Orientaciones Pastorales 1978
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Orientaciones Pastorales 1978

Fecha: Miércoles 01 de Noviembre de 1978
Pais: Chile
Ciudad: Puerto Montt
Autor: Asamblea Plenaria

1978
El Sacramento de la Reconciliación
Normas sobre la Confesión
Nuestro Señor Jesucristo anunció que El había venido a cumplir su misión preferentemente por los pecadores, y que había más alegría en los cielos por un pecador arrepentido que por 99 justos que no necesitan penitencia. Todo el Evangelio nos muestra a Jesús compasivo y misericordioso con los pecadores y bastará meditar en las actitudes concretas del Señor con la mujer adúltera. Con Zaqueo, con María Magdalena, con el buen ladrón, para valorar cómo su pensamiento se traduce en comprensión, misericordia y perdón (Nota 1).
Dios conoce el corazón del hombre y sabe que en la condición humana hay un misterio de luz y de sombras, de gracia y de pecado, de bondad y de maldad. Dios sabe cómo el pecado marca y cuanto dificulta la felicidad y plenitud que buscan todos los hombres. Mientras vivamos nuestra condición terrestre, la realidad del pecado nos acompañará.
Dios envió a su Hijo y El, nuestra Reconciliación y nuestro Perdón, nos ha dejado el sacramento de la Penitencia para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo, y para aumentar la gracia y la fuerza contra el mal, cada vez que lo recibimos debidamente.
Este sacramento, igual que todos los sacramentos tienen su origen en la Muerte y Resurrección de Cristo; pero es el Sacramento en que brilla con más fuerza todo el sentido pascual y gozoso de la reconciliación. A este Sacramento se refiere Jesús cuando dijo a los Apóstoles “Recibid al Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les serán perdonados, a quienes se los retengan, les quedarán retenidos” (Jn. 20.22-23).
Siempre el sacerdote deberá tener presente que es “ministro de la misericordia de Dios” cuando, en nombre de Jesucristo, perdona a un hombre arrepentido.
El perdón lo otorga el Señor, pero El ha querido que pase a través de la mediación de la Iglesia. Por esta razón el perdón deberá ser dado según los criterios de la Iglesia que es prolongación actual de Jesucristo. La Iglesia confía a cada sacerdote esta mediación. Por lo tanto, los sacerdotes deben actuar, no según las disciplina de la Iglesia.
Por todas estas condiciones queremos recordar las siguientes orientaciones sobre este Sacramento:
1. Al penitente que confiesa íntegramente sus pecados al sacerdote, ministro de la penitencia en la Iglesia, y le manifiesta su sincera conversión, Dios le concede el perdón al recibir la absolución sacramental (Cfr. Conc. Trento. Ses. XVI).
2. La Confesión personal e íntegra, con la absolución individual continúan siendo la única forma ordinaria establecida para reconciliarse con Dios y con la Iglesia, a no ser que alguna imposibilidad física o moral exima de esta confesión. Quienes afirman confesarse “directamente con Dios”, no están de acuerdo con la doctrina revelada, la cual, como ya se dijo, exige la mediación de la Iglesia a través del sacerdote.
3. La absolución general, sin confesión previa personal, es autorizada por la Iglesia en situaciones de peligro o de muerte inminente, tales como accidentes del tránsito, terremotos o situaciones similares. En casos excepcionales, cuando para el número de penitentes no hay suficiente cantidad de confesores para oír convenientemente las confesiones dentro de un tiempo razonable, y así los penitentes sin culpa propia, se verían obligados a privarse por largo tiempo del Sacramento y de la sagrada Comunión, el Obispo podrá autorizar la absolución general sin previa confesión individual. Esta absolución general es excepcional y compete exclusivamente al Obispo Diocesano determinar cuando puede realizarse, permaneciendo la obligación de confesar los pecados graves absueltos con la absolución general, cuando sea posible.
4. Las celebraciones comunitarias del Sacramento de la Penitencia favorecen la preparación a una reconciliación más fructuosa y consciente, al hacer resaltar el sentido comunitario del pecado y de la conversión. Pueden realizarse si hay sacerdotes suficientes para escuchar las confesiones individuales.
5. El acto penitencial indicado al iniciar la Eucaristía no es una absolución colectiva. Es sólo un “sacramental” que invita al arrepentimiento de los pecados veniales o faltas leves.
6. Quienes tienen conciencia de haber manchado su corazón con un pecado grave o mortal no deben, ordinariamente (Nota 2), comulgar sin previa absolución de su pecado en razón del respeto debido a Jesús realmente presente en el Santísimo Sacramento (Cfr. 1 Corintios 11, 29-29).
7. Aquellos que viven en situación permanente de pecado. P.ej. en materia de justicia o de concubinato o de adulterio, o están afectados por alguna excomunión, no puede recibir la absolución hasta solucionar estas situaciones según los criterios morales de la Iglesia. A quienes no pueden solucionar estos problemas les recordamos que la misericordia de Dios es infinita y que el amor de Dios por todos sus hijos se mantiene inalterable a pesar de los pecados o equivocaciones que cometemos los hombres, pero esto no quiere decir que se pueden acercar a comulgar.
8. Los mandamientos y en especial el mandamiento y en especial el mandamiento de amar “al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc.10, 27), junto con las Bienaventuranzas (Mt. 5, 1-11) constituyen los puntos fundamentales de referencia evangélica para el examen de conciencia y así lograr una auténtica conversión.
9. Recordamos a todos que, gracias a Dios, los confesores que han conocido la conciencia secreta de los penitentes, están muy conscientes de la obligación de guardar el secreto sacramental en forma absoluta y total.
10. Insistimos a los sacerdotes en la importancia de confesar con dedicación y especial interés a los niños antes de recibir la primera comunión.
11. Recomendamos las celebraciones penitenciales sin sacramento como camino privilegiado para formar la “virtud de la penitencia” indispensable para acercarse al sacramento. Recomendamos realizar estas celebraciones de un modo especial en los tiempos de Adviento, de Cuaresma y en algunas Fiestas religiosas especiales.
12. Hay personas que desean mantener la privacidad o anonimato que da un confesionario otras prefieren confesarse cara a cara en un diálogo directo.
La elección de una u otra forma de confesarse depende del penitente más que del sacerdote.
13. Recomendamos a todos los fieles pero especialmente a los jóvenes la confesión frecuente y de preferencia con un mismo sacerdote que los conozca y tenga su confianza. Este no sólo les perdonará sus fallas, sino que los ayudará a superar los obstáculos para llegar a la perfección evangélica. Los apoyará en su seguimiento de Cristo y en su compromiso al servicio de los hombres sus hermanos.
14. Finalmente, pedimos a nuestros hermanos sacerdotes que cumplan infatigablemente este ministerio de la reconciliación con corazón de padres que deben revelar a los hombres el corazón misericordioso de Dios, con docilidad al Espíritu para ser instrumentos de su acción santificadora en el corazón humano y con el amor de Jesús. Buen Pastor para animar a los penitentes a confiar en el Padre que los ama.
15. Rogamos a todos los cristianos y de un modo especial a quienes trabajan en la pastoral de nuestra Iglesia hacer un esfuerzo grande para darle la importancia que tiene este sacramento en el cual Jesucristo, nuestro Perdón, desarrolla su acción misericordiosa de salvación. En un mundo, dividido por los odios, y tan falto de misericordia para los que yerran, el sacramento de la Penitencia es una luz y un camino para descubrir el aliento y esperanza que Dios entrega a todo hombre que quiere cambiar.

Carta a los Trabajadores del Campo y de la Ciudad
Puerto Montt, 17 de noviembre de 1978.

Queridos amigos:
Muchos de Uds. nos han pedido una palabra de orientación y de aliento en el difícil momento que viven.
Las últimas disposiciones sindicales y administrativas, y el modelo económico que se impone al País les parecen a Uds., un atentado contra los trabajadores y sus familias.
Como Obispos no podemos desoír el clamor de nuestros hermanos. Sería traicionar nuestra misión.
La Iglesia sin la clase trabajadora no es la Iglesia de Cristo; decía el Cardenal Cardijn, fundador de la Juventud Obrera Católica. Uds., trabajadores cristianos, son parte de nuestra Iglesia y la parte más querida por el Señor.
Nosotros no tenemos más fuerza que nuestra palabra. Queremos recordar a los católicos las enseñanzas que principalmente el Concilio Vaticano II entregó a toda la Humanidad.
Dice el documento sobre la Iglesia y el Mundo (Gaudium et Spes) en el número 68 que el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que los representen auténticamente es fundamental para la persona humana, así como el derecho a participar libremente en ellas, sin riesgo de represalias.
Respecto a la organización económica, dice también ese documento en el número 67, que es injusto e inhumano organizar y regular el trabajo perjudicando a los trabajadores. Y que es demasiado frecuente hoy día que los trabajadores resulten esclavos de su propio trabajo. Eso no puede de ninguna manera justificarse por las llamadas leyes económicas.
En cuanto a las tremendas desigualdades que se están acentuando en nuestra sociedad tenemos que recordar el número 66 que nos impulsa a hacer todos los esfuerzos para que desaparezcan los más rápidamente posible y para que los campesinos no queden como ciudadanos de segunda categoría.
Todos los hombres son libres y autónomos, creados a imagen de Dios, dice el número 68, y como el porvenir de los trabajadores y de sus hijos depende, en muchos casos, de decisiones económicas y sociales que superan incluso el nivel de sus empresas, los trabajadores deben participar en ellas por sí mismos o por representantes libremente elegidos.
“El hombre vale por lo que es y no por el dinero que tiene” decía el Papa Paulo VI, y la regla de oro del Evangelio es “tratar a los demás como quisiéramos ser tratados nosotros” (Mt. 7, 12). Si estos principios no son reconocidos ni promovidos por la sociedad esta se aleja del cristianismo y se pierde toda garantía para la estabilidad social en el porvenir.
La persona humana es sagrada, no sólo porque fue hecha a imagen de Dios, sino porque fue rescatada con la sangre de Cristo. Por eso decía también Cardijn que “el alma de un joven trabajador vale más que todo el oro del mundo”. Y ya el Papa Pío XI denunciaba que mientras la materia salía de las fábricas ennoblecida, los trabajadores resultaban envilecidos y corrompidos (Quadragesimo Anno. 135).
Los Católicos nunca podremos estar con nuestra conciencia tranquila si por ganar dinero estamos destruyendo al hombre o atentando contra su dignidad. Ni podemos esquivar el texto del Apóstol Santiago: “El salario que no han pagado a los obreros que segaron los campos está gritando y el clamor de los segadores ha llegado a los oídos de Dios” (Stgo. 5,4); lo que dijo la Iglesia en el siglo I sigue válido para los obreros y campesinos del siglo XX.
