Palabras de despedida del Padre Ignacio Ortúzar en el funeral del Cardenal Juan Francisco Fresno, a nombre del clero
En nombre del clero de Santiago quiero agradecer el valioso y constante testimonio que nos dio durante su larga vida, Monseñor Juan Francisco Fresno Larraín. Muchos elogios y reconocimientos hemos escuchado a raíz de su muerte. Todo lo dicho es muy verdadero, pero ¿cuál fue el secreto de esta vida tan plena, tan fecunda, tan entregada? No me cabe duda que fue su unión íntima con Jesucristo y su amor a la Iglesia que aprendió desde pequeño en su cristiano hogar.
Don Pancho fue un hombre de gran fe que puso toda su confianza en el Señor, quien condujo siempre su caminar. Su corazón sencillo, abierto, cariñoso, bondadoso, acogedor, emprendedor, franco y leal, fue fruto de su comunicación y abandono permanente en Dios. Es el hombre de paz que busca la reconciliación y el encuentro de este pueblo en circunstancias tan difíciles que todos recordamos. Su voz de pastor clamando por la reconciliación y la paz es escuchada desde el más poderoso hasta el más pequeño de los hijos de esta tierra. El nos dijo que Chile es un pueblo con vocación de fraternidad y puso su cargo de Cardenal al servicio del rencuentro y reconciliación nprofunda de todos los chilenos. Así nació el Acuerdo Nacional.
No fue solamente un hombre de fe, sino de esperanza, luchando por promover la justicia y la paz. Defendió con fuerza a sus sacerdotes que fueron condenados al exilio. Fue bondadoso, pero enérgico para actuar conforme a la verdad y el bien común. Fue un hombre de Dios que no se amedrentó ante la injusticia. Pero también fue el hombre del amor, de la cercanía, del contacto con los humildes y los poderosos, con los pequeños y los grandes, con los pobres y los ricos, a todos cobijó en su corazón de pastor. Es el varón de Dios que hace presente el amor de Cristo para con todos. Su fuerza espiritual la sacó de su diario encuentro con cristo en la Eucaristía y de su permanente oración.
Su lema Episcopal fue “Venga a nosotros tu Reino”. Por este Reino que él deseó tan vivamente para sí mismo y para cuantos encontró en su camino, trabajó incansablemente hasta el fin.
Lo vi muchas veces en sus últimos años, especialmente durante su larga enfermedad, y siempre o encontré animoso y lleno de proyectos por realizar.
Al cumplir hace tan poco tiempo los 90 años de vida, a pesar de su ceguera que lo limitaba tanto, estaba lleno de gratitud hacia el buen Dios que le había dado tan larga vida y se preparaba para su encuentro final con El.
El jueves recién pasado cuando partió a la Casa del padre pudo escuchar de Jesús estas consoladoras palabras: “Ven bendito de mi Padre a poseer el reino que te está preparado desde la creación del mundo”.
Una vez más gracias señor Cardenal Juan Francisco Fresno, Arzobispo Emérito de Santiago, por el hermoso y valioso ejemplo que nos diste y por el desafío que nos dejas.