No puedo imponer mis ideas a los demás.
Esta frase es dicha con demasiada frecuencia en entrevistas y medios sociales para justificar el apoyar medidas con las que estamos en total desacuerdo.
Es el caso de muchos políticos en relación con el proyecto de ley sobre la interrupción del embarazo sin penalización en tres situaciones.
Por respeto a las ideas de los demás, no defiendo mis posiciones y le dejo la cancha libre a los .que se me oponen.
Me parece esta una actitud errada, confusa, no justificable.
Estamos de acuerdo en que hay que respetar a las personas cualesquiera que sean sus ideas pero esto no obliga a respetar sus ideas. Con las ideas hay que atreverse y someterlas a la razón y a los valores de mayor jerarquía.
En el caso del aborto, entran en conflicto los derechos de las mujeres con el derecho a la vida del que está por nacer. Y se sacrifica este último que es de mayor jerarquía.
Hoy leo en F. Fernández Carvajal – en su libro Hablar con Dios (tomo II, 1987) –: “No se puede alabar esa política, esa ordenación social, una determinada obra cultural, cuando se transforma en instrumento del mal. Es una cuestión de estricta moralidad y, por tanto, de buen sentido.”
Más adelante: “Ante crímenes abominables, como calificaba el Concilio Vaticano II a los abortos, la conciencia cristiana rectamente formada exige no participar en su realización, desaconsejarlos vivamente, impedirlos si es posible y, además, participar activamente para evitar o subsanar esa aberración moral en el ordenamiento jurídico. Ante esos hechos gravísimos y otros semejantes que también se oponen frontalmente a la moral, nadie puede pensar que no puede hacer nada. Lo poco que cada un puede hacer, debe hacerlo: especialmente participar con sentido de responsabilidad en la vida pública.”
Dr. Pedro Naveillan F.