Tres ideas para hacer una Catequesis Misionera


Visitando parroquias de nuestro país, en muchas ocasiones he tenido la posibilidad de conocer a catequistas a los cuales les he preguntado sobre la tarea que realizan en sus parroquias, y he escuchado respuestas como estas: “Hago Catequesis con niños”, “Preparo para la Primera Comunión”, “Trabajo con los papás de catequesis”, “Hago charlas para novios”, “Dirijo las reuniones de bautismo”, “Soy animador de Confirmación”, “Le hago catequesis a los jóvenes”, etc.

Pero, ¿qué es, efectivamente, lo que hacemos los catequistas en nuestras comunidades más allá de con quienes trabajamos? ¿Qué es lo que procuramos lograr en nuestros encuentros, con los textos con que trabajamos, con los grupos que constituimos? En una línea podemos decir que los catequistas hacemos todas estas cosas con el único objetivo de educar la fe de nuestros hermanos. Qué significa educar la fe y qué relación tiene con la dimensión misionera, es lo que voy a compartir con ustedes a partir de tres breves ideas.


Catequizar no consiste solo en educar la fe, sino en suscitarla

Muchas veces asumimos como un hecho la fe de quienes se inscriben en nuestras catequesis. De otro modo, pensamos, ¿cómo podríamos explicar que unos padres, jóvenes o novios se hayan inscrito en la parroquia para participar de un proceso de catequesis que implica participar de encuentros (“reuniones”, dirán ellos), leer textos, estudiar, escuchar charlas, etc.; y todo esto por un tiempo prolongado? Sin embargo, la mayor de las veces esto no es así. Si bien en ellos puede haber una iniciativa religiosa, la cual puede estar afincada en cierta tradición familiar o costumbre social (el bautismo, por ejemplo), en la práctica ocurre que pese a haber sido bautizados, muchos de ellos “no tienen una experiencia cordial con la Iglesia y no experimentan el consuelo de la fe” o, más aún, “no conocen a Jesucristo o simplemente lo han rechazado” (EG 14). Se sienten haciendo algo un poco obligados por las circunstancias, la familia, las tradiciones, etc. Llegan un poco molestos, críticos y cerrados a la posibilidad de tener una experiencia significativa en sus vidas. Cuánto más ha aumentado esta situación a partir de la crisis actual de la Iglesia es algo que aún no podemos dimensionar en su totalidad, pero sin duda este hecho ha impactado profundamente a muchas personas y ha puesto una nueva barrera de entrada a la vivencia de la fe en la comunidad.

Frente a esta situación, vuelven a recobrar plena vigencia las palabras de Juan Pablo II al afirmar que en catequesis no se trata solo de educar la fe, sino de despertarla o suscitarla:

“...la «catequesis» debe a menudo preocuparse, no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están aún en el umbral de la fe” (CT 19).

El objetivo final de la catequesis no es enseñar contenidos en el sentido conceptual/doctrinal, sino poner en comunión con Jesucristo. En la misma exhortación apostólica del Papa, leemos:

“En este sentido, el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad” (CT 5).

Toda esta reflexión ha adquirido una especial relevancia en la enseñanza de los pastores de la Iglesia de estos últimos años, el cual ha acentuado el hecho de que la fe no nace de adhesión a ideas, normas ni éticas, sino que, tal como nos lo señalaba de manera tan elocuente el Papa Benedicto XVI, la fe nace del encuentro con la persona de Jesucristo. Lo que mejor explica la tarea de la catequesis hoy es la categoría de “encuentro” genuino con Cristo. Es conocido su discurso inaugural en la Conferencia de Aparecida: “...no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1).

Si entendemos esta perspectiva, comprenderemos que la catequesis es en cierto sentido “misionera” porque busca favorecer el encuentro entre Jesucristo y el catequizando, allí donde éste se encuentra. Los diseños catequísticos deben abandonar la idea de estructurarse a partir de la lógica de los contenidos de modo enciclopédico, para descubrir la vitalidad de la fe y su progresión natural. A la hora de planificar la catequesis, la “dinámica de la vida” debe superar la “lógica del concepto”. Entre otras cosas esto significa que, al diseñar itinerarios catequéticos, estos no deben iniciar adoctrinando, suponiendo la fe inicial de los catequizandos, sino que deben buscar captar sus intereses y motivaciones más básicas. Qué les importa, cuáles son sus problemas, qué los motiva, cuáles temas son interesantes para ellos. Así entendemos lo que el Papa Francisco denomina “primerear” (EG 24) en el sentido de salir al encuentro, involucrarse con los otros, interesarse en sus vidas, en su cotidianeidad, y acompañar sus procesos personales; porque la fe crece de modo orgánico, es decir, lentamente y desde el interior. Los itinerarios que comienzan adoctrinando no comprenden este principio vital de la evangelización.


