Textos bíblicos
Primera Lectura : 1 Jn 4, 7-11
Salmo Responsorial: Sal 8
Evangelio : Jn 6, 28-35
01.
TE DEUM
“ A Ti, oh Dios, te alabamos;
a Ti, oh Señor, te confesamos”.
La alabanza que hoy resuena en nuestro templo Catedral: “
A Ti, oh Dios, te alabamos; a Ti, oh Señor, te confesamos…”, son las hermosas palabras de un himno antiguo, con el cual, siguiendo una noble tradición, Chile comienza las celebraciones de un nuevo aniversario como nación independiente.
Son variados los aspectos que evoca este himno. El entonarlo, hoy,
patentiza el fundamento cristiano en el cual se forjó y se ha desarrollado nuestra Patria.
En su gran profundidad, nos motiva a que, junto con reconocer el primado de Dios en todo, le tributemos la más sentida gratitud, ya que todo bien tiene en Él su origen, es sustentado por Él y en Él encontrará también su cumplimiento, su finalidad y su fin.
Ante el Altar del Altísimo, Señor de los tiempos y de la historia, convocados por Jesucristo, reconocemos con humildad y alegría la obra que el Espíritu va desplegando en medio nuestro. De ello somos testigos. En ocasiones percibimos su obra patentemente, en otras, los caminos misteriosos del Señor para su actuación en la historia y nuestras propias limitaciones humanas, de diverso orden, pueden oscurecer nuestra percepción de su presencia.
Sin embargo, Él está vivo y presente, actuando siempre.
02.
LA PALABRA DEL SEÑOR
Cristo es nuestra vida
La Palabra de Jesús que ilumina esta celebración es parte del extenso e importante capítulo sexto del Evangelio según San Juan. Es un texto denso, muy rico en contenido y de variadas perspectivas.
El evangelista Juan nos dejó esta página maravillosa para destacar una
enseñanza del Señor, válida siempre, con el propósito que nosotros ahondemos en el
significado del Mensaje que encierra, de tal modo que éste sea motivo inspirador de vida.
La intención es una invitación perentoria a quienes nos nutrimos de la Palabra, para que profundicemos en nuestra fe lo más ampliamente posible.
Interpelado por los judíos, quienes lo interrogan atrevidamente con estas palabras: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿En qué te ocupas?”; el Señor los desafía a un acto de fe gratuito, desinteresado.
La gente debe buscarlo, no para saciar su hambre corporal, como lo hizo con el signo de la multiplicación de los panes, sino para encontrar la vida en plenitud que nos trae el Pan del cielo, que es Él.
Esta página evangélica nos sitúa en lo más importante de nuestra opción:
Cristo es nuestra vida. Él es el pan verdadero que debe ser comido y asimilado, en su Palabra y en su ejemplo.
Por ello, ésta y todas nuestras celebraciones, no son un rito como tantos, sino la comunión (común-unión), estrecha, profunda, con Cristo y los hermanos. Si todos nos unimos a Cristo, somos uno con Él y en Él.
El pueblo, sin duda, está sometido, hoy como ayer, a necesidades materiales inmensas que tantas veces nos interpelan dolorosamente. Sin embargo, el Señor está presente para recordarnos que Él es el verdadero Pan que sacia definitivamente el hambre,
tanto de quien tiene para sus necesidades, como del que no tiene para cubrirlas.
El Señor no pretende limitar su acción a satisfacer el hambre física, material. El hombre tiende frecuentemente a buscar prodigios, facilidad, éxito, demostrando menos interés por la persona de Jesús y sus exigencias. De ese modo es difícil lograr una comunión con Él, pero, sabemos,
sólo Él sacia definitivamente; sólo Él da vida abundante, sólo Él libera y plenifica al hombre.
“Yo soy el Pan de Vida”
Ante los anhelos de sus interlocutores Jesús se presenta como el verdadero pan esperado, el que revela toda la verdad sobre Dios su Padre:
“
Yo soy el pan de vida.
El que viene a mí no pasará hambre,
y el que cree en mí
nunca pasará sed”.
Él es el pan que debe ser comido. Este alimento es el verdadero “camino” para unirnos con Él. No existe otro modo de obtener la plenitud de la vida.
Él es el pan de amor que comunica al mundo la vida misma de Dios.
Si entramos en su vida, no pasaremos hambre, ni sed, porque Él sacia plenamente
el deseo de Dios que anida cada hombre y cada mujer en su corazón.
La propuesta de Jesús es
clara, definitiva, absoluta. Por ello, muchos se marcharon; pocos quedaron junto a Él.
03.
ANHELOS DEL CORAZÓN DEL HOMBRE
CRISTO RESPUESTA PLENA
El Santo Padre Benedicto XVI en el Solemne inicio de su Ministerio Petrino, nos decía: “
quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera”.
En ocasión tan privilegiada como ésta, en la que Jesús nos ha convocado ante el Altar del Altísimo para la celebración de este solemne
Te Deum, queremos reafirmar con convicción que
Él es la Vida, nuestra vida y que, solamente en Él, Chile encontrará Vida verdadera, perenne, abundante y plenificante.
Con el Papa Benedicto XVI, que nos preside en el camino de la Fe, anunciamos que con Cristo y en su amistad “se abren las puertas de la vida”… “se abren las grandes potencialidades de la condición humana”. Con Él, en definitiva, “experimentamos lo que es bello y lo que nos libera”.
Los intereses de la nación y de la provincia, los hechos y acontecimientos que preocupan al pueblo y a las autoridades, los problemas de diversa índole que emergen con fuerza, no podemos ni debemos soslayarlos. También
la Iglesia, desde su misión, está presente.
La Iglesia sale al encuentro de sus hijos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, con entera disposición, para acompañar su camino e
indicar la fe como respuesta cierta a las grandes interrogantes de la existencia humana. La belleza de la fe, como don de Dios, confesada, testimoniada y vivida en Cristo nos impulsa a verificar los retos y desafíos del tiempo presente y a asumirlos con entera responsabilidad, pensando y actuando en vista del bien común. De este modo abrimos “las puertas de la vida” para nosotros y para quienes, en último término, el Señor mismo ha puesto bajo nuestro cuidado.
Las “puertas de la vida” son
para la familia, que hoy, tal vez más que en otros tiempos, nos presenta serios desafíos. No se trata de regreso a una época que pudiera haber quedado atrás en el correr del tiempo. Es más bien
una mirada serena y realista, un esfuerzo constante y de todos, la difusión de sus valores, hermosura y trascendencia, de la institución madre en la que se edifica la sociedad.
La familia es el bien más apreciado por nuestro pueblo. En su seno se fraguan ideales que nos acompañan toda la vida. De ella dependen, en gran medida, la cultura, la educación, la transmisión de valores y también la fe. Es evidente que a la familia debemos consagrar los mejores esfuerzos.
Las “puertas de la vida” son
para los jóvenes, presente y futuro de nuestro pueblo, que encuentran no pocos obstáculos para un buen desarrollo personal, familiar y social. Lamentablemente, muchos jóvenes no gozan de las condiciones adecuadas, educativas, laborales, para dar un real sentido a sus vidas.
Recientemente, el Papa Benedicto XVI, llamó a los jóvenes a no tener miedo y proyectarse por el camino del bien, ideales tan propios de la juventud: “
¡No tengáis miedo, Cristo puede llenar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón! ¿Puede haber sueños irrealizables cuando son suscitados y cultivados en el corazón por el Espíritu de Dios?”…no debéis tener miedo de soñar con los ojos abiertos con grandes proyectos de bien y no tenéis que dejaros desalentar por las dificultades”.
Las “puertas de la vida” son para todos los hombres y mujeres, especialmente
para los pobres del Señor, hermanas y hermanos nuestros, que por diversas razones deben vivir excluidos de los bienes materiales y otros que son patrimonio de todos.
El desarrollo experimentado será auténtico cuando, quienes carecen de lo esencial para vivir, logren insertarse en una sociedad equitativa que dispensa a todos, por igual, los medios para una existencia digna.
Qué grandes desafíos se nos presentan siempre para no ser insensibles ante la realidad de la pobreza, que se experimenta más dura justamente en días de fiestas.
Cuanto hagamos por
optimizar la salud, educación, trabajo y salarios justos contribuirá eficazmente al bienestar de todos y al auténtico desarrollo de nuestro pueblo.
En este día hacemos nuestra la súplica del Papa Benedicto XVI en la reciente Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en el Santuario Nuestra Señora Aparecida:
“
Quédate (Señor) en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares, para que sigan siendo nidos donde nazca la vida humana abundante y generosamente, donde se acoja, se ame, se respete la vida desde su concepción hasta su término natural.
Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes, con los indígenas y afroamericanos, que no siempre han encontrado espacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad. Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro Continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus legítimas esperanzas”.
04.
EN LA PROXIMIDAD DEL BICENTENARIO
A sólo tres años del Bicentenario de nuestra Independencia convoco a todos, con respeto y solicitud, desde mi condición de pastor de la iglesia diocesana de Osorno, a no escatimar esfuerzos por
salir al encuentro de las familias, los jóvenes, y los pobres, con todos los medios que estén a nuestro alcance, para ayudarlos en la consecución de sus más apreciados anhelos.
A todos los presentes y a quienes siguen esta sagrada celebración por los diversos Medios de Comunicación Social, les deseo Felices Fiestas Patrias.
Ruego al Señor en este día que bendiga a la Provincia, junto con sus Autoridades y sus familias.
Finalizo esta homilía con palabras hermosas y profundas del Cardenal Raúl Silva, de quien celebraremos el próximo jueves 27 de septiembre el centenario de su nacimiento:
“
Quiero que en mi país todos vivan con dignidad…
Quiero que en Chile no haya más miseria para los pobres…
Quiero un país donde reine la solidaridad…
Quiero un país donde se pueda vivir el amor…
Y por último,
quiero para mi patria lo más sagrado que puedo decir:
que vuelva su mirada hacia el Señor.
Un país fraterno sólo es posible cuando se reconoce la paternidad bondadosa de Dios”.
Qué su sueño de País sea también nuestro anhelo.
A Cristo el Señor, honor y gloria, por siempre. Amén.
† René Rebolledo Salinas
Obispo de Osorno