Llama la atención, cuando se discuten en varios foros en medios de comunicación temas que tienen implicaciones valóricas, la superficialidad con que se tratan que revelan una mala o simplemente carencia de formación – lógica, filosófica, ética y cívica - en las artes del pensar de quienes los sostienen.
Argumentos usuales son: cada uno tiene su modo de pensar y este debe ser respetado; yo tengo tranquila mi conciencia; nadie es portador de la verdad, etc.
Respecto del modo de pensar , se olvida que es previo el pensar - que haya realmente pensamiento - y que el pensar debe obedecer a ciertas reglas, no cualquier idea o discurso puede llamarse pensamiento. Sobre el respeto, este es debido a las personas y no a sus ideas; con las ideas hay que atreverse, desmenuzarlas, analizarlas y no llegar y aceptarlas así no más.
Sobre la tranquilidad de conciencia, también hay requisitos: que exista una conciencia moral y que hay sido bien formada y sea delicada.
En relación con la verdad se olvida que hay niveles de verdad y que al hablar de la absoluta se está haciendo referencia a las verdades de más alto nivel o jerarquía, en especial a las trascedentes: filosóficas y religiosas. Hay verdades sólidamente establecidas, por ejemplo, a nivel de la cotidianeidad y al de las ciencia particulares.
También el pensamiento se ve opacado por la toma de posiciones emocionales o ideológicas o filosóficas que son su real fundamento y que impiden o distorsionan el juicio certero.
Esto ha quedado claro en las discusiones sobre el proyecto o de ley del aborto. No ha habido un análisis crítico adecuado.
Se ha olvidado lo dicho por Garrigou – Lagrange: criticar es juzgar – esto es, emitir un juicio – de acuerdo a los merecientes del objeto sometido a análisis.
DR. Pedro Naveillan F
