófica, cultura cívica e histórica, el amor al entorno, no pueden ser prescindibles.

Una persona viva
Desde la antropología y la ética cristiana, la Iglesia Católica reconoce, respeta, defiende y promueve el valor de la vida y la dignidad de la persona humana como un fundamento esencial e irrenunciable. Nuestra opción por la persona y su derecho a la vida supone procurar como sociedad, además de prohibir todo atentado injusto contra la vida inocente, para todas las personas y sus familias, sin ninguna exclusión, las condiciones de vida acorde con su dignidad personal: vivienda adecuada, educación de calidad, trabajo decente, remuneración justa, medio ambiente favorable a la vida, oportunidades de desarrollo integral. Al respetar y promover la vida humana, en todas sus dimensiones, rechazamos el aborto, como asimismo las escandalosas e injustas desigualdades sociales, la usura, la eutanasia y la discriminación arbitraria.
A partir de ahora redoblamos nuestro esfuerzo para seguir acompañando a las mujeres que viven situaciones límite en su embarazo, a las que deciden continuar con él y a las que piensan que el aborto es una solución. La Iglesia, pueblo de Dios al servicio de todos, particularmente de los más débiles, siempre ofrece sus manos y extiende su abrazo de servicio a todas las personas que necesiten paz, amparo, apoyo y consuelo.

La dignidad constitutiva de la persona
Otro elemento constitutivo del humanismo cristiano es la dignidad inalienable e intransferible de toda persona humana. Esta afirmación lleva consigo el respeto debido a cada persona. Más aún, mientras más débil, más respetable.
Por eso, el respeto a los niños y la creación de ambientes seguros para su desarrollo.
Por eso, el respeto a los adultos mayores, más aún a quienes no son autovalentes, así como a las personas con capacidades especiales.
Por eso abrimos las puertas de nuestra Iglesia en una actitud de acogida generosa a nuestros hermanos migrantes, a quienes debemos un trato digno y sin prejuicios.
Desde esta misma convicción humanista ratificamos nuestra voluntad de hacer justicia respecto de la deuda histórica del Estado de Chile con el pueblo mapuche y otros pueblos originarios, respetando y valorando su identidad y cultura, superando así siglos de trato indigno y expresiones de violencia que nadie quiere para los primeros habitantes de nuestra casa común.
En consecuencia, es deber de la sociedad y del Estado establecer, organizar y sostener políticas públicas dotadas con suficientes recursos al servicio de estas personas, como asimismo sustentar económicamente la labor que, con abnegación y cariño, asumen muchas instituciones de la Iglesia y otras entidades solidarias y caritativas.

Una persona en relación
El humanismo cristiano considera al ser humano como persona. Es decir, un ser dotado de inteligencia y voluntad, que está en relación y puesto al centro de la creación.
Cuando las metas de vida se reducen al éxito y al bienestar individual, la calidad de la relación interpersonal se opaca, deteriora y se transforma en instrumental. Desde la mínima cortesía hasta la judicialización de los conflictos, necesitamos revisar y profundizar nuestro convivir como ciudadanos: desterrar la sospecha como actitud básica, conocernos entre vecinos, saludarnos, dar las gracias, escuchar con atención, conducir correctamente... No es solo cuestión de normas o de tolerancia. Es valorar que tratarnos mejor mejora nuestra calidad de vida y la convivencia social.

