Es poco conocido que cuando Israel y Eslovenia tenían un PIB de 20 mil dólares per cápita, pagaban un salario mínimo 1.8 veces mayor al chileno. Lo mismo ocurrió con Nueva Zelandia en 1988, que pagaba el doble. Holanda en 1987 y Bélgica en 1988, pagaban 3.3 veces nuestro ingreso mínimo. Canadá en 1978 y Francia en 1987, pagaban 2.7 veces. EEUU en 1972 y Australia en 1986, pagaban 3.1 veces.
Agradecemos con fervor las palabras del obispo Goic, quien insiste en la necesidad de establecer un salario definido bajo parámetros morales. Las críticas que recibió en 1997, cuando lo planteó por primera vez, y las que se han deslizado ahora de “buenismo”, incluso de demagogo, no hacen más que reforzarnos en la idea que se deben cambiar los criterios usados en los últimos 25 años, que han mantenido un salario mínimo muy bajo y han otorgado al Estado un rol subsidiario ineficiente e insuficiente.
Extrañamos que los obispos se pronuncien insistentemente sobre estos temas, al parecer no se tiene nada que decir en temas de justicia y equidad, como si no existiera el Concilio Vaticano II.
Ojalá la Iglesia contratara los servicios de Correa y de Interacción, para hacer un gran lobby entre los empresarios católicos, y lograr un salario ético desde el mundo privado, y no esperar que el Estado legisle para ello. Pero si no se logra, adelante con la denuncia, a ver si algún Presidente se atreve a cambiar los paradigmas, porque de los privados, poco podremos esperar.
Grandes exponentes del libre-mercado, ya nos han enseñado que es posible más justicia social. Por qué ha de ser demagogia lo que expone el obispo Goic?
José Pérez Barahona