Una organización sindical que se imponga a los trabajadores para manejarlos es contraria a la Doctrina Social de la Iglesia. Tampoco es aceptable su manipulación por los partidos políticos.
Sin entrar en terrenos que no nos corresponden, creemos que esta carta mostrará claramente los principios morales obligatorios que provienen de la enseñanza misma de Nuestro Señor Jesucristo y les orientara para tomar responsablemente sus decisiones ante los problemas suscitados.
Estaremos siempre prontos a colaborar con Uds. En la formación doctrinal y el respaldo espiritual para sus dirigentes. Rezamos al Señor para que les de sabiduría, valor, paciencia y fe en esta hora difícil que viven.
Que María Santísima Madre del Pueblo de Chile a quien veneramos en este Mes, nos reúna como hijos y hermanos en una misma familia.

Informe Nº1
Los Laicos en la Iglesia Chilena
Es necesario comenzar diciendo que para hacer un análisis del apostolado laical debemos ampliar nuestra mirada sobre lo que tradicionalmente entendemos por “Laicado”. Nos referimos aquí al laicado en general y no sólo a los movimientos apostólicos laicales. Los Laicos en Chile constituyen entonces la gran mayoría de la Iglesia ¿No estamos demasiado acostumbrados a restringir casi inadvertidamente “al laicado” a aquella porción de laicos organizados en movimientos?
Una somera visión acerca del “Laicado” en la realidad actual de la Iglesia chilena nos indica grandes avances en su promoción y participación activa dentro de ella. Tenemos hoy una Iglesia llena de laicos. El Laico ya no es la figura pasiva de hace algunos años atrás. La renovación conciliar y las múltiples transformaciones vividas por nuestra Iglesia han hecho despertar al laicado que hoy participa de una manera activa y vital en innumerables tareas pastorales. Este signo alentador y vivificante se ha reflejado en las más variadas esferas de la vida eclesial las comunidades, los movimientos, la vida parroquial, la catequesis, la liturgia, los nuevos ministerios, etc. Son laicos la mayoría de los monitores de Catequesis Pre-bautismal, la Catequesis Familiar es guiada por un matrimonio de seglares, en la Catequesis Infantil son los mismos jóvenes o adultos los responsables, etc. En la vida sacramental se nota por parte de los laicos todo su ímpetu y energía las charlas a los novios para el Matrimonio, la preparación más participada a la Confirmación, el papel activo del seglar en la liturgia de la Palabra, incluso en la Liturgia Eucarística. Las mismas Comunidades Eclesiales de Base (CEB) con sus ministros y servidores laicos ¿acaso no deben su auge a la labor tesonera de seglares profundamente inspirados en el Evangelio y con un sentimiento admirable de Iglesia?
En el ámbito del laicado organizado en movimientos apostólicos, especialmente la Acción Católica Especializada, otrora en grave crisis. ¿Acaso no se deja ver su resurgimiento silencioso pero consistente? En estos últimos años hemos visto, y así lo hemos declarado más de una vez, el notable incremento de personas que se acercan a la Iglesia habiendo estado alejados de ella. Pueden ser múltiples sus motivos, pero es un hecho que hoy la vida de la Iglesia está más activa, la gente participa en mayor número en las diversas celebraciones y acciones de la vida eclesial. En esta mayor vitalidad que muestra hoy la Iglesia sin duda tiene que ver el preponderante papel que ha venido tomando el laicado en las acciones pastorales. Pero ¿Es esta situación tan ideal?
¿Debemos estar contentos con que nuestras Iglesias estén llenas de fieles cada Domingo? ¿Qué significa que tantos laicos hayan descubierto una vocación de servicio a la Iglesia y se entreguen tan fielmente a ella? La Catequesis, la liturgia, los Sacramentos, las mismas Comunidades ¿son el único o más propio campo de su acción apostólica?
¿Qué nos dice la doctrina magisterial sobre el laicado?
Recordemos el concilio:
“El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (.. ) A los laicos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales” (L.G. 31).
Por ello Paulo VI, nos recuerda en Evangelii Nuntiandi:
“Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización.
Si bien el laico puede participar, por sentirse llamado o por ser llamado en el apostolado de la jerarquía ejerciendo ministerios diversos (Cf. E.N. 73).
“Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial esta es la función específica de los Pastores, sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas, escondidas pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo” (E.N. 70)
Miremos nuestro laicado.
Si nos detuviéramos por un momento a pensar en el sentido global de “laico” y si por él entendemos a todo bautizado que no ha recibido el Sagrado Orden, entonces la mayoría de los chilenos son “seglares” para la Iglesia Católica Romana. Los laicos no sólo constituyen la mayoría numérica en la Iglesia, sino que la mayoría absoluta de los habitantes de nuestro país.
Habiendo en la vida social tantas situaciones y valores que atentan contra el Evangelio, ¿no son ellas en parte, responsabilidad de los seglares que en vez de estar evangelizando su propio ambiente o bien se han volcado hacia actividades intraeclesiales, o bien se consideran “católicos a su manera” y creen justificar por ello su indiferencia hacia el hambre, la miseria, las injusticias?
En “La Conducta Humana” analizábamos los antivalores y actitudes antievangélicas relativas al sexo, al dinero y a la violencia en nuestro país.
¿No son “signos del tiempo” un llamado especial a los seglares para que ellos evangelicen el “corazón del mundo?”
¿En qué estamos fallando cuando constatamos que la mayoría del laicado está hoy volcado hacia actividades intraeclesiales, en desmedro de su misión de evangelizar el corazón del mundo?
