Cuando concluye el año, siempre resulta importante poder evaluar y poder acoger en el corazón todo lo que ha sido la experiencia del 2005: los gozos, las tristezas, las esperanzas y las derrotas que hemos tenido en él. Cómo no recordar y guardar en el corazón lo que ha sido el terremoto, lo que nos ha afectado como ciudad, como provincia, como región.
Debemos mirar todo lo que ha significado el dolor, el sacrificio de mucha gente que ha perdido tantas cosas, y a los pueblos del interior tenerlos siempre muy presentes en el corazón. También hay que mirar lo ha sido nuestra vida familiar, la historia de tantos procesos y dificultades que todos tenemos.
Frente a esta realidad, los invito a que tengamos una visión de esperanza, que nadie pierda la confianza en el futuro. ¡Siempre! es posible comenzar de nuevo.
Que podamos construir una provincia, una ciudad con más preocupación por el otro, que haya más fraternidad, que nos cuidemos mutuamente entre hermanos, favoreciendo todo lo que sea de bien. Todos somos hijos del mismo Dios.
Quiero hacer un particular llamado, especialmente de esperanza, a todo los que en estos días experimentan mayor dolor, sufrimiento, enfermedad, problemas familiares, a los que están en la cárcel, en los hospitales y en sus casas. Que todos podamos poner siempre la confianza en el Señor.
Que en estas próximas elecciones presidenciales, podamos también participar con un renovado esfuerzo cívico, y con una profunda conciencia de qué es lo mejor para nuestro país. ¡Un feliz año para todos!. Un saludo a cada uno de ustedes, a cada una de las autoridades, y que el Padre bendiga y no acompañe a todos.
Monseñor Marco A. Ordenes Fernández
Administrador Diocesano
Obispado de Iquique