Queridas Familias :
1. Al concluir nuestra Asamblea Plenaria, en la que una vez más hemos centrado nuestra atención en la familia, los obispos de Chile llamamos a la puerta de los hogares de nuestra patria, llevándoles un mensaje de aliento y esperanza.
2. Acogiendo la invitación del Santo Padre a toda la Iglesia, queremos considerar este Año Internacional de la Familia como un tiempo privilegiado para orar, proclamar y testimoniar con alegría y convicción la Buena Nueva sobre el matrimonio que es el fundamento de la familia.
3. En la familia todos hacemos los aprendizajes fundamentales de la vida. Ella es la comunidad intima de amor y de vida. En ella se revela la verdad última del hombre, creado y llamado a ser imagen del Dios que es Familia. «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gen. 1,26).
4.La familia, como se experimenta tantas veces, es nuestro espacio para el amor. Allí los esposos manifiestan su ternura. Allí aprenden a crecer en la amistad los padres y los hijos. Allí conviven con sus cualidades, valores y diferencias los hermanos. Allí se aprende a servir y ayudar a los necesitados. Allí se abren las puertas para acoger a los que buscan bondad. Especialmente en la familia cristiana se aprende a reconocer y a tratar a Dios como a un Padre, se reconoce a Jesús como el mayor de una multitud de hermanos, se alcanza unidad por el Espíritu de Amor, y se vive en la proximidad de nuestra Madre, la Virgen Maria, que es el modelo de la Madre Iglesia.
5. Convivir en el amor no es fácil. Exige vencer el cansancio, la agitación y la rutina. Cuesta darse el tiempo para la comunicación y el diálogo reposado, pero es posible. Nuestra sociedad y la Iglesia necesitan de familias que, a pesar de las dificultades, luchen por un amor a toda prueba, delicado, generoso, fuerte y definitivo. Ustedes saben de la hermosura de este amor que se conquista con esfuerzo, que a diario necesita el diálogo y el perdón. Para ello cuentan especialmente con la gracia del sacramento del matrimonio.
6. Reconocemos el gran número de familias que viven en la confianza y en la alegría. Agradecemos el testimonio del inmenso amor de los padres por sus hijos, y la enorme disposición al sacrificio que son capaces de desplegar por ellos. Valoramos asimismo la fidelidad y el cariño de los esposos que se ayudan a crecer mutuamente y que nos dan un signo maravilloso del extraordinario amor de Jesucristo por la humanidad y por la Iglesia. Oren para ser siempre fieles el uno al otro. Sin la gracia de Dios no será posible crecer en fidelidad.
7. Como familia tienen una posibilidad privilegiada de valorarse como personas y de hacer el ejercicio de aceptarse en la diversidad. Muestren su familia a los jóvenes que están sintiendo las urgencias del amor, como un llamado al camino de alegres y dolores que es la paternidad y maternidad generosa. En sus gestos muéstrenles que están abiertos al don de la vida. Enséñenles a cultivar el amor y a respetarse mutuamente. Que la gran lección que sus hijos aprendan en el hogar, sea amar a Dios. Ese amor los llevará más tarde a buscarlo en el matrimonio o a servirlo como consagrados al servicio del Señor.
8. Queremos animar a las familias recién formadas para que dejen espacio y tiempo al Señor Jesucristo en sus hogares. Con mucha franqueza les decimos que sin dialogar con Él, se debilita el diálogo entre Ustedes. Escuchándolo a El aprenderán a escucharse y a comunicarse sin dificultad. En esto descubrirán que la oración es vida. «El que no permanece en mi, no tiene vida" (cfr. Jn 15, 4-6). Ser buenos esposos, buenos padres, buenos hijos o buenos hermanos sólo es posible en la proximidad de Dios que da la oración.
9. Los invitamos a tener una activa participación en la vida de la Iglesia, de modo que el amor que se tienen se alimente y acreciente día a día. «La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano». (FC 57). Sólo a través de la participación en ella, alcanzarán plenamente la fecundidad a la que el Señor nos llama.
10. Abran las puertas de su hogar a los pobres y necesitados. Fortalezcan su capacidad de solidaridad cuando hay otras familias qué necesitan ayuda. Den testimonio de sencillez y austeridad, para hacer posible que surja en nuestro país una cultura solidaria.