¿Cuál o cuáles son los principales obstáculos que encontramos en nuestra actividad pastoral que nos impiden promover un laicado que evangelice en campo propio lo social, la política, la economía, la cultura (Cf. F.N. 70).
¿Qué formación les damos a esa mayoría de nuestro laicado para que cumplan su misión de ordenar según Dios los asuntos temporales?
La finalidad de la evangelización es un cambio interior.
“Lo que importa es evangelizar no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de una manera vital en profundidad y hasta sus mismas raíces ILEGIBLE a la persona en sus relaciones mutuas y su relación con Dios.
¿Cómo hemos evangelizado a la gran masa del laicado chileno?
Sacando algunas consecuencias pastorales.
¿Cómo podríamos llegar hasta el corazón de todos los laicos para que descubran su vocación apostólica?
¿Cómo podríamos formar laicos convertidos a la vocación que el mismo Señor les ha encomendado para evangelizar su medio social y cultural? ¿Cómo implementar una pedagogía en la formación a partir de la realidad laical?
¿Qué tipo de hombre, qué tipo de cristiano queremos formar para la sociedad chilena del mañana? ¿Cómo hacer que el laico encuentre en su actividad en el ambiente la fuente de su santificación?
¿Cómo readecuar la pastoral para que el seglar no agote su participación en las labores que no le son tan peculiares? ¿Qué tiene que ver esto con las actividades del sacerdote el ministro consagrado hacia el laico? ¿Qué significa, a este respecto, la autonomía de lo temporal?
¿Cómo pueden los Obispos, en tanto Pastores, conducir al Pueblo de Dios de tal forma que se fomente realmente la vocación propia y específica de seglar que lo vuelca hacia el mundo?¿Acaso ello no significaría correr el riesgo de que la actividad comunitaria intraeclesial disminuyera para posibilitar al cristiano ser fermento en su propio ambiente?
Estas y muchas preguntas requieren una respuesta atenta, inteligente, fiel al Espíritu del Señor que a través de los signos del tiempo nos esta exigiendo una pastoral todavía más auténticamente evangélica y evangelizadora. En cierta medida el futuro de Chile depende de la Iglesia y de su capacidad para formar cristianos seglares que logren empapar los valores determinantes, los criterios de juicio, las normas de conducta en la futura convivencia nacional que se esta gestando.

Informe Nº2
Comunidades, Ministerios y Diaconado
Comunidad Eclesial de Base.
Con satisfacción se afirma que la CEB ha sido una gran riqueza en nuestra Iglesia.
Se ha constituido en un valioso lugar de personalización, dando además un sentido de pertenencia a la Iglesia al entregar responsabilidades a sus miembros.
Ha mostrado ser también un excelente lugar de formación y crecimiento en la fe escuela de oración, de catequesis y ayuda fraterna.
Pero, en general, se juzga insatisfactorio el grado de compromiso de la CEB en la evangelización y en la promoción humana y social de los ambientes en que están insertas. Parecen estar muy replegadas en si mismas.
Es necesario darle a las CEB una dimensión más misionera.
Las CEB han surgido en su gran mayoría en sectores urbano-poblacionales y en el medio rural. Su ausencia en los medios independientes indica que para ellos hay que buscar otra cosa, ya que la CEB no es el único camino.
Las Misiones y la Catequesis, en forma muy particular la Catequesis Familiar son las acciones de Iglesia que de preferencia le han dado origen. Son más escasas las que han surgido partiendo de acciones solidarias o de promoción.
Se constata de que se habla de CEB correspondiendo el término a realidades distintas.
A un nivel más amplio, con pequeñas comunidades en su interior y/o grupos funcionales (catequesis, jóvenes, ayuda fraterna, etc.).
Esta forma ha tenido en general dos caminos para su estructuración de un grupo mayor, algo informe, a la creación en su interior de comunidades y/o grupos menores más fraternales, y de un grupo o comunidad pequeña, por federación a la comunidad de nivel más amplio.
Se da en los sectores donde lo territorial pesa más.
En algunas partes estas Comunidades son llamadas “Diaconías”.
A un nivel más pequeño donde se dan fuertes relaciones interpersonales, unidas directamente a la Parroquia (suele darse en los medios independientes o en sectores “residenciales”) o a un Movimiento determinado.
Es necesario aclarar más el concepto de CEB, ya que hay una gran confusión, especialmente en los párrocos, quienes con frecuencia dan ese nombre a cualquier grupo parroquial. Esto mismo, unido a lo dicho anteriormente ha dificultado hacer un cálculo real sobre el número de CEB existentes entre nosotros.
También se estima conveniente dar en la CEB una formación doctrinal más sistemática. Para ello habrá que ofrecer esquemas de reuniones y material para ellas.
Se juzga necesario buscar experiencias significativas de CEB y darlas a conocer.
Diaconado Permanente
Se reafirma su valor dentro de la acción evangelizadora de la Iglesia y la oportunidad de haberlo restaurado.
Se calcula la existencia de un número aproximado de 180 diáconos permanentes en el país, calculándose que a fines del año 1979 sobrepasarán los 200.
Se constata que en los primeros años de la restauración hubo un gran esfuerzo de promoción vocacional. Con ello, en el año 1975 se llegó a ordenar una cantidad algo superior a los 40 diáconos. Hubo una notable baja en el número de ordenaciones en los años siguientes. En los años 1977 y 1978 ha habido 32 ordenaciones, pero de ellas 29 corresponden a tres diócesis y sólo 3 al resto del país.
