1. Al amanecer del Domingo retumbó el grito emocionado que recorre los siglos ¡El Señor está vivo, Cristo ha resucitado! Este fue el anuncio que le dio un sentido nuevo a todas las vidas, a todas las cosas. Pedro y Juan vinieron corriendo al sepulcro y comprobaron lo que decían las mujeres.
2. Aquél domingo, el amor compasivo de las mujeres sólo quería perfumar y envolver el cuerpo muerto del Señor. Ese amor no pudo mover la piedra de la tumba; el amor humano resignado creyó que todo había terminado.
3. Pero el amor de Dios vino de noche al sepulcro. El Espíritu Santo invadió el cuerpo martirizado de Cristo y le hizo participar de la vida gloriosa de Dios. ¡En Jesucristo, nuestra vida humana ha entrado en la eternidad! Es imposible imaginar una noticia mejor.
4. Cristo resucitó con su cuerpo glorioso, “Miren mis manos y mis pies; soy yo mismo” (Lc 24, 39). Su Resurrección es el inicio de la vida que brota en esta tierra y se prolonga más allá de la muerte, junto a Dios para siempre.
5. Ha comenzado la última etapa de la historia. El Hijo Amado vuelve al cielo y nos envía su Espíritu para volver con Él. Él mismo nos ha preparado allá una casa para todos (Jn 15).
6. La Pascua del Señor nos ha conseguido la auténtica liberación. Ha roto las cadenas del pecado, de la muerte eterna y de todo lo que separa de Dios y de los hermanos. Esa libertad es compañera inseparable del amor cristiano que inicia el Reino de Dios.
7. La Pascua victoriosa de Cristo, es la garantía de la vitalidad de la Iglesia peregrina. Es el impulso permanente de la misión de anunciar a todos el Evangelio. Es la fuente de su servicio a la vida, a la justicia y a la paz.
8. Cristo vivo nos impulsa a emprender con renovada esperanza nuestra misión en el mundo. Movidos por esa esperanza nuestra Iglesia Diocesana ha comenzado su primer Sínodo Temático de Juventud.
9. Queremos anunciar a todos los jóvenes a Cristo muerto y resucitado. Queremos invitarlos a descubrir que Cristo acoge y le da sentido a todas sus preguntas y búsquedas más nobles.
10. El Papa Benedicto XVI en su Mensaje a los jóvenes nos desafía a todos: ¡Atrévanse a amar …con un amor fuerte y hermoso, capaz de hacer de toda vuestra vida una gozosa realización del don de vosotros mismos a Dios y a los hermanos, imitando a Aquél que por medio del amor, ha vencido para siempre el odio y la muerte!”
11. Palabras parecidas nos decía en Chile hace veinte años el querido Papa Juan Pablo II “Si lucháis por llevar a la práctica este programa de vida, enraizado en la fe y en el amor a Jesucristo, seréis capaces de transformar la sociedad, de construir un Chile más humano, más fraterno, más cristiano… optad por Jesús y rechazad las idolatrías del mundo, los ídolos que buscan seducir a la juventud. Sólo Dios es adorable, Sólo El merece vuestra entrega plena...” (Encuentro con la Juventud en el Estadio Nacional).
12. Todos somos testigos de lo que puede hacer un joven, cuando descubre al Señor en su vida. Cuando establece con Jesucristo una amistad íntima, cuando “vive un amor alimentado de Cristo: con la lectura, la comunión, la oración” (San Alberto Hurtado).
13. Vivimos una época de contradicciones; los grandes avances conviven con males enormes. Campañas globales contrarias al plan de Dios, corroen la familia, enferman y deforman el amor, desprecian la vida de los inocentes, endiosan las ganancias, multiplican las guerras y la violencia; son “males inmensos como nunca…es la hora de las grandes esperanzas” (San Alberto Hurtado).
14. Sí, tenemos grandes esperanzas porque tenemos a Cristo vivo. Tenemos su bautismo, su Evangelio, la Eucaristía, la Iglesia. Tenemos a la Madre del Señor que siempre nos está acompañando, animando y orientando en el camino de la comunión y el servicio al mundo.
15. Recibamos con entusiasmo esta invitación de Juan Pablo II para inundar nuestra sociedad con la vida nueva de Cristo: “…levántate y participa… en la Iglesia, en la incansable tarea de anunciar el Evangelio, de cuidar con ternura a los que sufren en esta tierra… La fe en Cristo nos enseña que vale la pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al inocente, al oprimido, al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el sufrimiento de los demás” (Discurso a los jóvenes en el Estadio Nacional).
Les bendigo con cariño en la alegría inmensa de este acontecimiento que renueva nuestra fe, aviva nuestra esperanza y enciende nuestra caridad ¡Cristo ha Resucitado! Feliz Pascua.
† Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca