Queridos hermanos y hermanas:
El primer día del primaveral septiembre, con toda la Iglesia celebramos el Día del Migrante y del Refugiado, jornada que tiene por objeto sensibilizarnos sobre la realidad de miles de hombres y mujeres que, por distintas razones, dejan su patria natal para avecindarse en otro país.
Este año, como Iglesia, queremos invitar a todas las personas de buena voluntad, especialmente los católicos, a abrir su corazón a estos hermanos que llegan a nuestro país con mucha esperanza pero también con muchos temores. El mundo está lleno de duras respuestas para los emigrantes y refugiados, pero nosotros los cristianos debemos ser ejemplo de amor fraterno y solidario con cada uno de ellos, tal como lo hubiera hecho el mismo Cristo: que con amor acogió a cada hermano y hermana sin importar su condición.
Ellos son un grito de auxilio que esperan nuestra fraternidad y acogida. Ojalá pudiéramos, hacer realidad lo que dicen los letreros a la llegada a nuestro país: “Bienvenidos a la República de Chile” y, cuando tengamos la oportunidad, nosotros mismos digamos: [B“Bienvenido, hermano migrante... yo te acojo con mucho cariño"[/B].
Como cristianos podemos aportar a un verdadero cambio cultural y humano, un cambio integral que incluya toda la realidad del hombre... ¡Eso lo podemos hacer! Sólo pensemos en cómo nos gustaría que nos recibieran a nosotros en otro país.
En Chile el principal lugar que la Iglesia ha destinado para la pastoral con Migrantes se encuentra en la llamada Parroquia Italiana de Santiago (Bustamante 180), donde funciona el INCAMI (Instituto Católico de Migración) instancia donde los extranjeros pueden encontrar una acogida fraterna, asesoría jurídica, integrada a los servicios de alojamiento, capacitación laboral, bolsa de trabajo, comedor, asistencia social y sicológica, entre otros servicios. En varias Diócesis del país se coordinan actividades tendientes a acompañar a los inmigrantes, retornados y emigrados chilenos que buscan mejores condiciones de vida lejos de los suyos. De igual modo, como Iglesia, queremos implementar algunos de esos servicios en cada Obispado a lo largo de todo Chile.
Ayudemos a estas obras pastorales y sociales, que actúan hacia el hermano emigrante con los criterios y valores cristianos; tenemos ahora una oportunidad distinta e importante para materializar nuestro amor y solidaridad con quien lo necesita. No nos encerremos en xenofobias o indiferencias. Globalicemos el amor solidario, recordemos lo que el Apóstol Pablo escribía a los Hebreos: “No se olviden de la hospitalidad"; es una hermosa materialización del Dios-Amor, el auténtico camino humano y cristiano...
Reciban todos ustedes, los chilenos emigrados a otros países y los Inmigrantes y Refugiados en Chile, el más cordial y fraterno saludo: Chile les recibe con mucho cariño y fraternidad. Recuerden que en la Iglesia siempre tendrán una Madre a quien recurrir frente a la soledad y a la realidad de encontrarse en un lugar desconocido y, a veces, hostil. No tengan miedo: en la Iglesia no tenemos extranjeros, pues todos somos ciudadanos del mismo Reino de hermanos.
Que este día nos sirva a todos, en especial a los importantes actores sociales, para renovar nuestro compromiso con estos hermanos que están junto a nosotros, pero que muchas veces vemos sin fijarnos en lo que verdaderamente importa a los ojos de Dios.
Hacemos nuestras las palabras del Santo Padre Juan Pablo II en ocasión de la Jornada Mundial para los Emigrantes y Refugiados de 2002: “A María Madre de Jesús y de la humanidad entera, le encomendamos las alegrías y los esfuerzos de cuantos recorren con sinceridad el camino del diálogo entre culturas y religiones diversas, para que acoja bajo su amoroso manto a las personas implicadas en el vasto fenómeno de las migraciones. Que María nos disponga al diálogo sincero y fraterno con todos nuestros hermanos y hermanas migrantes.
Con gran afecto les saluda a todos, en nombre del Señor,
† Enrique Troncoso Troncoso
Obispo de Melipilla
Presidente Área de Pastoral Social
Conferencia Episcopal de Chile