La labor que con mayor frecuencia les ha tocado desarrollar ha sido la de Animador o Responsable de una Comunidad o Sector y la de colaborador del sacerdote o párroco. Pocos han trabajado en tareas de promoción de ayuda a los necesitados o al desarrollo de la comunidad humana.
La falta de sacerdotes les ha hecho asumir muchas veces tareas propias de presbíteros oscureciendo así su imagen propia.
Urge una reflexión teológica sobre la identidad del diácono dentro de la tarea evangelizadora de la Iglesia. La falta de claridad dificulta su promoción y hace posible que muchas veces existan relaciones difíciles entre diáconos y presbíteros o entre diáconos y laicos, al no tener claro lo que peculiar.
Se estima que en general, la formación doctrinal de los diáconos ha sido deficiente y que en el futuro es necesaria una mejor selección y formación. También la esposa necesita una cierta formación.
Se juzga que el camino más indicado para discernir vocaciones diaconales, sin excluir otros caminos, es a través del ejercicio de ministerios laicales. Ante un voto presentado por el COMIN que decía “¿Cree Ud., que el camino más indicado para discernir vocaciones es a través del ejercicio de ministerios laicales?” de 25 Obispos 21 dijeron SI.
Se estima desacertado el nombre de “pre-diácono” para quien aspira al diaconado, por prestarse a malas interpretaciones o poder crear falsas ilusiones.
Se ve que hay que estudiar la situación del diácono en caso de traslado a otra diócesis. Se requiere, para evitar problemas, que se vaya caminando hacia algunos criterios comunes en cuanto a selección y formación.
Ministerios Laicales
Siendo los Ministerios Laicales algo muy reciente en la Iglesia, son aun desconocidos para muchos, incluso para agentes de pastoral.
Es necesario por ello dar algunos aspectos doctrinales acerca de ellos.
Se suele llamar Ministerio a “un servicio importante, necesario, estable y determinado, que algunos cristianos prestan, en nombre del Señor y de la Iglesia por ordenación o institución a la comunidad cristiana, a fin de que ésta evangelice y sirva al mundo”.
Un servicio por lo tanto para que tenga la categoría de Ministerio ha de ser importante, necesario, estable y determinado y, a la vez, “oficializado”.
Esta oficialización se logra, ya por el sacramento del Orden Sagrado Ministerios Jerárquicos (Episcopado, Presbiterado y Diaconado); ya por Institución o Mandato, Ministerios. No Ordenados o Instituidos.
El Ministerio Jerárquico cumple un servicio de capitalidad en la Comunidad Eclesial: actúa en ella “en nombre de Cristo, Pastor de su Pueblo y Cabeza de su Cuerpo” (L.G. 28). Quienes ejercen este ministerio son Pastores en la comunidad de Iglesia.
Los Ministerios No Ordenados o Instituidos son llamados también Laicales ya que siguen siendo laicos en la comunidad eclesial quienes los ejercen.
El Papa que las Conferencias Episcopales pueden solicitar a la Santa Sede la institución de nuevos Ministerios Laicales, según las necesidades eclesiales.
Los ministerios laicales de Lector y Acólito sólo pueden ser conferidos a varones. Los nuevos que se irán creando también podrán ser asumidos por mujeres.
Criterios para la posible institución de Ministerios Laicales en la Iglesia de Chile:
Afirmar la tarea fundamental de los laicos. Su gran tarea y su vocación primordial está en el mundo “su tarea primera e inmediata es el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas, escondidas pero a su vez presentes y activas en las cosas del mundo” (F.N. 70).
Por lo tanto que sólo algunos laicos sean ministros en la comunidad, los suficientes para que ésta pueda quedar bien constituida y así cumplir su misión en el mundo.
Servicios que ya se estén dando. Solicitar la institución de Ministerios Laicales que correspondan a servicios que se estén dando en la práctica en las comunidades. No inventarlos desde un escritorio.
Servicios con características de Ministerios. Que sean servicios importantes, necesarios, estables y determinados, que van a contribuir a formar o dinamizar, en una u otra forma, a la comunidad cristiana. No cualquier servicio ha de ser ministerio.
Instituir pocos Ministerios. Crear los suficientes y necesarios para vivificar la comunidad eclesial, a fin de que ésta pueda cumplir su misión en el mundo. Muchos servicios y muchísimos servidores; pocos ministerios y pocos ministros.
Niveles y Areas en la Comunidad Eclesial. Es conveniente en la institución de Ministerios Laicales considerar los diversos niveles en que se da la comunidad de Iglesia nivel diócesis, nivel parroquia, nivel pequeña comunidad o CEB, nivel ambiental, etc. También es conveniente considerar las diversas áreas en que se da la acción litúrgica y acción pastoral, acción profética, acción litúrgica y acción hodegética (caritativa y conductora).
Ante un voto presentado por el COMIN que decía “¿Cree Ud. Que es oportuno que esta Asamblea Plenaria pida ahora a la Santa Sede la institución de algunos Ministerios Laicales para Chile?” de 25 Obispos 22 dijeron NO.
Ante un segundo voto presentado por el COMIN que decía “¿Cree Ud. Que sería conveniente experimentar a nivel diocesano, por dos o tres años los siguientes Ministerios Laicales “Animador de Comunidad Eclesial de Base”, “Coordinador de Catequesis” y “Promotor de Ayuda Fraterna” (Puede votar por los tres, por dos o por uno). De 25 Obispos 23 estimaron conveniente experimentar a nivel diocesano el Ministerio Laical de Animador de CEB, 21 el de Coordinador de Catequesis y 19 el de Promotor de Ayuda Fraterna.
