“El misterio de la fidelidad de Dios constituye la esperanza de la historia”
[align=right](Benedicto XVI)[/align]
Fecha: Jueves 20 de Marzo de 2008
Pais: Chile
Ciudad: Talca
Autor: Mons. Horacio Valenzuela
1. Jesucristo ha resucitado y vive para siempre. ¡Es el grito de alegría que se escuchó al amanecer en Jerusalén y que recorre la tierra y la historia estremeciéndonos de alegría y esperanza. La Semana Santa nos ha hecho revivir con Cristo el drama fundamental de la existencia humana y de nuestra propia existencia.
2. Hemos participado en el duro combate, que se da siempre de nuevo en el corazón humano y de allí se traslada a la familia y a la sociedad. En Jerusalén se han enfrentado para conquistar nuestra libertad, la gracia y el pecado, la vida y la muerte, la mentira y la verdad, las tinieblas y la luz.
3. Por el camino de la cruz, Cristo Jesús ha salido ya victorioso del campo de batalla. Su fidelidad al Padre y su amor por nosotros le hizo soportar el castigo despiadado, el cansancio, la injusticia, el abandono, el desprecio, la burla. “El camino de la cruz es el único que conduce a la victoria del amor sobre el odio, del compartir con los demás sobre el egoísmo, del odio contra la violencia…” (Angelus 10/ 02/ 08).
4. El dolor insondable de Cristo recogió por el camino, todos los dolores de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Cristo, que con sus llagas, ahora eternas, ha vuelto luminosas todas las llagas del cuerpo y del alma, nos vuelve a decir: “¡Vengan a mí todos los que se sientan cansados y agobiados que yo los aliviaré!” (Mt. 11,28).
5. Como en estos días de sequía en nuestra Región, la tierra reseca clama por la lluvia, así también en nuestra sociedad, el trabajo, el amor, la ciencia, la política y la cultura, esperan recibir a Aquél que “hace nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). La pasión misionera de la Iglesia, se alimenta de este deseo… para que nuestros pueblos en Él, tengan vida.
6. La noticia de la Resurrección de Nuestro Señor debe inundar de gozo la tierra entera para hacer fecunda la vida humana entera.
7. Hoy es tiempo de sincerar y ahondar la amistad con el Señor Resucitado por medio de la oración, la intensa vida eucarística, el contacto con su Palabra, para que su vida, que es eterna, pueda entrar en todos los aspectos de nuestra vida, en todos los espacios del corazón, en todos los pensamientos. Por medio de la oración, como nos decía San Alberto Hurtado, “...recibimos las fuerzas de Dios, la caridad de Cristo, la paciencia y el amor incansable…en la oración se encuentra el secreto para vencer”.
8. La vida es fundamentalmente buena si la miramos con los ojos resucitados de Jesús. La vida será buena siempre, aunque haya dolores y angustias, si, unidos al Señor la gastamos amando y trabajando por un mundo más digno del hombre.
9. La bondad del Padre, manifestado en su Hijo Amado, ha inaugurado la era de la esperanza porque ya está en medio de nosotros, ya está cerca nuestro, Aquél que no nos abandonará jamás.
10. La Resurrección del Señor significa que nunca más, nadie, en ninguna circunstancia puede dudar de la fidelidad de Dios. Toda persona puede estar segura de que es definitivamente amada, que, suceda lo que suceda, un gran Amor la espera. Por eso, la vida siempre es hermosa (Spe Salvi 3).
11. Escuchemos al Señor en su Palabra, recibámoslo en la Eucaristía, y sirvámoslo en los que sufren. No nos dejemos aturdir por los ruidos de la violencia y la injusticia que nos transmiten con abundancia muchos medios de comunicación social.
12. Sólo si miramos con los ojos de Dios, a la luz del Evangelio, podemos mirar y vivir con esperanza nuestro tiempo. De la calidad de nuestra unión con Él depende la verdad de lo que veamos y vivamos.
13. Jesús nos pone por delante un camino largo y fascinante por el que todos podemos avanzar y crecer, madurar… es un camino que se pierde en el cielo. ¡La eternidad, el infinito ya son nuestros! ¡La fe nos impulsa a traer ese futuro dentro del presente para cambiar el presente! (Spe Salvi 7).
14. Si el futuro que esperamos es incierto, se vuelve absurda la austeridad, se frena la generosidad, la pasión por educar, por construir el bien. Si ese futuro no es el conocimiento y la posesión de Dios, serán inevitables la lucha por el dominio económico, la sobreexplotación de los recursos, la concentración excesiva de la riqueza.
15. Porque Cristo ha resucitado, el futuro es nuestro, la vida es nuestra… “todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 26). El deseo profundo de beber en la fuente de la vida que no se termina se ha vuelto realidad para la humanidad.
16. La Madre del Señor nos acompañe y nos contagie la alegría que no se apaga. Ella, la Madre de la Esperanza, nos enseñe a vivir la vida con la esperanza que no defrauda y a transmitirla especialmente a nuestros jóvenes en este tiempo de Sínodo Juvenil.
Les bendice con cariño y les desea una ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
† Horacio Valenzuela Abarca
Obispo de Talca
