1. En medio de los ajetreos que a veces dificultan el recogimiento y la contemplación del misterio de la Navidad, nos acercamos a la celebración de esta fiesta trascendental de la fe cristiana: Dios se ha hecho hombre. Este es un acontecimiento que cambia la historia pues revela a Dios-con-nosotros, un Dios que –como ha dicho el Santo Padre- es el eterno contemporáneo de la humanidad.
2. Desde el pesebre de Belén, miramos la calidad de nuestra convivencia. Estamos concluyendo un año que, si bien no ha sido fácil para los chilenos en varios campos, también ha abierto caminos, por la fecunda vía del diálogo, para buscar soluciones a temas pendientes de la sociedad, como una mayor justicia social y una educación de calidad. Eso sí, nos sigue preocupando este clima de violencia latente en la convivencia diaria del hogar, que también se percibe en barrios, colegios, estadios y en distintos ámbitos de la vida social y que cada cierto tiempo estalla en polémicas destempladas, y descalificaciones.
3. El acontecimiento de Belén, nos une de modo especial a las personas que sufren la pobreza, la soledad, la enfermedad o el abandono. Pensamos hoy en quienes se encuentran sin trabajo, con sus familias en crisis, lejos de sus seres queridos o agobiados por la desesperanza. Con los más pequeños quiso Dios celebrar su presencia en medio de nosotros. Hacia sus sentimientos volcamos los nuestros en esta Nochebuena.
4. Queremos volver a decirlo con fuerza: necesitamos educar para la paz. En su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del próximo 1 de enero, el Papa sostiene que “la familia es la primera e insustituible educadora de la paz”. Sólo desde el diálogo honesto y respetuoso que se aprende en el hogar se logra superar la tentación de la violencia y se abren las puertas a soluciones justas.
5. En la paz del pesebre se inspira nuestra intención para esta nochebuena: que el Niño Jesús nos bendiga con su gracia, pacifique nuestros espíritus y nos conduzca por el camino del diálogo para que nuestra convivencia familiar, cívica y social sea cada día más respetuosa de la dignidad de todos, por el bien de nuestro pueblo, y particularmente de los más postergados.
6. Nuestra palabra final es la esperanza. En este tiempo de Adviento, Benedicto XVI nos ha regalado “Spe salvi”, su segunda encíclica, de honda riqueza y frescor para nuestro tiempo. En su texto nos recuerda que “nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar” (N. 31).
7. Con el espíritu humilde que condujo al pequeño tamborilero hasta el santo pesebre con lo único que poseía -su viejo tambor-, queremos ofrecer al Niño Jesús nuestra esperanza, por la intercesión de María, madre del amor hermoso. A todos nuestros compatriotas les deseamos una muy feliz Navidad.
POR EL COMITÉ PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente
† Cristián Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General
Santiago, 20 de diciembre de 2007