Homilía Celebración del Te Deum Ecuménico
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Homilía Celebración del Te Deum Ecuménico

Catedral de Copiapó, 18 de Septiembre de 2007

Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2007
Pais: Chile
Ciudad: Copiapó
Autor: Mons. Gaspar Quintana Jorquera

“Yo he venido para que tengan vida, y en abundancia” (Jn 10, 10)

Introducción

Al celebrar una vez más nuestras Fiestas Patrias son diversos los pensamientos y sentimientos que se acumulan en el alma de Chile.

Sea que los hechos o experiencias de vida ocurran a nivel nacional, familiar o personal, sea que su contenido fluya de motivos de alegría, de tristeza o de preocupación, mirar a nuestro país nos hace elevar el corazón al Dios de la historia. Tenemos tanto por que darle gracias, pedirle perdón e implorar su amorosa presencia de Padre en la construcción de un Chile mejor.

Este año hay varias circunstancias que nos motivan con mayor fuerza para proclamar Te Deum laudamus, es decir, A Ti, oh Dios te alabamos. Entre ellas señalamos la situación de nuestro país, entre luces y sombras, en su camino al Bicentenario; el mensaje de la reciente V Conferencia General de los Obispos de la Iglesia en América Latina y El Caribe; los 100 años del nacimiento del Cardenal Raúl Silva Henríquez; la Asamblea Eclesial Nacional que se celebrará por primera vez en nuestro país, y, finalmente, la próxima celebración de los 50 años de la creación de esta Diócesis de Copiapó.

En todo lo bueno, hermoso y noble de estos acontecimientos queremos ver una consecuencia de la presencia salvadora y amorosa de Cristo que “ha venido para que el mundo tenga vida” plena.

Poner la historia en las manos del Señor

Son realmente hermosas las palabras del salmo cuando dice que “si Yaweh Dios no construye la casa en vano se afanan los albañiles” (salmo 127). La Iglesia tiene como firme convicción de su fe que, como ha dicho Benedicto XVI, “Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano, es el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta la cruz.”

En esta perspectiva nos alegra pensar que el Señor de la vida acompaña a su pueblo, en los momentos hermosos o dolorosos de su historia, y lo ilumina, fortalece y regala sus dones para que haga un camino pleno hacia la verdadera felicidad.

Por esto hoy queremos dar gracias a Dios por todo lo que ha regalado a nuestra Patria, por el abnegado trabajo de su gente, por los esfuerzos hechos por los gobernantes y gobernados en mejorar el nivel de reconciliación nacional, por los logros en orden a una vida humana más digna, y por la abundancia de sus recursos naturales, destinados a alcanzar un desarrollo integral de todos los chilenos y chilenas.

Pero también estamos conscientes de que no siempre hemos sido totalmente consecuentes con nuestro deseo de ser un país de hermanos, y por esto pedimos perdón al Dios misericordioso que nos ha creado libres con una vocación de responsabilidad.
No es difícil darse cuenta de que nos falta todavía un trecho considerable para vivir una verdadera democracia, en la que todos y cada uno de los ciudadanos, en un clima de verdad y de respeto, busquemos sinceramente el bien común para todos los que son parte de Chile. Lo que vemos a diario, en diversos sectores sociales de la vida nacional, no favorece para nada el mejoramiento de la situación dura e injusta de quienes, en este sistema económico, aparecen como marginados o excluidos. Una prueba de ello son los hechos que han originado la declaración de la Conferencia Episcopal: “Sin justicia social no hay democracia integral”, y la propuesta del tema sobre el “sueldo ético,” y la reciente declaración “Educar para la paz, desafío para Chile”, a raíz de los violentos episodios ocurridos la noche del pasado 11 de septiembre, con la muerte injusta de un carabinero.

Para la Iglesia, entrar a iluminar, desde la Buena Nueva de Jesucristo, las diversas situaciones de la vida humana, son parte de la tarea que su Señor y Maestro le ha encomendado. Su preocupación es mirar, con una dimensión integral, todo el arco que comprende la persona-la sociedad- y la actividad humana. Motivada por el ejemplo de Cristo, que “ha venido para que el mundo tenga vida, y en abundancia” (Jn 10, 10), la comunidad de los hombres y mujeres que lo siguen, trata de abarcar con su compromiso el ámbito global de la vida humana. Esto implica asumir desde la dignidad de cada persona hasta la familia y lo social, desde la política salarial hasta la cuestión ecológica, desde la escala de valores espirituales y éticos hasta los asuntos materiales, de manera integrada.

La labor mediadora de la Iglesia en conflictos laborales y sociales ha demostrado, no sólo su buena voluntad para buscar el bien común, sino también la validez en nuestros tiempos de las orientaciones de su Doctrina Social, no sólo para los creyentes, sino para todas las personas de buena voluntad, que buscan una sociedad más justa, fraterna y creadora de esperanza.

Discípulos misioneros del Señor

Ciertamente que la V Conferencia General de los Obispos de América Latina y El Caribe ha sido un gran acontecimiento eclesial para el continente. En la segunda quincena del mes de mayo de este año casi doscientos Obispos de América Latina y El Caribe, se reunieron en el Santuario Nacional de Aparecida, Brasil, para analizar y programar el futuro de la evangelización, iluminados y animados por la persona del Papa Benedicto XVI.

El gran llamado de los Obispos representantes de las 22 Conferencias Episcopales a quienes han sido bautizados en el agua y el Espíritu Santo, consiste en ayudarles a tomar conciencia de que son “discípulos misioneros de Jesucristo para que en El nuestros pueblos tengan vida”.

En el hermoso y exigente mensaje del Documento Conclusivo nos sentimos llamados a mirar el mundo y la historia, desde el original aporte de la cultura de nuestros pueblos, marcada por el Evangelio. En este sentido el encuentro con Cristo, “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6) es clave: nuestra vida y nuestra acción en el mundo se transforman y potencian cuando lo aceptamos como Señor y Maestro, escuchándolo y siguiendo sus enseñanzas.

Pensando en la realidad chilena, a la Iglesia le parece oportuno tener en cuenta lo que en su discurso inaugural Benedicto XVI decía a los Pastores del continente: “¿Cómo conocer realmente a Cristo para poder seguirlo y vivir con El, para encontrar la vida en El y para comunicar esta vida a los demás, a la sociedad y al mundo?

En este apartado está la gran tarea de los cristianos como discípulos misioneros del Señor: conocer a Cristo y su mensaje, traducirlo a las diversas situaciones de la vida: familia, Iglesia, trabajo, colegio, política, ciencia, arte, deporte, relaciones sociales. De este modo “la vida cristiana no se expresa solamente en virtudes personales sino también en las virtudes sociales y políticas.”

En Atacama, como en cualquier rincón del mundo, allí donde hay un hombre o mujer que viven día a día su condición de discípulos misioneros de Jesús, se puede comprobar que “discipulado y misión son como las dos caras de la misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo no puede dejar de anunciar al mundo que sólo El nos salva (cf. Hch 4, 12).

En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro.”

La proximidad del Bicentenario es una buena oportunidad para que la Iglesia, a través de todos los que viven su fe desde la dimensión de la Palabra de Dios acogida, celebrada, proclamada y compartida con sentido misionero, haga su valioso aporte a la comunidad nacional.

Hay todo un desafío en hacer de Chile un país más dialogante y respetuoso, con políticas públicas más coherentes, con una familia más protagonista en su opción por la vida, con una solidaridad globalizada a favor de los pobres, con una clase política que dé mayor altura y nobleza al servicio público, con una naturaleza cultivada y explotada más sensatamente. Un punto concreto de nuestra referencia es el agua: sería un gran error pensar que porque este problema no aparece en la primera plana de la noticias ha dejado de ser preocupante.
Lo que los Obispos en Aparecida han formulado pensando en el continente, queremos aplicarlo a nuestro país, a nuestra Región diciendo: caminemos “hacia un país de la vida, del amor y de la paz,” para que, como dice Jesús, “en esto todos conozcan que Uds. son discípulos míos” (Jn 13, 35).

Un regalo de Dios para Chile

Dentro de pocos días, el 27 de septiembre, se cumplirán 100 años del natalicio del que fuera Arzobispo de Santiago y Cardenal de la Iglesia, Raúl Silva Henríquez. Un hombre y un pastor de grandes condiciones, que tuvo un papel providencial en un momento muy difícil de la historia de Chile, y que fue, en verdad, un regalo de Dios para nuestra Patria.
Con una lucidez extraordinaria supo dirigir la Iglesia y aportar al país orientaciones y decisiones que a todos, gobernantes y gobernados, ayudaron a discernir lo mejor para la nación, en medio de situaciones de gran tensión, dolor e incertidumbre.

Palabras dichas por él hace más de 30 años tienen todavía vigencia para nuestro tiempo. Quiero citar algunas en el contexto de estas Fiestas Patrias:

* “La Patria no se inventa ni transplanta porque es fundamentalmente alma; alma colectiva de un pueblo, consenso y comunión de espíritus que no se puede violentar ni torcer, ni tampoco crear por voluntad de unos pocos. De aquí fluye, con imperativa claridad, nuestra urgente tarea: reencontrar el consenso; más que eso, consolidar la comunión en aquellos valores espirituales que crearon la Patria en su origen. La Historia demuestra –y seguirá demostrando- que sólo en esta fidelidad es fecunda la esperanza.”

* “Los pueblos que enajenan su tradición y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y finalmente su independencia ideológica, económica y política.”

Después de escuchar este mensaje uno se queda pensando en la necesidad que tenemos de lo que podría llamarse un “Proyecto-País,” a partir de un “Pacto Social” para resolver unidos, como un solo cuerpo, los problemas que nos aquejan. Allí están los hechos de inusitada violencia o vandalismo de hace pocos días, los problemas de violencia intrafamiliar, los casos de feminicidio que van aumentando, el creciente poder del narcotráfico, y su destructivo influjo en la vida ciudadana. Pienso, más concretamente, por ej., que un asunto a tratar, podría ser, en el campo de las remuneraciones laborales, el de no sólo fijar los mínimos y las máximos de un salario ético posible, sino también el llegar a decidir invertir las riquezas de Chile en beneficio de las familias más necesitadas del país en cuanto a alimentación, educación, vivienda, salud, previsión social.

En esta celebración damos gracias al Señor de la historia por el Cardenal Silva Henríquez, hombre que con su palabra y el testimonio de vida ha enriquecido el alma de Chile.

Un nuevo acontecimiento eclesial

Del 10 al 12 de octubre viviremos en Santiago un acontecimiento importante para la Iglesia chilena: la Primera Asamblea Eclesial Nacional. Es un gran encuentro en el que unas 600 personas, representantes de todas las diócesis del país, participarán en la oración, el estudio y la programación para la evangelización de los años 2008-2012.

Previa participación de las bases de toda la Iglesia chilena en la propuesta de aportes, la Asamblea Eclesial, con un gran espíritu de comunión y participación, iluminada por la reflexión de la Conferencia de Aparecida, reflexionará y decidirá las grandes líneas orientadoras para vivir el discipulado y la misión que Cristo ha encomendado a la Iglesia como servicio iluminador y liberador al pueblo de Chile y su cultura.

Más concretamente, la Iglesia Católica está invitando a quienes son o se sienten parte de ella, a asumir en nuestra Región el compromiso cotidiano, de palabra y de obras, por alejar todo lo que ocasione deterioro de la vida familiar o cause violencia al interior de ella, lo que distorsione el proyecto educativo integral de nuestros niños y jóvenes, lo que origine inseguridad laboral o una remuneración no adecuada a la dignidad del trabajo, y lo que no condice con el nivel ético, que debe ser ejemplar, de quienes son servidores públicos en cualquier nivel de la vida nacional.

A la luz de todo esto, las Orientaciones Pastorales de los Obispos de Chile para los años 2008-2012, a ser elaboradas en la Asamblea Eclesial de octubre, nos ayudarán a transformar la realidad de cada persona, de cada familia, de cada ambiente laboral o social, de modo que Chile tenga la vida plena e integral que Dios le ofrece.
Este ha de ser nuestro gran aporte a la gran familia chilena en el camino al Bicentenario: más allá de los adelantos de carácter social o cultural, tecnológico o de infraestructura, cuidar de que el alma de Chile no pierda belleza ni dignidad ni esperanza en la búsqueda de un futuro mejor.

50 años de servicio al Evangelio

Finalmente quiero referirme a una fecha importante para esta Diócesis de Copiapó. El 31 de octubre próximo celebraremos 50 años de su creación, por bula firmada por el Papa Pío XII.

Junto con dar gracias al Dios de la vida y pedir perdón por todo lo que significa de luces y sombras medio siglo de vida y misión en estas tierras de Atacama, queremos renovar el futuro servicio de la Iglesia al pueblo de Atacama. Durante este tiempo son muchos los hombres y mujeres, que han tratado de seguir a Cristo, viviendo su vida, su trabajo, su compromiso social como familia, como trabajadores, como profesionales, como ministros de la Iglesia, a la luz del Evangelio. Desde ya siéntanse todos invitados a compartir esta fiesta de acción de gracias al Dios Uno y Trino, que nos proyecte al futuro con un nuevo espíritu evangelizador.

Conclusión

Al terminar este mensaje es de esperar que estas Fiestas Patrias nos ayuden a renovar el compromiso de ser protagonistas de un proyecto común de país libre, responsable y solidario, con participación real de todos los chilenos y chilenas.

Todos estos deseos y expectativas los quiero dejar en el Corazón materno de la Virgen María del Carmen, Madre y Reina de Chile. Ella nos ayudará a caminar con esperanza y entusiasmo hacia el Bicentenario, como discípulos misioneros de su Hijo Cristo el Señor.

† Gaspar Quintana J., CMF.
Padre-Obispo de Copiapó



Copiapó, septiembre de 2007




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