OpiniĆ³n / Editorial

Hacia un camino de renovaciĆ³n eclesial

Recibir una invitación a viajar a Roma es agradable, pues es una ciudad bonita. Pero recibir una invitación del Papa para ir a Roma, porque hay cosas que como obispos e Iglesia en Chile no estamos haciendo bien, no tiene nada de agradable. 

El Papa Francisco nos llamó, y los obispos iremos a Roma a escucharlo y a dialogar con él. En cuanto Vicario de Cristo, nos ayudará a discernir cómo acompañar a las víctimas, a reparar el mal causado y tomar medidas que ayuden a recomponer la comunión eclesial. Con él buscaremos los mejores caminos para animar la identidad y quehacer del discípulo misionero y el caminar hacia una Iglesia en Chile que sea testimonio creíble de la vida nueva del Resucitado. 

Creo que los problemas de fondo no son sólo la manipulación de conciencias y los abusos de niños, aunque gravísimos, sino un estilo de ser Iglesia y de evangelizar que tenemos que replantearnos, porque no están aportando identidad cristiana y compromiso con la sociedad. La solución no pasa por decisiones superficiales ni sólo por medidas a corto plazo. El camino, que se percibe largo, ha de tener tanto en su origen como en su desarrollo aquella permanente renovación interior que toque conciencias y voluntades y que, por exigencia evangélica, se exprese en un testimonio creíble, no sólo a nivel de intenciones, sino sobre todo con obras. 

Quizás ninguno de los problemas mencionados de la Iglesia en Chile sea exclusivo de nuestro país. Pero la intensidad y la progresiva conciencia de que los abusos de poder y el abuso sexual en la Iglesia no pueden ocurrir nunca más es una tarea que venimos aprendiendo con dolor. El sufrimiento profundo a causa de estos actos deplorables, difícil de curar, nos lo han mostrado las víctimas con su testimonio y sus descargos. 

Ya el Papa Pablo VI en Ecclesiam suam (1964) nos invitaba al diálogo, a «escuchar–nos», «a ex–poner–nos» para caminar juntos. La labor de renovación eclesial no la haremos los obispos escuchándonos a nosotros mismos, sino que es desafío de todo el Pueblo de Dios, y de nosotros en cuanto miembros de él. La primera y urgente labor a la que el episcopado chileno es convocado es a escuchar con humildad la voz de Cristo, que habla por el Papa, y luego a liderar el diálogo en el Pueblo de Dios, y un diálogo a todo nivel, también con los que no pertenecen a la Iglesia. Es cierto que la verdad no es producto de la suma de cantidades. Pero como ella tiene por fuente al Espíritu que anima a todo el Pueblo de Dios, todos debemos empeñarnos en edificar desde la verdad y la comunión una «Iglesia en salida» que realmente se haga cargo de las esperanzas y dificultades de los hombres y mujeres de hoy.

Nunca como hoy necesitamos de «tranquilidad interior» (J. Hamilton) y sensatez para no perdernos en las post–verdades que empañan la identidad de la crisis y entorpecen sus posibles soluciones. Nunca como hoy necesitamos de humildad y de respeto para rehacer las relaciones y aportar un nuevo modo de vivir desde la certeza que funda nuestra fe: que Cristo ha resucitado y nos ofrece misericordia y vida nueva.

+ Santiago Silva Retamales
Obispo Castrense de Chile
Presidente de la Cech