11. Acompañamos con nuestro corazón de pastores a las familias que están viviendo dificultades. Pidan a Dios su fuerza para no darse por derrotados. No dejen de dialogar con verdad y con bondad. A mayor verdad en lo que digan, mayor bondad en las palabras. Ambas cosas son urgentes e indispensables. Cada situación o problema familiar es siempre una oportunidad de crecimiento y conversión. Jesús amó a la familia de Lázaro, a la samaritana y a la adúltera.
12. Somos mensajeros de la reconciliación y nos gustaría por eso ayudarlos al reencuentro, al diálogo, a sanar heridas y a otorgar perdones. Inspirados en la palabra de Jesucristo y en la experiencia milenaria de la Iglesia les decimos que vayan al fondo de sus corazones a descubrir el amor oculto que poseen. Contemplen largamente al Crucificado para aprender a amar como El nos ha amado. Nuestras puertas quieren estar siempre abiertas para ayudarlos a recibir el sacramento del perdón.
13. A quienes formaron una familia que conoció el fracaso o rompieron la promesa que con ilusión un día establecieron, también queremos expresarles nuestra cercanía. Sabemos el dolor que eso significa. Sufrimos solidariamente con cada familia que se rompe, pero no podemos dejar de repetir que el matrimonio es indisoluble. Recordar esto en épocas en que todo se hace provisorio, cuando el matrimonio entra en crisis, es una exigencia del amor que se funda en la verdad. Lo más santo que se nos ha confiado: la palabra bendita de nuestro Dios, se la entregamos afectuosamente: «No separe el hombre lo que Dios ha unido".
14.Queremos bendecir y acompañar también a la madre que lucha sola para sacar adelante a su familia, sin el apoyo del varón. Ella debe vencer en nuestra sociedad muchos conflictos y debe sufrir también muchas postergaciones. Nos gustaría que sintiera nuestra cálida palabra y el apoyo que toda la Iglesia le puede prestar para su desarrollo personal y en la formación de sus hijos. Es enseñanza de Jesucristo permanecer al lado de los más débiles. Y esa actitud del Maestro queremos continuarla.
15. No nos olvidamos de las escuelas y colegios que buscan caminos para apoyar a los padres en su tarea educativa. Consideren la importancia de la educación para desarrollar un sentido crítico frente a los medios de comunicación social, especialmente la televisión. Los animamos a un esfuerzo conjunto y coordinado con parroquias y movimientos, para que aúnen fuerzas en una tarea evangelizadora y santificadora de las familias y con ellas.
16. En la Oración del Año Internacional por la Familia propuesta por nuestra Conferencia Episcopal rezamos: “Trinidad Santa, Familia divina; Haz que nuestra casa sea un templo y nuestra mesa un altar. Que nuestro pan sea una ofrenda y nuestro trabajo una bendición. Que nuestro matrimonio sea un sacerdocio y nuestra familia una pequeña Iglesia”.
17. Estas palabras sintetizan muy bien la hermosura del proyecto que han elegido. Que Dios viva en medio de ustedes. Que lo invoquen confiadamente. Que su palabra sea conocida. Que el amor los una. Que todas sus actividades ayuden en la construcción de un mundo mejor. Que diariamente los padres ayuden a sus hijos en el conocimiento de Dios, enseñando a perdonarse y ayudarse unos a otros. Que los esposos vivan tiernamente y que ejerzan su misión de educadores de la fe de sus hijos. Que sean una «Iglesia doméstica» que dé testimonio con sus hechos de lo que confiesan con los labios. ¡Qué maravillosa vocación han recibido! ¡Qué hermosa tarea tienen por delante!
18. Para ello les decimos que cuenten con la Iglesia y sus pastores. Pero, de un modo especial, con la ayuda y protección cariñosa de la Sagrada Familia. María y José vivieron la experiencia del amor hermoso descrito en el Cantar de los Cantares. Ellos son los primeros modelos de aquel amor hermoso que la Iglesia no deja de implorar para la juventud, los esposos y las familias. En el pesebre de Belén, en el hogar de Nazaret y en el monte de Jerusalén ellos supieron cumplir la voluntad de Dios. Que la Sagrada Familia los bendiga y acompañe cada día ayudándoles a crecer en la verdad y en el amor.
19. A cada familia de Chile, a cada uno de ustedes esposos y esposas, padres e hijos, hermanos y hermanas, los saludamos y los bendecimos con singular amor.
La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 22 de Abril de 1994.