Talca, 18 de septiembre de 2004
Queridos hermanos y hermanas:
1. Nos reunimos hoy en esta casa de oración para elevar al cielo una acción de gracias a Dios por Chile, nuestra querida patria. De Él viene todo lo que tenemos, a Él le debemos todo lo que somos; en Él podemos confiar totalmente para mirar con esperanza el futuro.
2. Agradecemos a Dios porque sentimos su impulso atento y humilde en las mejores cosas que han sucedido en Chile desde el comienzo. La fe cristiana ha motivado lo mejor que tenemos como nación. Confiamos que el Espíritu del Señor orientará el trabajo de nuestros gobernantes, legisladores y jueces; de nuestros educadores y jóvenes. Tenemos la esperanza de que el Señor encauzará los esfuerzos de todos los hijos de la patria para conseguir que el bien llegue a ser cada día más común.
3. El Evangelio de San Mateo que hemos leído, nos muestra a Jesús dando gracias al Padre (Mt. 11, 25-30). Se le ve impactado por una alegría y emoción incontenibles. La razón misteriosa de esa alegría del corazón de Cristo tiene que ver con su amor por todos los hombres y mujeres sin distinción.
4. Quisiéramos también nosotros agradecer de Chile lo que Cristo agradecía al Padre. Agradecer porque nuestra patria conserva todavía mucho de esa sabiduría de los sencillos. Sabiduría austera que tiene sus raíces en el mundo rural y que en general hace prevalecer las personas por sobre las cosas. Nos unimos a ese reconocimiento del Creador como Padre nuestro en cuyo corazón encontramos la clave maestra de la grandeza del hombre.
5. Jesús bendice al Padre Dios porque ha comprobado que sólo los simples y pequeños son capaces de encontrarlo a El y captar el significado de la vida. Gracias a Jesucristo la entrada a la felicidad es gratis y universal porque consiste en algo que todos podemos alcanzar: la sencillez y humildad del corazón.
“Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla”.
6. En el tiempo de Jesús eran considerados sabios y eran escuchados sólo unos pocos hombres estudiosos, líderes y dirigentes (Esd. 12, 36-38). El poder les hizo mal, olvidaron a Dios y terminaron olvidándose de su pueblo. Cuando Jesús les quiso recordar que la autoridad legítima consistía en servir, ellos prefirieron a Barrabás.
7. El Proyecto de Dios es distinto a la sabiduría humana. Para Dios todos somos el más importante. La verdadera sabiduría indica que la única posibilidad de ser grandes es hacerse servidor de la grandeza de los demás (Mt. 20, 25-26). El Padre Hurtado afirmaba que la raíz de todos los males se encuentra en la dirección que tienen nuestros actos. La dirección de nuestros actos define la raíz de los males, hacia mí o hacia los otros.
8. El Señor entrega a los sencillos y humildes, a los pobres, una autoridad impresionante. Necesitamos entonces, oír de verdad sus voces, para darle valor humano a nuestros esfuerzos. Necesitamos que esa sabiduría de los pobres juzgue e impulse los planes, leyes y proyectos que realizamos como nación. No será bueno lo que consigamos para ellos, sin ellos.
9. El progreso no puede consistir sólo en mejorar los espacios físicos sin permanece la miseria interior. De poco servirá mejorar los caminos si no hay incentivos para caminar, de poco servirán casas nuevas si no hay amor familiar que cobijar. Progresar sólo puede significar avanzar hacia una vida humana más plena, más feliz.
10. Queremos hoy día, queridos hermanos y hermanas, animar, bendecir y apoyar todas las iniciativas que se están llevando adelante para hacer más humana la vida.
El Padre Hurtado ponía un marco muy precioso para esas iniciativas, decía: “todo cuanto encierran de justo los programas más avanzados, el cristianismo los reclama como suyo, por más audaz que parezca, y si rechaza ciertos programas de reivindicaciones no es porque ofrezcan demasiado, sino porque en realidad dan demasiado poco a nuestros hermanos, porque ignoran la verdadera naturaleza humana y porque sacrifican lo que el hombre necesita más que los bienes materiales, los bienes del espíritu, sin los cuales no se puede ser feliz, no puede ser feliz sin esos bienes alguien que ha sido creado para el infinito”.
“El hombre –decía el Padre Hurtado—necesita pan, pero ante todo necesita fe. Necesita bienes materiales, pero más aún necesita el rayo de luz que viene de arriba y alienta y orienta nuestra peregrinación terrena y esa fe y esa luz sólo Cristo la puede dar. Cuando esa luz se comprende la vida adquiere otro sentido, decía, se ama el trabajo, se lucha con valentía y, sobre todo, se lucha con amor”.
11. Tenemos la hermosa tarea de educar a nuestros niños y jóvenes para que sepan vivir la vida bajo esa sabiduría de Dios que habilita para vivir y crecer con otros.
La solidaridad debería ser el clima que disfruten los futuros habitantes de nuestro amado Chile. Nosotros podemos crear las condiciones para ese clima saludable.
12. Podemos asumir con entusiasmo el desafío de educar con valores a nuestros niños, para hacerlos libres y resistentes a las fuertes corrientes que hoy a tantos arrastran y esclavizan. Una de esas corrientes, la fiebre del consumismo, que se ha instalado y que ha dado forma a una nueva esclavitud. La esclavitud de los endeudados, de los encalillados. Son demasiados los hermanos y hermanas encadenados a los créditos que ya son perpetuas. Nunca terminan de pagar y para muchos eso bueno y para pocos eso es bueno.
