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Opinión / Cartas al Portal


Imágenes destrozadas

Una semana antes del triste accidente del Cristo roto apareció en Facebook una imagen de la destrucción de una escultura de la Virgen María. El iconoclasta celebraba el hecho aduciendo que Dios, indestructible, no podía estar en esa imagen.

La apologética católica entrega suficiente razones para justificar el uso milenario de esculturas e imágenes. El más corto argumento aduce que portamos fotos de nuestros seres queridos sin contravenir el precepto del Decálogo de no hacer imágenes… que vale para grotescas figuras que emanan “vibras” de por sí.

Pero no es tal vez en ese plano que debemos abordar nuestra reflexión sobe el Cristo roto.

¿Cómo está presente Cristo en la Iglesia y en el Mundo?

Nuestra fe nos enseña que el Logos está presente en la Creación (“Todo fue hecho por ÉL”); está presente en los sacramentos (especialmente en la Eucaristía y el Sacramento del Matrimonio); está presente en la Biblia (“quien no conoce la Biblia no conoce a Cristo”, Ireneo); está presente en la asamblea litúrgica; está en los hermanos en situación de pobreza material y espiritual (“A mí me lo hiciste”).

Y ahí está Jesús presente en el encapuchado que destruyó su imagen.

Ya se comentó ello en este portal. Lo está esperando en una sociedad que lo aliena.

El encapuchado destruyó “nuestro Cristo” porque no había llegado a su vida personal. Destruyó una imagen porque no lo hacía sentirse libre ni le entregaba ideales. Y hay muchos Cristos rotos que rompemos en el prójimo que nos rodea.

La reacción de hacer un desagravio fue el primer camino para acercarlo a su Cristo.

Justo y necesario pero no suficiente. Peligro que caiga en el olvido. Y no llegue al fondo de la situación.

Creo que nuestro Santo Padre Alberto Hurtado andaría con su camioneta verde recogiendo encapuchados para llevarlos a un lugar y ofrecerles la verdadera imagen de Cristo.

Dicen que están empadronados.

John W. Hitchman
Profesor jubilado