“¡Qué noticia más hermosa y reconfortante! ¡El Señor ha resucitado y vive para siempre!”
Invitados por la liturgia anual de la Iglesia, hemos hecho el camino de la Cuaresma, con cuarenta días de especial oración, limosna y penitencia, ya sea de manera individual o familiar, en nuestras parroquias y capillas, entre los diversos quehaceres de la vida y del vecindario.
Tal como lo había anunciado el mismo Jesús, después de ser humillado, torturado, juzgado injustamente y muerto, Él resucitó al tercer día de entre los muertos. Y esto nos llena de una inmensa alegría. Por esto cantamos en todos los idiomas de la tierra la misma aclamación, ALELUYA, que significa ¡ALABAD A DIOS¡ ¡Porque realmente ha hecho grandes cosas!
La Santa Escritura y la fe de la Iglesia desde el comienzo nos han dado a conocer que Dios resucitó a su Hijo Jesús hermoso y glorioso, y que en su Pascua, o Paso de la muerte a la vida, todos, hombres y mujeres, estamos llamados a dar o vivir también nuestro Paso.
En efecto, de acuerdo a lo que nos dice el apóstol Pablo, el hecho de estar bautizados significa que fuimos incorporados a la muerte del Señor, y a la vez, hemos sido sepultados con Él para resucitar con Él a una vida distinta.
Y aquí viene la gran pregunta: cómo vivir en nuestro tiempo, en medio de las mentiras y violencias de la vida cotidiana, de las injusticias y las faltas de respeto a la dignidad de cada persona, en su cuerpo o en su espíritu, el compromiso de ser consecuentes con la Pascua de Cristo Señor.
De modo especial en nuestra Iglesia que peregrina en Atacama, este año 2004 estamos invitados a ser mensajeros de Dios y servidores de su pueblo, mediante nuestro compromiso con la Solidaridad profética. Esto implica que debemos dar testimonio de que el Señor está vivo, y nos llama a hacer de Chile y del mundo una gran familia en el amor y diálogo, sin terrorismos de ninguna clase y con unas grandes ganas de servir a los demás, como lo ha hecho Jesús. Morir y resucitar por todas las mujeres y los hombres del planeta en todos los tiempos ha sido su mejor gesto de amor y servicio.
Para toda la gente de nuestra tierra de Atacama, ¡una Feliz Pascua del señor Crucificado y Glorioso!
†Gaspar Quintana J., CMF.
Padre-Obispo de Copiapó.