Para enfrentar el flagelo del sida, la Iglesia siempre ha llamado a considerar a las personas en su estatura moral, despertando su capacidad de amar y de ser fieles.
El flagelo del sida preocupa a todos. Hace dos décadas atrás la epidemia del sida era propia de personas homosexuales, hoy lo es también entre personas heterosexuales. Se decía que las personas prostitutas eran las mayormente contagiadas o portadoras, hoy lo son también mujeres dueñas de casa y trabajadoras. Se decía que las personas drogadictas eran mayormente vulnerables, hoy también afecta a quienes no lo son. Frente a este escenario es relevante abordar esta realidad desde sus causas.
Pareciera que las campañas no han sido tan efectivas dado el crecimiento de este flagelo, ¿cuál es su percepción respecto a la VII campaña de prevención del Sida impulsada por el Ministerio de Salud?
"Todo lo que querían evitar, no lo evitaron. Por eso, esta nueva campaña se asemeja a alguien que da manotazos mientras se ahoga en el mar. Este tipo de campañas que no toma en cuenta la capacidad moral de las personas, constituyen un fracaso, porque no apunta a las causas que provocan el sida.
Además, la campaña parte de supuestos falsos. Por ejemplo, se plantea que da igual tener relaciones homosexuales que heterosexuales, o bien a cualquiera edad. Para enfrentar el flagelo del sida, la Iglesia siempre ha llamado a considerar a las personas en su estatura moral, despertando su capacidad de amar y de ser fieles. Una auténtica campaña de salud pública, como es definida, debe tener en cuenta una concepción integral de la persona humana. Avalar el permisivismo y la promiscuidad, inundando las relaciones entre las personas con preservativos no es un servicio a la humanidad. El fracaso de ese tipo de campañas se percibe en el aumento de los contagios".
¿Cuál es el mayor peligro que hay tras la campaña?
"El mayor peligro es que la sexualidad humana se vea disminuida al no centrarla en el amor y en la fidelidad, sino en la duda y en la desconfianza. La otra persona se convierte en una amenaza. Ello es muy pobre desde el punto de vista humano. Otro peligro es que se considera el deseo como un valor absoluto, así como la entretención, el “pasarlo bien”, al margen de cualquier consideración en torno al sentido del amor humano y de la sexualidad".
La persona es un regalo
En contraposición a esta campaña, ¿cuál es el mensaje de la Iglesia a los católicos?
"La experiencia pastoral de la Iglesia no desconoce la existencia de este flagelo. Creemos que la vida es un bien inestimable y la sexualidad humana también, porque es algo que el mismo Dios creador, quiso. Una sexualidad plenamente humana y que humaniza se da en el contexto del matrimonio y en la espera amorosa de éste. El gran mensaje es que la persona humana es un regalo y no alguien de quien debo protegerme con un preservativo. Ello no quiere decir que en la vida sexuada no existan tensiones y lesiones".
Respecto a la declaración de los obispos, ¿Cómo se deben atacar las causas de este flagelo?
"A partir de la dignidad de la persona humana, de la fidelidad al cónyuge y educando a una sexualidad auténticamente humana, respetuosa y comprometida. Hoy, cuando todo se privatiza, debemos insistir en que el amor sexuado no es algo privado. El amor es socialización, es decir, hace partícipes a los demás de esa nueva realidad entre un varón y una mujer".
¿Cuál es el fundamento de la Iglesia Católica para abordar la prevención del Sida?
"El valor de la vida, lo que implica renuncia de sí mismo y auténtico amor al prójimo. Eso no pasa -perdóneme el realismo de la expresión- por ponerse o ponerle al otro un preservativo, como incentiva la campaña del ministerio de salud. La vida y el amor son un valor en sí. Eso está ausente de la campaña de prevención del sida".
¿Cuáles son las consideraciones éticas fundamentales al respecto?
"Quien desea vivir en la gracia del Señor sabe que sobre todo debe amar a su semejante. El realismo cristiano prevé las tensiones propias de la vida sexuada, también las debilidades; pero eso no puede implicar claudicar de la gracia y de la redención que nos ha regalado el Señor".
¿Cuál ha sido la actitud de la Iglesia respecto a los enfermos de Sida?
"En todas partes de mundo, hombres y mujeres de Iglesia, especialmente estas últimas, han dedicado sus vidas a paliar el drama que viven las personas enfermas de sida. En Chile está, por ejemplo, la Clínica Familia, creada y animada por el Padre Baldo Santi. Que algunos quieran caricaturizar a la Iglesia como cómplice de este flagelo porque se opone al preservativo, significa sencillamente que no han entendido nada. Me gustaría ver a los propagadores de estas campañas dedicando horas de su semana a acompañar a los enfermos de sida".
Una sociedad más justa
¿Qué haría el Padre Hurtado si viviese en esta época?
"No lo sé; pero seguramente seguiría insistiendo en los temas como la necesidad de la educación integral de la juventud y de la justicia. Porque este tema es también de justicia, es decir, lograr ambientes vitales en que las personas puedan desarrollarse integralmente, como tener acceso a una casa digna, a un trabajo estable, a una educación que abra horizontes de vida".
En la declaración del Episcopado se nos invita a pensar en qué tipo de sociedad queremos construir, ¿cuáles son a su juicio los criterios para hacerlo?
"El valor de la vida humana; el respeto de su dignidad; el alentar sus potencialidades morales y el destacar los ejemplos de las experiencias logradas en cuanto al testimonio integral de la vida cristiana.
Nadie es perfecto; todos tenemos debilidades, pero como dice San Pablo:
todo lo puedo en aquél que me conforta, es decir, todo lo puedo en Jesucristo. Para Dios nada es imposible; y para un creyente nada es imposible cuando se une al don de Dios. Desde esta convicción, el católico debería ser un apóstol de la justicia y del sentido de la vida. Es difícil vivir la virtud en condiciones de inhumanidad, ya lo decía Santo Tomás de Aquino. Por eso, el cristianismo proclama una liberación integral y la esperanza de una vida nueva más allá de esta historia, pero que debemos hacer presente en esta tierra. De ahí el compromiso social y los esfuerzos por construir una sociedad más justa.
El flagelo del sida, insisto, es un problema también del sentido de la vida y de la calidad de vida que la sociedad ofrece a sus miembros. Si a un joven no le ofrecemos esperanzas, un futuro educacional o laboral, o posibilidades de formar una familia y de acceder a una vivienda justa para desarrollarse, y se le ofrece, en cambio, un preservativo para vivir el momento o "pasarlo bien" en medio de tanta frustración existencial, es sencillamente una injusticia que clama al cielo".
Fuente: DOP
Santiago, 10-11-2005