13. También necesitamos restaurar el escenario económico para que todos puedan existir: pequeños, medianos y grandes. A veces tenemos la impresión, perdónenme la imagen, de asistir a una gran batalla donde algunos dinosaurios se disputan la cancha; los ciudadanos son sólo el alimento, su alimento. En esta batalla el gasto es altísimo. Horarios inhumanos que impiden la vida familiar, niños desprotegidos que jamás ven a sus padres, empleos inestables, metas económicas que neurotizan a los empleados, al final en esa batalla nadie gana.
14. Nuestra Región del Maule es un escenario privilegiado para aprender otra manera de progresar. La naturaleza del Maule nos indica otro modo de progresar al cual sin temor podemos tender. La naturaleza que nos cobija nos ofrece una lección para orientar el orden social para acentuar los aciertos y corregir los errores.
15. Cada año, en esta época de la primavera, con el despertar de la creación, el Señor nos ofrece una clase magistral, campos y montañas son un libro abierto escrito por Dios. En el nos recuerda como se construye un mundo digno y hermoso para todo hombre y para toda mujer.
16. Durante el invierno Dios ideó un gran descanso para reparar las fuerzas y nos juntó nieve en la cordillera para regar nuestras siembras y alimentarnos. Todos los seres, de todas las formas y tamaños, en el invierno se ponen de acuerdo misteriosamente para servir a la vida humana. El sol es quien gobierna, con potente humildad, gobierna esa especie de concierto de la vida armónica y hermosa.
17. La primavera es la fiesta de la diversidad con sentido común. En los tres reinos: animal, mineral y vegetal, hay grandes, medianos y pequeños y es claro que ninguno puede existir por largo tiempo sin los demás. Todos, absolutamente todos, son necesarios y protagonistas auténticos de algo. No existe en la obra de Dios una suerte de cesantía estructural. Todos trabajan, todos pueden descansar, todos colaboran en un proyecto armónico, cuyo plan, de alguna manera, lo gobierna la autoridad del sol. Todos tienen dignidad y la ejercen.
18. Es fácil ver aquí, en esta explosión de belleza, que todos los años nos regala el Señor en la primavera, un modelo para imitar en nuestras instituciones. Podríamos amanecer a una sociedad que se gobierne como el sol, que ilumina a todos de acuerdo a lo que son. El sol no es un simple espectador, sino que anima y regula la verdad de cada uno para que contribuya al bien común. Ese gobierno del sol respetuoso, potente y puntual es fundamental. Así lo decía el Padre Hurtado: “el mundo económico no puede regularse ni por la libre competencia ni por la prepotencia económica, sino por la justicia y la caridad social”.
19. La alabanza de Cristo al Padre, que escuchábamos en el Evangelio de San Mateo, brota espontáneamente porque Cristo encontró lo que vino a anunciar. La sabiduría de los pequeños tiene que ver con un mundo, con una sociedad, con un país, donde todos nos necesitamos, donde sintamos que eso es verdad. Cuando alguien no se siente necesario, de alguna manera, destruirá la sociedad, una sociedad que acoja el Reino de Dios y haga imposible la exclusión de ninguno de los hijos.
20. Queridos hermanos y hermanas, más allá de toda consideración se nos impone la evidencia que a pesar de todo los pobres son más sanos y felices, lloran más y ríen más.
Nuestro desafío es crecer sin dejar de ser pequeños y esa es la maravilla que nuestro Padre Dios, en todos los corazones de buena voluntad, está dispuesto a impulsar.
21. Los triunfos olímpicos, que con razón tanto hemos celebrado en estos días, las medallas y coronas nos hacen pensar al menos dos cosas que son riqueza nuestra. Primero, el fuerte amor a Chile y a su bandera, que despiertan estos triunfos, es emocionante verlo. Toda gente tan diversa, edades, condiciones sociales, pensamientos, sin embargo, un fuerte amor a Chile que emociona y hace bien. Lo segundo, es una cierta nostalgia de conquistas que las podamos disfrutar todos.
22. Por amor a Chile, le pedimos hoy al Señor y a la Virgen del Carmen que nos enseñen el camino para conseguir grandes conquistas sociales, que las podamos disfrutar todos. Esas coronas, dice la Palabra de Dios, no se marchitan.
23. Termino, pensando que el próximo año, Dios mediante, tendremos al Padre Hurtado como Santo de la Iglesia, como un chileno que alcanza corona y que es propuesto como modelo para todos los cristianos del mundo.
“Al levantar nuestros ojos y encontrarnos con los ojos de María nuestra madre, nos mostrará Ella a tantos hijos suyos, predilectos de su corazón, nos mostrará sus condiciones de vida, en las cuales no es posible la práctica de la virtud y nos dirá hijos si me amáis de veras como Madre haced todo cuanto podáis por estos mis hijos, los que más sufren, y por tanto los más amados de mi corazón” (P.Hurtado).
A Cristo Jesús, que impulsa en nuestros corazones un bien cada día más común y universal, a Él sea la gloria, por los siglos de los siglos.
+ HORACIO VALENZUELA A.
Obispo de Talca