Presentación en inauguración del Seminario "Hacia una vivienda digna".
Fecha: Martes 29 de Agosto de 2006
Pais: Chile
Ciudad: Santiago
Autor: Mons. Alejandro Goic Karmelic
Saludos y agradecimientos.
- a la Vicaría de Pastoral Social del Arzobispado de Santiago.
- al Departamento de Acción Social de la Cech
- Por la convocación al “
Seminario hacia una vivienda digna” y por esta publicación que recoge los aportes y las reflexiones de los participantes.
- Gracias al equipo que organizó el Seminario, no sólo por su realización, sino por el trabajo cotidiano que apoyó a las familias que carecen de vivienda digna. Por eso les doy una palabra de gratitud y de aliento a los integrantes de los equipos de pastoral social de Melipilla, Santiago, Talca y Temuco por su valioso trabajo.
- Al Ministerio de la Vivienda y sus Organismos por el esfuerzo que realizan en resolver el problema de las familias en búsqueda de viviendas dignas.
I. Algunas reflexiones
En nuestro mundo hay grandes pobrezas de todo tipo: “comprobamos, pues, como el más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza en que viven millones de latinoamericanos expresada por ejemplo, en mortalidad infantil,
falta de vivienda adecuada, problema de salud, salarios de hambre, el desempleo y subempleo, desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc.” (Puebla 29).
Entre las diversas formas de pobreza se encuentra
la falta de vivienda adecuada.
Sabemos bien que la casa es una condición necesaria para que todo ser humano pueda venir al mundo, crecer, desarrollarse, para que pueda trabajar, educar y educarse para que los seres humanos puedan constituir esa unión más profunda y más fundamental que se llama
familia.
El inolvidable Pastor Juan Pablo II al hablar de la pobreza en el mundo de hoy, entre otros aspectos, señaló que
“aquellos que no tienen casa constituyen una categoría de pobres todavía más pobres, que nosotros debemos ayudar, convencidos, como lo estamos, de que una casa es mucho más que un simple techo, y que allí donde el hombre realiza y vive su propia vida, construye también, de alguna manera, su identidad más profunda y sus relaciones con los otros” .
El derecho a la vivienda digna ha sido incluida en
la Carta de los derechos de la Familia de la Santa Sede. En ella se dice concretamente que “la familia tiene derecho a una
vivienda decente, apta para la vida familiar, y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad” (art. 11)
Por lo tanto, la falta de una vivienda digna no es sólo un hecho de carencia o privación. Es la carencia o privación de
algo debido y, por consiguiente se trata de una
injusticia. La persona o la familia que sin culpa suya directa carece de una
vivienda decente es víctima de una
injusticia. Sin una vivienda adecuada las personas y la familia no pueden vivir dignamente. La sociedad entera y el Estado
están obligados a garantizar a sus miembros o ciudadanos unas condiciones de vida tales, sin las cuales es imposible realizarse dignamente como personas y como familias.
La Iglesia, desde sus orígenes, ha enseñado acerca del
destino universal de los bienes. Esto significa claramente que aquellos bienes sin los cuales no es posible llevar una vida humana digna, deben ser procurados equitativamente a cuantos carecen de ellos. La reflexión de estos principios nos ayuda a entender que la vivienda constituye
un bien social primario y no puede ser considerada simplemente como
un objeto de mercado.
Cada uno de nosotros, la sociedad entera debe sentirse, pues obligada a
hacer cuanto esté de su parte, o por medio de las diversas instituciones que se ofrecen, para que este objetivo de
tener casa sea un bien disfrutado por otros.
Una reflexión más: la vivienda tiene un sentido mucho más profundo que
el meramente material. Está en relación directa con las dimensiones propias de la persona humana, que son simultáneamente sociales, afectivas, culturales y religiosas.
En clave de fe, en cada persona o familia que carece de lo fundamental, sobre todo, de vivienda o de vivienda decente, el cristiano debe identificar al mismo Cristo, tal como nos lo presentan las bien conocidas palabras del Evangelio de S. Mateo: “Tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; fui peregrino y no me alojaron; estuve desnudo y no me vistieron” (Mt. 25, 42s). En las dos últimas categorías de personas se puede ver justamente, la situación real de los sin techo, en los cuales es necesario identificar al Señor Jesús.
II. Hacia una vivienda social digna o decente
A partir de las orientaciones señaladas creo que el tema abordado en el Seminario “Hacia una vivienda digna”, resulta de particular interés en el marco de los esfuerzos por superar la pobreza y las desigualdades sociales, intolerables, que caracterizan a nuestro país. La publicación que recoge las ponencias y debates del mencionado encuentro tiene el valor de poner de relieve temas que es muy importante incorporar en las políticas públicas de vivienda para fortalecer los aspectos positivos y superar las debilidades analizadas en el encuentro.
Del conjunto de interesante informaciones, enfoques, experiencias y opiniones compartidas en el Seminario, quisiera destacar los siguientes elementos, con el fin de motivar el estudio y reflexión en profundidad del conjunto de sus contenidos:
1. Política Habitacional que ha sido exitosa en su cobertura pero con serios problemas referidos a la calidad de las soluciones que ofrece
La publicación permite constatar que si bien en las décadas de los ’60 y ’70 existieron programas de viviendas sociales de calidad, durante el gobierno militar la política habitacional cambió privilegiando construir una mayor cantidad de viviendas por sobre la calidad. Enfoque que también fue continuado en la práctica durante los gobiernos de la Concertación, que orientaron sus programas en disminuir el grave déficit habitacional existente, estableciendo bajos estándares de calidad de la construcción, los que no fueron evolucionando de acuerdo al desarrollo del país. Ello ha resultado en el rápido deterioro de muchas viviendas sociales y en la frustraciones de muchas familias que han visto seriamente dañado su bienestar y las esperanzas de una vida mejor, tan asociada en nuestra cultura a la “casa propia”. ¿Cómo avanzar hacia una política habitacional que ofrezca mayores garantías a las familias y no sólo a las empresas que operan en este ámbito?
2. La segregación social y urbana
A la mala calidad de las viviendas y los bajos estándares de calidad se suma el surgimiento de problemas sociales derivados de la construcción de extensas poblaciones de viviendas sociales en las zonas periféricas de la ciudad. Esto ha provocado la segregación y vulnerabilidad de sus habitantes al formarse verdaderos ghettos de pobreza donde se viven complejas situaciones como el desempleo, la delincuencia, la drogadicción y la deserción escolar, entre otras. Particularmente preocupante nos resulta los altos niveles de violencia intra familiar que surgen en los conjuntos de viviendas sociales, como se demuestra tan grafica y dramáticamente en el documento (cfr. Pág 56 y siguientes) ¿Cómo un política pública puede estar asociada al surgimiento de un problema tan serio como la violencia intra familiar? ¿Cómo no incorporar medidas efectivas de prevención en este campo?
Para los participantes del encuentro estas realidades se ven agravadas por la inexistencia de programas sociales sólidos que acompañen la construcción de nuevos conjuntos habitacionales, que favorezcan una vida de barrio y comunitaria más armónica y promuevan el acceso de las personas a las redes de servicios como salud, educación y transporte. Su ausencia ha contribuido a generar otras formas de exclusión social de muchos sectores de nuestra sociedad y a agudizar su situación de pobreza.
Desde nuestro punto de vista esta situación es preocupante no sólo por sus implicancias para los sectores pobres afectados directamente, sino para el conjunto de la sociedad, porque finalmente estamos construyendo ciudades segregadas, que no favorecen el encuentro, la seguridad y la integración de sus habitantes, sino más bien la desconfianza y el miedo. ¿Cómo pensar nuestras ciudades desde una perspectiva más integradora, que facilite el respeto y el reconocimiento de quienes la habitan? ¿No será necesario dar mayor énfasis a políticas de desarrollo urbano, humanizadoras, pensadas en el bienestar de las personas, familias y comunidades que residen en ellas y no tanto en factores de mercado, como el precio del suelo? ¿Cuándo nos acercamos a celebrar doscientos años de independencia, no podremos soñar un desarrollo más humano, con ciudades pensadas para todos sus habitantes?
3. Debilitamiento del Rol del Estado en Vivienda Social
Otro de los temas analizados en el seminario fue el rol del Estado en esta materia y las trasformaciones que ha experimentado en las últimas décadas, ya que de ser un constructor de viviendas sociales pasó a ser un organizador del sistema, quedando esto en manos de grandes empresas inmobiliarias y al arbitrio de las leyes del mercado.
La mayoría de los expositores concordó en la necesidad de que el Estado tenga una mayor presencia en este ámbito, especialmente en lo que se refiere a establecer una política de suelos, mejorar la fiscalización y regulación de las empresas del rubro, de los criterios y estándares de las viviendas y de los terrenos donde éstas se construyen.
4. Más Participación de la Ciudadanía
La importancia de promover y apoyar la participación activa de los pobladores fue otro de los puntos abordados por la mayoría de los expositores, quienes constataban la falta de espacios e instancias de comunicación del Estado con la ciudadanía respecto de las políticas de vivienda. Para solucionar esta deficiencia surgió como desafío fundamental la necesidad repensar las políticas habitacionales y urbanas que se han desarrollado hasta ahora, de manera que consideren a los distintos actores como corresponsales de la construcción y desarrollo de la ciudad, con un enfoque más integral que incluya las relaciones entre vivienda, ciudad, pobreza y desigualdad.
Esta es una tarea del Estado, pero para su éxito requiere de la participación de otros actores como los pobladores, empresarios, municipios, organizaciones sociales y de Iglesia. Tal vez el principio que más consenso concitó entre los participantes fue que la vivienda para que sea digna, no debe ser fundamentalmente un negocio o una mercancía transable, sino sobre todo un derecho y es un espacio vital donde se desarrollan y forman, las personas, las familias y los ciudadanos.
5. Existen experiencias positivas que es necesario valorar y replicar
Al leer el informe del Seminario es interesante constatar que es posible avanzar en una política de vivienda más integradora y que respete la dignidad de las personas. Son muchas las experiencias de diversas instituciones, que desde la sociedad civil y motivando la participación de los pobladores colaboran con el Estado en la búsqueda de soluciones habitacionales de mejor calidad y que permiten superar una política homogénea que no da cuenta de las diversidades geográficas y culturales que caracterizan nuestro país. Así por ejemplo, se pueden mencionar las positivas experiencias del la Fundación Crate de la diócesis de Talca o de la Fundación Instituto Indígena de las diócesis de Temuco y Villarrica, que han logrado incorporar modificaciones a las viviendas sociales, para que respondan de manera más adecuada a las necesidades de las familias rurales o indígenas. Es decir, es posible ofrecer mejores soluciones, en la medida que se considera la participación de las familias y los organismos de la sociedad civil en la política habitacional, no sólo como receptores pasivos de la política sino como protagonistas que pueden aportar incluso en su proceso de diseño.
6. Desafíos y temas pendientes en el nuevo escenario de política habitacional
Uno de los principales los aspectos positivos de este seminario fue que logró ser un espacio de discusión entre los distintos actores involucrados en la temática: gobierno, parlamentarios, pobladores y representantes de organizaciones no gubernamentales y de iglesia. Además permitió hacer un diagnóstico, desde diferentes miradas, de las políticas habitacionales llevadas a cabo, reflexionando sobre sus aspectos positivos, sus falencias y los desafíos que aún están pendientes.
En este sentido los temas abordados en el seminario fueron un apronte de la nueva Política Habitacional que anunció la presidenta Michelle Bachelet el pasado 18 de julio de 2006. Política que coincide e incorpora los principales ámbitos y propuestas abordados por los expositores y participantes del encuentro.
Lo que se refleja en las metas que se han propuesto, entre las que se destacan: disminuir el déficit habitacional del 20% más pobre de la población, aumentar la superficie de las viviendas sociales y revertir la segregación social en la ciudad, creando un nuevo subsidio diferenciado a la localización.
También se compromete a mejorar la calidad de las viviendas y la fiscalización de los estándares de construcción y a promover la integración social a través de la creación de barrios más amables. Una propuesta que de llevarse a cabo como está expuesta podría traer beneficios a las personas más pobres, y que implica cambios estructurales de largo plazo.
Como Conferencia Episcopal valoramos el anuncio de esta nueva política habitacional y la voluntad de reconocer y de querer reparar los errores del pasado. Esperamos que efectivamente pueda implementarse de la mejor forma posible y cuente con el apoyo y colaboración de los diferentes actores involucrados. Sin duda la publicación que hoy presentamos será un aporte a la tarea de avanzar hacia una vivienda digna para todos.
III. Llamado a la solidaridad
Permítanme al concluir contarles dos vivencias personales:
1) Periódicamente visito las parroquias de la Diócesis de Rancagua, donde soy pastor.
En la visita a unos de los sectores más pobres de Rancagua, dialogaba con un centenar de niños, jóvenes y adultos. Hablábamos de los problemas sociales del sector. Droga, alcohol, delincuencia, falta de trabajo eran las situaciones más recurrentes. De repente un niño me pide la palabra y me dice: “Padre, yo no puedo dormir en la noche. La pared que separa nuestra casa de la otra es muy delgada. Se escucha todo. Los vecinos tienen la radio con mucho volumen y pelean harto. No puedo dormir.”
2) La Iglesia ha adherido a través de las Caritas Diocesanas a la hermosa acción impulsada por el Supremo Gobierno, “un niño, una cama”. Una persona me entregó el aporte del valor de una cama completa y me dijo: y ¿habrá lugar en la casa para colocar la cama?
Estos hechos concretos y miles de otros que ustedes podrían narrar exigen una actitud nueva una actitud de corazón, un cambio de mentalidad, un ponernos en el lugar de los otros, especialmente de los más pobres.
Concluyo con una plegaria que expresa maravillosamente este cambio del corazón. No sé quien es su autor. Para el caso no es necesario saberlo. Que Dios nos ayude a vivirla:
INSTRUMENTO SOLIDARIO
Señor, haz de mí un instrumento de tu solidaridad.
Donde haya hambre, que yo regale tu pan
y enseñe a conseguirlo honradamente.
Donde haya enfermedad y falta de higiene,
que yo promueva la sanidad.
Donde haya niños desescolarizados,
que yo busque los recursos necesarios.
Donde no haya techos o estén rotos,
que yo trabaje por viviendas dignas.
Donde haya desaliento e inhibición,
que yo fomente la participación y la esperanza.
Donde haya desunión entre vecinos,
que yo impulse la colaboración comunal.
Haz que no busque mi vanidad,
sino el bien de mis hermanos;
que no trabaje por mi reconocimiento,
sino por su desarrollo material y espiritual;
que no promueva el agradecimiento hacia mí,
sino su dignidad;
y que mi satisfacción consista
en haber amado con obras.
Gracias, Señor, porque cuanto más doy, más recibo;
cuanto más trabajo, más ayudo;
cuanto menos me busco a mí mismo, más eficaz soy;
y cuanto más comparto con los pobres,
más resucitas Tú en mí,
porque Tú eres…”la Solidaridad”.
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la
Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, agosto 29 de 2006.