Las expresiones populares tienen siempre una profunda raíz en lo que las personas comprenden de si mismas, y es en esta identidad donde radica también el futuro de un pueblo. En estos días asistimos a la fiesta de la Virgen del Carmen de la Tirana, donde miles de peregrinos provenientes de todo el Norte Grande y de tantos otros puntos del país y del extranjero, se reúnen en una gran y festiva asamblea.
¿Qué hay en este encuentro? ¿Qué lo produce? ¿Y cómo es que en vez de perder fuerza se potencia cada año con mayor participación? Ciertamente que estamos ante una extraordinaria experiencia de fe de vida y de manifestación de lo profundo del corazón humano, Y esto es posible porque la fe cristiana permite este encuentro, pues el cristianismo es encarnación: Dios se hizo hombre y puso su morada entre nosotros (Jn. 1,14) Desde este principio fundamental de la fe podemos comprender esta honda experiencia de la fiesta en la Tirana; y en tantos otros santuarios. La fe cristiana no es ajena a todo lo humano; la experiencia creyente se vive y se transmite a través de todas las expresiones profunda y verdaderamente humanas. Así, lo que es humano; la simbología, el encuentro, los sentimientos, la añoranza, el dolor, el temor, la esperanza; la vida y la muerte, la danza, el canto, la fiesta; son elementos que permiten a un pueblo hacer su experiencia de fe e identidad, descubriendo a Dios, que tomando lo humano lo lleva a plenitud,
La Tirana es el prototipo paradigmático de la fiesta del encuentro entre lo humano y lo divino: allí El hombre danza lo que cree, lo que añora; también lo que teme v sufre: y Dios danza en el mismo lugar de estos encuentros, la esperanza, la confianza, la alegría. Esta es la danza de la fe, que al modo de un trenzado de perfecta sincronía, como las cuyacas con su vara festiva, Dios entretele su presencia entre los vaivenes del devenir humano Esto lo intuye y lo vive un pueblo que sabe que su esperanza está en un horizonte que sobrepasa sus propias dimensiones. Y esto se hace más evidente cuando el modernismo de una sociedad lleva a la construcción de una cultura con un Dios ausente; dejando como criterio y ley final, el consenso humano; que tantas veces termina deshumanizado al propio hombre.
En estos no asistimos a un espectáculo folklórico, sino a la tiesta que recrea y fortalece la identidad humana y cristiana de un pueblo, que se reconoce a sí mismo en lo que danza, cantil y peregrina. Redescubre su historia, y d la sombra de la cruz, bajo el amparo de la Virgen, fortalece en el santuario su identidad, donde la competencia por dominar el acto del ser por parte de la racionalidad moderna no existe, pues aquí, se descubre que lo que es verdaderamente humano queda aún más humanizado por ¡a presencia del Creador Esta fiesta de la fe permite a todo un pueblo redescubrir un horizonte de sentido, que no se agota en los limites de la democracia, de la técnica y de la productividad económica; que siempre dejan un sabor de ausencia de un "algo más". En la pampa del Tamarugal, el Norte descubrió hace más de 450 años este plus ultra, que le da sentido a ludas sus luchas, que reanima sus esperanzas y disipa sus temores.
El Norte peregrino sigue descubriendo a la sombra de la Carmelita, el rostro tierno y humano de Dios, por eso que anualmente marcha hacia el encuentro de iodos los caminos, donde Dios y el hombre se encuentran para celebrar la fiesta de la esperanza, donde el Creador baila con su pueblo. Multitud creyente, que junto a María y los santos, canta, llora y ríe su vida, colocando su mirada y el punto de partida de todos los días en lo profano del año, en esto memoria de la fe y memoria de lo plenamente humano.
Mons. Marco A. Ordenes Fernández
Administrador Diocesano de Iquique y Rector del Santuario de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana
