A pesar de encontrarnos en tiempos catastróficos, siento orgullo y alegría por todo el esfuerzo extendido de nuestra Iglesia Católica en Chile, que ha logrado desplegar de los chilenos una solidaridad y una caridad a prueba de fuego.
De tanto implorar Ella, con fe y cariño a Dios nuestro Padre y la Virgen Santísima, hemos sido capaces como seres humanos atender y sanar muchas heridas del prójimo. Dios se ha conmovido sin duda, y ahora es el momento de suplicar con lágrimas en los ojos el fin de esta pandemia, rogar un nuevo auxilio, porque hoy ya no es suficiente sanar las heridas, debemos rezar por sanar la enfermedad. El sufrimiento de esta pandemia sumada al dejado por la violencia desatada en nuestro país, de un tiempo a esta parte, es descomunal.
La situación en Chile es desesperada, a pesar de tanto trabajo y solidaridad que vemos en sacerdotes, en servidores de la salud, en el gobierno y en privados, además del esfuerzo de tantos que ayudan más allá de sus fuerzas, haciendo lo imposible por sanar aquellas heridas, no hemos logrado controlar la mortandad ni el sufrimiento ya desbordado.
Pidamos a Dios Padre y a su Madre la detención de esta pandemia, con todo lo que tengamos a nuestro alcance, para lograr así, mirar de frente la esperanza y aminorar realmente el sufrimiento que se viene y que se arrastra de toda esta calamidad.
Pidamos tiempos de paz y normalidad en nuestro país y en el mundo entero, que juntos como Iglesia con una fe férrea puesta en el Cielo, apuesto al logro de ello.
M. Verónica Correa