Estos resultados reflejan plenamente el sentir de los Srs. Obispos manifestado con anterioridad en los trabajos de comisiones y plenario, no es oportuno todavía solicitar estas instituciones a la Santa Sede ya que no hay todavía suficientes experiencias en ningún servicio que pudiera ser aquí y ahora un ministerio laical para Chile, y es mejor seguir experimentando en esos servicios que se les ve características de ministerios y que en mayor o menor grado ya se están viviendo.

Informe Nº3
Catequesis
Principales logros
La creciente confianza depositada en los laicos como evangelizadores hace que cada año funcionen más de diez mil grupos de catequesis familiar animados por matrimonios o por laicos solos, y más de ocho mil grupos juveniles preparándose a la Confirmación, que gradualmente caminan hacia la constitución de pequeñas comunidades cristianas. En ambos casos, la duración mínima de dos años en estos procesos, concebidos como un cierto catecumenado de bautizados, hace posible una evangelización sería y un efecto multiplicador.
La catequesis escolar se ha revitalizado en los años recientes. Si desde 1969 y 1977 se capacitaron algo más de dos mil profesores como catequistas escolares, en procesos de más de 240 horas sistemáticas en el solo año 1978 se supero esta misma cifra. Grande y valioso ha sido en esto el aporte de los cursos por correspondencia con apoyo local realizados primero por la sede Coquimbo de la Universidad del Norte y desde 1978 también por el Departamento de Orientación Cristiana Escolar de la diócesis de Talca además de los cursos de aula realizados por casi todas las diócesis.
Falta un nuevo impulso misionero.
Para llegar con la palabra de Dios a amplios sectores sociales que actualmente no son alcanzados por la catequesis familiar, juvenil, escolar ni de las comunidades de base hay que emprender una vasta acción misionera.
La catequesis desarrolla la fe de los cristianos pero la misión, que lleva el Evangelio a los no cristianos, debe ser una preocupación constante de cada comunidad de base, de cada parroquia, de cada diócesis y también a nivel nacional. En todos estos niveles es preciso crear o ampliar los equipos dedicados a la acción misionera.
En la actualidad, el anuncio extensivo del Evangelio no debe limitarse a la organización de misiones, sino que debe tener muy en cuenta las posibilidades que ofrecen los medios de comunicación social, especialmente la radio. Para mejorar la utilización de estos medios, debe buscarse una buena coordinación entre los equipos de catequesis, de misiones y de comunicación social a nivel nacional, diocesano y local.
En ciertos lugares como las cárceles, hospitales y hogares de ancianos hace falta algún material sencillo y de fácil difusión que no sustituya la catequesis más prolongada y profunda de nuestra pastoral ordinaria, sino que invite hacia ella.
Conocimiento sistemático de los distintos ambientes
Estas acciones evangelizadoras requieren con urgencia la realización de estudios antropológicos para conocer los distintos grupos humanos, su mentalidad, sus ritmos de vida, su lenguaje, sus valores propios. Algo se ha hecho al diseñar catequesis especiales para mapuches, chilotes, bailarines promesantes y campesinos. La Antropología y otras ciencias humanas, han comenzado a formar parte de la capacitación sistemática de los nuevos catequistas escolares y de los formadores de catequistas en general. Pero quedan amplios grupos humanos cuyas características hace falta estudiar.
Un avance importante ha sido, la iniciativa desarrollada desde 1976 de adaptar al ambiente rural el material de catequesis familiar con ocasión del ingreso de los niños a la eucaristía. Hay que dar pasos semejantes en las demás formas de catequesis, principalmente por medio de la formación de catequistas del propio ambiente, con material adecuado.
La formación de comunidades renueva la catequesis
Hoy proclamamos la necesidad de una catequesis permanente y progresiva, aún reconociendo el enorme progreso que se hace patente al comparar la catequesis actual con la anterior. La clave de la comunidad en la educación de la fe hay que situarla en la familia, que es capaz de fortalecer a los suyos en medio de un mundo secularizado. Las agrupaciones de familias evangelizadas están llamadas a formar las nuevas comunidades cristianas.
La preparación parroquial para el matrimonio y para el bautismo de los niños, en general no cumple los requisitos de una verdadera catequesis. El lugar en que ella se realiza es a menudo una sala de charlas y no una comunidad viva. El que comunica el mensaje no es siempre un testigo de la fe que se vincula con la comunidad creyente local a los interlocutores. Estos vienen más a cumplir un trámite que a renovar su vida. La presión ambiental que valoriza socialmente la ceremonia es para muchos un estímulo más decisivo que las motivaciones que harían válido y fructuoso el sacramento.
Una intervención tan fugaz de la Iglesia no puede prevenir las crisis conyugales, ni asegurar el crecimiento cristiano de los niños. Esta formación más continua y profunda es ahora posible sólo en las familias cristianas, en los grupos apostólicos y en las comunidades pequeñas.
No conviene agobiar con exigencias en la etapa inmediatamente previa al matrimonio. Recomendamos multiplicar los ciclos de catequesis no obligatorios, de preparación al amor y al matrimonio, aprovechando las oportunidades que brindan la pastoral de Confirmación, la escuela y otros lugares catequísticos.
En el caso del Bautismo de los niños, es posible pensar en experiencias de celebración del sacramento por etapas, para lograr que los padres sean suficientemente conscientes y responsables al asumir sus compromisos.
Las pequeñas comunidades cristianas deben mostrar un carácter acogedor y ofrecer a las parejas jóvenes una formación permanente en la fe, para esto, ONAC y los equipos diocesanos de catequesis deben proseguir su esfuerzo por ofrecerles buen material de apoyo.
Normas sobre el contenido
EN algunas formas de catequesis, el contenido no está bastante centrado en el misterio pascual. Hay que educar la fe para reconocer el paso salvador de Dios en medio de las situaciones de la historia, en las cuales Jesucristo continúa su misterio de muerte y de resurrección.
En nuestras catequesis es indispensable dar una mayor extensión al conocimiento de la historia de la salvación, en su etapa del Antiguo Testamento, para asegurar una mejor educación en la fe que capacite a nuestros laicos para detectar ese paso liberador del Señor en la historia que todos hacemos y vivimos con El.
Con cierta frecuencia, hay una reducción intimista y doméstica del tema de la conversión, limitada a lo individual o, a lo sumo, al ámbito familiar. Falta relacionar adecuadamente la redención con la encarnación y con la creación, por eso, se pierde de vista el plan de Dios y se sigue insistiendo en una escatología deficiente que relega la fe a la historia. Esto mutila el mensaje cristiano y le resta actualidad.
Se observa entonces un distanciamiento entre el aspecto sacramental de la vida y el compromiso liberador, entre una cristología más bien devocional y la doctrina social de la Iglesia, todavía poco conocida entre los catequistas y otros agentes pastorales, entre la alabanza a Dios y la transformación desde dentro de las estructuras de la sociedad, entre la búsqueda de la santidad y la de la justicia.
Estas fallas del contenido de ciertas acciones catequísticas, poco atentas a la misión del laico en el mundo, explican en gran medida el escaso interés del varón adulto por una catequesis demasiado encerrada en lo interpersonal, que a lo más promueve pequeños servicios inmediatos en vez de una transformación global a favor de todo el hombre y de todos los hombres.
La catequesis debe favorecer el amor a Cristo en su Iglesia, que lleva a una conversión en todos los aspectos de la vida y en consecuencia, a un compromiso responsable en este mundo.
Después que la catequesis chilena ha pasado de la simple difusión de resúmenes doctrinales a la reflexión del Evangelio, es hora de incluir en la catequesis de adultos un amplio conocimiento de la Biblia. Esto permite percibir la acción de Dios en la historia y en las situaciones actuales, a lo cual debe tender la educación de la fe. Jesucristo aparecerá más claramente como Señor de la historia y centro de nuestra fe, en la cual tendrá su lugar la enseñanza social de la Iglesia, bien situada en el conjunto de la buena noticia de salvación total.
Si la catequesis muestra el sentido del plan de Dios para la vida concreta del hombre, el Episcopado está dispuesto a defenderla frente a eventuales rechazos o interpretaciones torcidas. La Oficina Nacional de Catequesis (ONAC) debe encontrar la forma de evitar esas falsas interpretaciones y rechazos, en su calidad de organismo ejecutivo de la Conferencia Episcopal.
Criterios sobre la memorización
En todas las formas de catequesis hay que dar un lugar apropiado a la memorización. No se trata simplemente de grabar listas de cosas en la memoria, sino de formar hábitos de pensar y de actuar según el evangelio, de un modo siempre creativo y no simplemente repetitivo.
Es importante que lo que los fieles guarden en su memoria sea palabra de Dios para su vida. Hoy, lo que el pueblo cristiano más retiene son salmos, himnos, doxologías, mandamientos, bienaventuranzas, parábolas, profecías, sentencias, oraciones, cantos litúrgicos, relatos y discursos bíblicos. Estos contenidos mantienen su vigencia para las personas en distintos tiempos y lugares.
En los niños conviene asegurar la memorización de algunos aspectos básicos de la fe en forma sencilla, como refuerzo a la formación más global que hoy persiguen la catequesis familiar y escolar.
Orientaciones para la catequesis escolar.
En las diversas diócesis la pastoral escolar ve multiplicarse las comunidades de educadores cristianos, los grupos juveniles organizados con ocasión de la Confirmación y, más recientemente, la animación cristiana de las llamadas escuelas para padres por segunda vez en tres años. ONAC ha elaborado programas de catequesis escolar para la enseñanza media, aplicables ahora al sistema fiscal.
Sin embargo, todavía en muchas escuelas no se confía la preparación de los niños a la Penitencia y Eucaristía a sus padres, como está prescrito (Comisión Episcopal de Catequesis. Líneas Generales para la Catequesis en Chile 1974, N. 36). Hay profesores que sustituyen a los padres en esta función, y a menudo incluso con un procedimiento masivo y breve.
Recordamos que la sagrada Congregación para la Educación Católica, en el momento mismo en que destaca la necesidad e importancia de la catequesis en la escuela católica, afirma como principio básico que “el lugar propio de la catequesis en la familia ayudada por las otras comunidades cristianas, particularmente la parroquia” (La escuela católica, 19.3.1977. N. 51).
La pastoral escolar debe impulsar la catequesis familiar, y relacionar su pastoral infantil y juvenil, sus grupos cristianos de padres de familia, de profesores y otros adultos, con las comunidades eclesiales ambientales y territoriales, poniendo la mira en una pastoral de conjunto.
En particular, la pastoral de profesores debe capacitarlos para la catequesis escolar, como también para inspirar cristianamente las demás asignaturas, respetando su naturaleza propia, y para ser testigos de la fe en el ambiente escolar.