Catequizar es proclamar el Kerigma

Tantos son los temas que podemos tratar en catequesis, que tendemos a olvidar que esta debe concentrarse en lo central de la fe. El Papa Francisco nos recuerda que “... el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario” (EG 35); en una palabra: Jesucristo. Eso que clásicamente ha sido denominado el Cristocentrismo en la Catequesis (CT 5,6), y podemos decir que tiene una nueva expresión en el concepto de “Catequesis Kerigmática” (EG 164); perífrasis en la cual ambos conceptos parecen convertirse en sinónimos (EN 22).
El Kerigma es el mensaje que debe compartir cada catequista en todo encuentro: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (EG 164). Este mensaje debe repetirse a lo largo de toda la catequesis y en cada etapa y momento (EG 129).

El mensaje kerigmático se plantea en el itinerario de forma espiral y no como una línea secuencial, en el sentido que no es un tema con el cual se comienza para después abandonarlo para tratar “temas más profundos”; sino que es un núcleo al que siempre se vuelve en la catequesis. Un itinerario catequístico consiste en una continua profundización del Kerigma el cual se escucha, se celebra y vive; y al cual siempre se debe volver (EG 164) porque es capaz de iluminar cualquier tema que se trate en el desarrollo de una catequesis (EG 165).

El desafío misionero consiste en instalar preguntas en el corazón de los catequizandos con el fin de hacer del Kerigma una respuesta anhelada. A ninguna persona le interesa las respuestas a preguntas que no se ha hecho (EG 155). El anuncio del Kerigma sin la previa exploración de la búsqueda de sentido humano, puede convertirse en un mensaje en el que las palabras “Salvación” y “liberación” carecen de sentido. Catequistas que quieren compartir el Kerigma, son en primer lugar especialistas en preguntas antes que respuestas, porque sólo así son capaces de disponer el corazón humano a recibir al Señor de las “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).


Catequesis en Salida

Después de tantos siglos de evangelización, hoy podemos decir que en catequesis aún todo está por hacerse y que urge poner a la catequesis en marcha hacia una profunda renovación. Así como el Papa Francisco habla de “Iglesia en Salida”, podemos decir que hoy se requiere tener una “Catequesis en Salida”. Esta actitud implica en primer lugar reconocer en qué lugares la catequesis aún no tiene respuestas adecuadas a las necesidades de la comunidad. Por cierto, no se trata de pensar solamente ni principalmente en catequesis sacramentales, sino en instancias vitales a las cuales hoy no ofrecemos un itinerario catequístico adecuado. Lugares y ambientes que requieren urgentemente una atención pastoral catequética, como adultos mayores, infantes, preadolescentes, adultos alejados de la iglesia, matrimonios jóvenes, familias con trabajadores de faenas mineras, el mundo penitenciario, etc.

¿Qué decir de los medios que utilizamos para catequizar? Seguimos pensando que el único medio son los libros impresos. Hoy en cambio vemos que, si alguien no sabe algo, lo busca en la Internet o en redes sociales (en las cuales los miembros de la Iglesia no tenemos presencia activa suficiente). ¿Dónde están las Fanpage de nuestras parroquias, de nuestra catequesis diocesana, de nuestros programas de formación? ¿Cuántos seguidores tienen en Instagram nuestra Catequesis Familiar de la Parroquia? ¿Cuánta gente leyó la opinión de la Iglesia en Twitter esta semana?  La gente ya no lee los manuales de los aparatos electrónicos que adquiere, sino que busca el tutorial de Youtube ¿Cuáles tutoriales hemos subido en la red explicando los momentos de la Eucaristía o cómo usar la Biblia? Existen códigos bastante conocidos que aseguran mejores resultados en el desarrollo de estos medios: la música, el humor, las mascotas, etc. ¿Seremos capaces de ser los Influencer de los catequistas, o esperaremos que esta posición siempre la ocupen otros? Este es un aerópago al cual no podemos renunciar y que debe ser evangelizado. Acá casi todo está por hacer.

Tengo la suerte de vivir en una comuna rural y puedo darme cuenta de la relevancia que aún tiene la radio como medio de comunicación. Todo se informa por la radio y si bien la música y otros elementos están globalizadas, en este ambiente este medio sigue guardando cierta familiaridad propia de una comunidad de conocidos. Esto es aún más significativo en zonas extremas de nuestro país. Recuerdo a un sacerdote que, años atrás, trabajaba en la Parroquia de Chaitén, en la cual las capillas estaban muy alejadas, y realizaba un maravilloso trabajo catequístico valiéndose de la radio. Existen muchas radios diocesanas que tienen un enorme potencial catequístico. ¿Cuáles programas estamos desarrollando, que itinerarios estamos proponiendo a la audiencia de muchas personas para las cuales este medio es compañía durante todo el día?

Por cierto, estas tareas nos sacan de nuestras zonas de confort, pero es necesario hacerlas para poner a la catequesis en el umbral de la puerta y hacer que llegue a playas nuevas donde el Evangelio del Señor aún no llega.

Queridas hermanas y hermanos catequistas, espero que estas breves reflexiones sean una pequeña contribución a su reflexión sobre la dimensión misionera de la catequesis. Pongámonos en manos del Espíritu del Señor que es el “Maestro Interior” que transforma nuestra vida y la de todos los demás.


Eduardo Valenzuela Magaña
Director Comisión Nacional de Catequesis
Navidad, 12 Marzo 2019

 


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