Intervención del Presidente de la República en las Exequias del Cardenal Juan Francisco Fresno
Estimado señor Cardenal. Amigos y amigas:
He venido como Presidente de la República a despedir a un pastor, a un hombre que supo guiar al pueblo católico con sabiduría, con fidelidad a sus principios, con entereza y valor y de esta manera nos mostró a todos, creyentes y no creyentes, la fuerza y la legitimidad de sus orientaciones.
Como aquí se ha recordado, le correspondió asumir como Arzobispo de Santiago en un momento difícil para la patria. Tiempos de violencia, de desesperanza, de profundo desencuentro. Una crisis económica que agravaba la carencia de libertad, de democracia y de Estado de Derecho.
Y en ese ambiente tan difícil monseñor Fresno logró construir puentes, reunir muchas voces en una sola voz. Fue el Acuerdo Nacional la primera piedra del proceso que finalmente nos condujo a la recuperación de la democracia, en el que, sin duda alguna, como tantas otras veces en nuestra historia, la Iglesia Católica miró al alma profunda de Chile, es parte de nuestra propia historia y como tantas otras veces, la iniciativa de monseñor Fresno no cejó, continuó alentando la convivencia cívica, el diálogo, la solidaridad, el respeto, la promoción de los derechos humanos.
A ratos pienso que su figura, su figura alta, su gesto bondadoso, es tan similar a aquél de ese padre que con sus brazos abiertos acoge al hijo pródigo en el cuadro de Rembrandt. Allí en sus brazos abiertos, monseñor Fresno quiso abarcarnos a todos. A los que pensábamos tan distinto unos a otros, pero entendía que el regreso de ese hijo pródigo que era Chile, sólo era posible con la concurrencia y voluntad de todos.
Es cierto que su generosa iniciativa tuvo descalificaciones y ataques. Sin embargo, allí estaba, porque pensaba en lo más profundo, que era la vocación, como aquí se ha dicho y recordado, de entendimiento y no de enfrentamiento, lo que permitiría reconstruir el alma nacional.
Gracias Cardenal Fresno por esa contribución a la historia de Chile y a su reencuentro. Es que él por eso tiene un lugar destacado en la historia del siglo XX, pero también claro está, lo recordamos aquí, sobre todo quienes lo conocieron de cerca, los de Copiapó, La Serena, Santiago, de tantos lugares donde ejerció su ministerio, por su sencillez y su bondad y su voluntad de servicio. Pero no confundamos ni su sencillez, ni su humildad con su decisión para imponer lo que él creía justo por el bien de su iglesia y de Chile. El Acuerdo Nacional es demostración de su voluntad, de su fuerza, de su perseverancia.
Por eso hoy al momento de su partida, monseñor Fresno, don Juan Francisco, el pueblo de Chile vuelve a manifestarle su cariño y su aprecio. Cariño y aprecio que todos compartimos y por eso hoy, al momento de su partida quisiera como Presidente de Chile, darle las gracias por lo que hizo por su patria, por su iglesia, porque supo que sirviendo como sirvió a su iglesia servía a lo más profundo de Chile: el reencuentro con nuestra historia de un país que quiere entendimiento y no enfrentamiento.
Gracias, don Juan Francisco, descanse en Paz.