A nivel diocesano y parroquial es necesario apoyar la pastoral educativa para que promueva la formación de personas, de familias y de comunidades cristianas de base.

Informe Nº4
La Pastoral Litúrgica y Sacramental
Objetivos
Se hizo una breve exposición sobre los objetivos de la actual etapa de la Iglesia en Liturgia, objetivos que fueron elaborados por el CELAM – Liturgia en Caracas 1977 y confirmados por los Cardenales Knox (Carta del 12-VIII-77) y Villot (17-VIII-77) “llevar al Pueblo de Dios a una auténtica renovación litúrgica y no a una mera reforma externa”.
Criterios de renovación
Una liturgia evangelizadora que lleve la fe y a la conversión.
Una liturgia comunitaria, que manifieste y exprese la comunión eclesial.
Una liturgia comprometida que asuma la vida y la historia, siendo la liturgia, “cumbre y fuente de la acción de la Iglesia”.
Una liturgia festiva que exprese la Buena Nueva del Misterio Pascual.
Situación de la Liturgia en Chile
Los Obispos coincidieron con el diagnóstico establecido por la Comisión Nacional de Liturgia, destacando sobre todo el nuevo interés por la Liturgia de parte de los fieles.
Teniendo en cuenta los criterios que caracterizan la renovación Litúrgica, se conversó sobre los logros y las deficiencias que se notan en la Misa y en algunos sacramentos y sacramentales. Bautismo, Penitencia, Matrimonio, Confirmación y Exequias.
Algunos síntomas positivos:
Mayor participación activa, plena, consciente de los fieles.
Las CEB promueven la liturgia y ella a su vez promueve las CEB.
Corresponsabilidad cada vez mayor en las celebraciones.
Constitución de equipos litúrgicos, con lectores, ministros, etc.
Éxito de las Asambleas dominicales sin Misa.
Resultados alentadores de la catequesis pre-sacramental.
Ampliación y renovación del repertorio de cantos.
Algunos síntomas negativos:
Mientras algunos Obispos opinan que la participación en el canto es el elemento más valioso de la participación activa del pueblo, otros opinan que la calidad del canto (y de los instrumentos) deja mucho que desear. Además, la elección de los cantos no es siempre muy feliz, se cantan algunos cantos, a veces hasta saciedad, porque le gusta a la gente, sin ninguna relación con la Misa o el tiempo litúrgico.
Desconocimiento por parte de los sacerdotes del espíritu de la liturgia y de los “praenotanda” de los libros litúrgicos. Parece que se ha cambiado un formulario o un rito por otro, sin más.
La proclamación de la Palabra por parte de los lectores a menudo es muy defectuosa.
El conjunto de las observaciones se refieren más bien a la “reforma”, la manera externa ( y muchas veces rutinaria) de cumplir las normas litúrgicas. No se ve claramente los alcances de la “renovación”.
Una liturgia que debería ser “fuente inagotable del verdadero espíritu cristiano” (Mediator Dei) y alimento de la vida cristiana.
Una liturgia que sea fuente y vehículo de evangelización.
Una liturgia que sea expresión de la comunión eclesial.
Una liturgia que lleve consigo y exprese el compromiso con la evangelización, la vida y la historia del hombre de hoy.
La escasez de tiempo no permitió hacer una evaluación de la pastoral sacramental. Pero se reconoció unánimemente que el sacramento que más necesita renovación, formación e información, es la Penitencia. De allí el documento del Episcopado sobre la Penitencia.
Algunas recomendaciones
Un grupo de Obispos insta a que se respeten las normas litúrgicas. Señalan el mal ejemplo siempre y contagioso, cuando los que ejercen un cargo de autoridad, no respetan la disciplina litúrgica.
Se recomienda que en cada diócesis haya un responsable diocesano de la pastoral litúrgica y sacramental, y si es posible una comisión encargada de promover la pastoral litúrgica, tal como lo pide el Concilio.
Se recomienda los cursos a sacerdotes, religiosas y equipos parroquiales de liturgia, a fin de capacitar más a los ministros en el espíritu de la liturgia, en el arte de presidir, de celebrar, de proclamar, de comunicar.
Se ve la conveniencia de elaborar directorios de la pastoral sacramental a nivel nacional.
Por lo demás, el documento base elaborado por la Comisión Nacional de Liturgia trae más elementos que por falta de tiempo no alcanzaron a ser analizados.

NOTAS A PIE

(1) Lc. 15,7; Jn. 8-11; Lc. 19,1-10; Lc. 7,36-49; Lc. 23,39-43.

(2) \"Disposiciones para recibir la Sagrada Comunión\", N. 23: \"La Eucaristía que reproduce continuamente entre los hombres el misterio pascual de Cristo, es fuente de toda gracia y de la remisión de los pecados. Sin embargo, quien desee recibir el Cuerpo de Cristo se debe acercar a Él con limpia conciencia y con las debidas disposiciones del espíritu para que reciba los frutos del sacramento pascual.
Por lo cual la Iglesia manda que \"nadie debe acercarse a la Sagrada Eucaristía con la conciencia de pecado mortal por muy contrito que sea estar sin preceder la confesión sacramental\".
Pero en caso de urgente necesidad, si no hay confesor, el fiel que ha de comulgar hará previamente el acto de perfecta contrición, con propósito de confesarse a su debido tiempo, de todos y cada uno de los pecados mortales que en este momento no puede confesar.


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