Muchas veces los seres humanos tenemos sueños que alimentamos y mantenemos en el interior de nuestros corazones, aún sabiendo que esos anhelos son muy difíciles de alcanzar, o mejor todavía, sabemos que no podremos vivir nosotros, pero que los soñamos para nuestros hijos y nietos.
El encuentro del Papa Francisco con el Patriarca Ortodoxo Ruso Cirilo (Kirill), es uno de esos signos que nos hacen alimentar ese sueño de un cristianismo unido, luchando por la conversión del mundo y no por el poder político-económico que significó la separación.
Para los católicos hay en el fondo un enorme desafío si queremos ser los protagonistas de un ecumenismo que busque la unidad. Significa la renuncia a la imposición de obediencia al Obispo de Roma, y que no cambiará hasta que el Santo Espíritu derribe en nosotros las concepciones principescas que aún sustentan la estructura jerárquica.
Y no se trata que no creamos en la primacía del Papa, sino que creemos que su gobierno debe ser, así como fue el del primero, San Pedro, un gobierno humilde desde la conciencia de ser pecador; y que logra la obediencia desde el amor cristiano y no desde la legislatura.
Sabemos que este encuentro no tendrá repercusiones inmediatas, pero puede ser el inicio de un camino. Nos alegramos de esta iniciativa de nuestro supremo Obispo, a quien nuestro Señor se empeña en colocarlo en aprietos, siempre en beneficio de la primera y gran misión de la Iglesia: dar a conocer a Cristo al mundo.
Jose Perez Barahona
