Carta al director del diario El Mercurio del Vicario para la Educación de Santiago

Carta al director del diario El Mercurio del Vicario para la Educación de Santiago

Jueves 31 de Marzo de 2005
Santiago, 28 de marzo de 2005

Señor Director
Diario El Mercurio
Presente

Señor Director:

El Mercurio del domingo último (27 de marzo), en el cuerpo E de Artes y Letras, publica un artículo respecto a la participación de padres y apoderados en la marcha de los colegios, el que comienza con una afirmación -¿o más bien un juicio y condena?- que devela cierto escepticismo y pesimismo sobre la realidad en esta materia: “La Escuela no escucha a los padres”.

Dicha sentencia resulta, por lo menos, discutible. Ciertamente existen malas prácticas, que entorpecen la necesaria participación de padres y apoderados en un establecimiento educacional. Muchas veces se observan conflictos, rechazos e incluso hostigamientos, los cuales solo perjudican la calidad de la enseñanza.

Un padre preocupado de su escuela es un enorme aporte, no sólo, al decir del artículo, “para poner los vidrios y pintarla”. Un padre emotivamente comprometido aporta ideas, fuerza, estrategias, su testimonio, etc. Pero también es cierto que un padre motivado por el juego de poder cae en la fiscalización, en el cuestionamiento, en la creación de ambientes hostiles, en el deseo de co-gobernar la tarea técnica y formadora de sus hijos.

En mi opinión en el artículo falta reconocer los muchos ejemplos en que colegios ya están operando la integración de los padres. Muchos colegios de la iglesia tienen implementado el modelo participativo con diversos nombres: Consejo de Comunidad, Equipo de Coordinación, Fundaciones Educacionales, etc. La Iglesia en esto ha dado un fuerte testimonio de “comunión y participación” efectiva y lo seguirá dando. Muchos colegios están diseñando sus Consejos Escolares, independiente que la ley lo exija.

Creemos que los Consejos Escolares pueden ser una eficaz herramienta y, desde esta Vicaría, apoyaremos su implementación en aquellos colegios que aún no los han creado. Sin Embargo, creemos que hay que tener especial cuidado con aquellos aspectos que pudieren entrabar o desnaturalizar su funcionamiento:

-La confrontación: que el Consejo se transforme en un pequeño campo de batalla en que unos ataquen a otros;
-el cogobierno: caer en un asambleísmo en que todo deba ser objeto de discusión y análisis, entorpeciendo aquellas decisiones que corresponden a los directivos;
-la trinchera: creación de grupos antagónicos que pugnan por espacios de poder, evitando el consenso, originando bloques con votos más que con opiniones;
-la improvisación: reuniones mal preparadas, con consejos mal informados;
-falta de seguimiento: escaso nivel de evaluación de las acciones propuestas por el Consejo;
-falta de autocrítica: la ausencia de un ejercicio reflexivo sobre el funcionamiento de esta instancia que permita visualizar los aspectos deficitarios;
-centralismo: se deja todo el peso de las decisiones en manos del Presidente del Consejo, el Director, quien debe implementar las propuestas, sin involucrar a los otros actores;
-ausencia de estudios: una insatisfactoria organización del trabajo de análisis; se requiere formar comisiones con objetivos claros, con participación de consejeros, pero también de otros miembros de la comunidad;
-egoísmos: privilegiar los intereses propios o de un determinado estamento, en detrimento del interés general;
-prejuicios: opiniones infundadas, decisiones sin base que les den fiabilidad;
-sesgo informativo: negar antecedentes de los estudios e información complementaria;
-expectativas falsas: el Consejo es una instancia necesaria de participación y de vida democrática, pero no puede resolver la totalidad de los problemas que se presentan al interior de la escuela.

Afectuosamente,

Juan Díaz, s.j.
Vicario para La Educación
Arzobispado de Santiago
Santiago, 31-03-2005