Recuperar la confianza
La desconfianza es el virus más destructivo que ataca a una sociedad. A veces se origina en el abuso de una transparencia exacerbada que busca saberlo todo de todos. En otros casos, como los que hemos vivido diversas instituciones del país, la desconfianza se ha fundado en el descrédito de personas y organizaciones que han actuado en forma abusiva, vulnerando la dignidad de personas, utilizando de modo impropio el acceso a ciertas redes de poder, proveyendo recursos de modo ilegal o inmoral, defraudando a consumidores y clientes en servicios que no se prestan o se prestan mal, aprobando iniciativas y proyectos que han resultado ser fruto de la mentira y el aprovechamiento.
En muchos casos, la desconfianza se explica por una legítima indignación. Todos sabemos que para restablecer los puentes rotos no basta con enmiendas legales o procedimientos administrativos. Las heridas humanas deben repararse humanamente. No hay monto de dinero que apacigüe la desolación ni fármaco que cure la decepción del engaño. Volver a confiar significa la posibilidad de mirarnos de nuevo a los ojos, de reconocernos hermanos y de poder caminar juntos. Para procurar el reencuentro, no basta con pedir perdón. La persona ofendida nos espera renovados, convertidos: somos invitados a cambiar, a ser otros, a actuar distinto, mejor, por el bien de nuestro Hogar.

Identidad de género y diversidad sexual
Como Iglesia hemos proclamado que las personas homosexuales merecen ser tratadas con el respeto que todo hijo e hija de Dios se merece; deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza, y debe evitarse todo signo de discriminación injusta.
El humanismo cristiano concibe al ser humano en su identidad propia de varón y mujer. Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la diferencia, la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos. Las diferencias entre hombre y mujer no son para la contraposición o subordinación, sino para la comunión y la generación. Sin la mutua entrega, ninguno de los dos puede siquiera comprenderse en profundidad.
Nos preocupan ciertos enfoques sobre la identidad de género que presentan una sociedad sin diferencias de sexo, y que promueven una legislación que desvincula radicalmente la identidad personal y la intimidad afectiva de la diversidad biológica entre hombre y mujer.
Tenemos mucho que aprender de los cambios que vivimos, pero sobre temas que tocan lo humano profundamente no se puede avasallar con normas o ideologías que menosprecien la centralidad de la familia o a la comunidad educativa.

No podemos servir a Dios y a la riqueza
El dinero convertido en ídolo llega a despersonalizar en su más esencial dignidad a las personas y afecta gravemente la vida social. Por el ídolo del dinero se realizan asaltos y "portonazos"; por dinero existe el tráfico de drogas; por dinero existe la especulación financiera y los escándalos de colusiones de grandes empresas; por dinero la corrupción en diversos ámbitos; por dinero se acusa a autoridades políticas de diversos países.
Cómo quisiéramos volver a aquellas costumbres de probidad y sobriedad que aprendimos de nuestros mayores. La vida cristiana no es compatible con la avaricia con el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. La Iglesia considera desordenado el deseo nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder, y prohíbe el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales.
Nosotros somos simples "administradores" de la riqueza de Dios. Sólo Dios es el Señor. El poder no es Dios. La riqueza no es Dios. El dinero no es Dios y por eso repugna que muchas relaciones actuales se basen en la búsqueda de la riqueza como un ídolo.

V. CONCLUSIÓN
Se dice que hay dos Chiles que contrastan: el opulento, que despilfarra los recursos mínimos con que el otro Chile, el precario, no puede contar. Chile es un hogar, es la casa común, nuestra amada patria. En la familia, se puede salir adelante con la verdad y ser consecuentes porque se cuenta con el tejido nuclear del amor de los seres queridos. Al hogar siempre volvemos, de él nunca nos soltamos. Ahí esta nuestra esencia.
La felicidad de Chile, hogar de todos y todas, dependerá del esfuerzo que juntos despleguemos, unos en favor de otros, por el bienestar común, por la dignidad de cada uno y cada uno, especialmente de los más vulnerables entre nosotros.
Quiera el Señor que la visita del Papa Francisco alimente esta esperanza y nos renueve en el propósito de humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile, de hacer florecer el desierto de la mano del derecho a una vida digna para toda persona. Porque somos una Iglesia que escucha, anuncia y sirve, nos ponemos a disposición del país para dar lo mejor de nosotros, que es la alegría del Evangelio, para que el nombre de Chile siempre evoque nuestro hogar.


EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE


Santiago, 4 de octubre de 2017
Memoria de san Francisco de Asís.

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