MENSAJE A LAS COMUNIDADES CRISTIANAS DE BASE
En los 40 años como prioridad pastoral
1. Con un profundo sentimiento de gratitud a Dios Padre, que con su Espíritu nos ha acompañado uniendo los corazones de muchos hermanos y hermanas en Comunidades Cristianas de Base, nos dirigimos a todos sus integrantes y a cada una de las comunidades, conscientes de que en ellas encontraron a Jesús el Señor, se unieron a Él, y permanecen con Él.
2. Hace más de 40 años, en la segunda mitad del siglo XX, el Espíritu de Jesús sacudió fuerte a su Iglesia y al mundo. Sucedió el gran acontecimiento eclesial del Concilio Vaticano II: la Iglesia quiere responder a las necesidades del mundo actual.
3. Así, la Iglesia es convocada para conocer y vivir el don de la comunión profunda con nuestro Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente de la relación fraterna y solidaria que se da entre nosotros.
4. La Iglesia, en las comunidades de base, descubre a Jesús, siempre en estrecha relación con el Padre -Abba-, cuyo amor es infinito y dedicado totalmente a la sanación y dignificación de todos quienes se encuentran con Él.
Una comunidad de hermanos unidos por Jesús y su Espíritu
5. Las Comunidades Cristianas de Base son, en la Iglesia, el pueblo de Dios presente y peregrino en este mundo, animado y encaminado como discípulos misioneros de Jesús para que todos tengamos, en Él, vida plena.
6. El Concilio Vaticano II, las conferencias generales de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, Pablo VI con su carta “Evangelii Nuntiandi” y una variedad de acontecimientos que marcaron la realidad que vivían nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, nos ayudan a leer en profundidad los signos de los tiempos y a comprender evangélicamente “todo lo que ha pasado” (Lc 24).
7. Hacemos presente algunos hitos de esta historia: a partir de la eclesiología del Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium, la Iglesia se preguntó acerca de su origen y el para qué de su existencia. La Iglesia tiene su origen en Dios mismo, en el misterio Trinitario, primera y eterna comunidad de personas (LG 4,11). A partir de esta verdad entenderemos mejor que la Iglesia por vocación es y está llamada a ser una comunidad de personas.
8. Los obispos de América Latina en el año 1968 en Medellín, reunidos para ver cómo aplicar el Vaticano II en estas latitudes, hablaron de la Comunidad Eclesial de Base. En el documento llamado “Pastoral de Conjunto” n.º 10 se dice: “La vivencia de la comunión, debe encontrarla el cristiano en su ‘comunidad de base’: es decir, una comunidad local o ambiental que corresponde a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga una dinámica tal que permita el trato personal y fraterno entre sus miembros”. “La comunidad cristianan de base es el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de las riquezas y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión”.
9. En el n.º 13 del documento Pastoral popular se dice: “Que se procure la formación del mayor número de comunidades eclesiales de base en las parroquias, especialmente rurales o de marginales urbanos. Comunidades que deben basarse en la Palabra de Dios y realizarse, en cuanto sea posible, en la celebración eucarística, siempre en comunión con el Obispo y bajo su dependencia”.
10. A nivel de la Iglesia universal, el Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1974) dice: “En ciertas regiones surgen y se desarrollan comunidades, salvo alguna excepción, en el interior de la Iglesia, permaneciendo solidarias con su vida, alimentadas con sus enseñanzas, unidas a sus pastores (…) nacen de la necesidad de vivir con más intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y de la búsqueda de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más grandes” (EN 58).
11. Estas comunidades serán un lugar de evangelización en la medida en que:
- Busquen su alimento en la Palabra de Dios.
- Eviten las tentaciones siempre amenazadoras de la contestación sistemática.
- Permanezcan firmemente unidas a la Iglesia local.
- Guarden una sincera comunión con los Pastores.
- No se crean el único destinatario o el único agente de evangelización.
- Sean misioneras.
- Sean universalistas.
12. El año 1979 en Puebla los pastores latinoamericanos manifestaron que: “la Comunidad Eclesial de Base, como comunidad, integra familias, adultos, jóvenes, en íntima relación interpersonal en la fe. Como eclesial es comunidad de fe, esperanza y caridad (…) es de base, por estar constituida por pocos miembros, en forma permanente y a manera de célula de la gran comunidad” (DP 641).
13. “Las CEBs son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo sencillo; en ella se expresa, valora y purifica su religiosidad y se da la posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo” (DP 643).
14. “Las CEBs han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres” (1147). Señala además que en “algunos lugares no se ha dado la adecuada atención al trabajo en la formación de Comunidades Eclesiales de Base” (DP 98).
15. En 1992 en Santo Domingo, los Obispos de América Latina y el Caribe ratifican la opción por las CEBs. Son lugares de vivencia eclesial - comunitarias, donde se práctica la fe, el culto y el amor; son células vivas en la parroquia; su objetivo principal es la evangelización, con proyección misionera y en referencia a la vida… Se habla de las CEBs junto a los movimientos apostólicos eclesiales.
16. Así, en nuestro Continente, y en Chile en particular, ya desde el año 1968 comenzaron a surgir pequeños grupos de cristianos más conscientes y organizados que llamamos Comunidades Cristianas de Base (CCB) y Eclesiales de Base (CEB) que se constituyeron en una prioridad de la Iglesia en Chile desde el año 1968 en cada una de sus Orientaciones Pastorales. Durante varios años se dio una constante en su crecimiento en todas las diócesis de Chile.
17. Estas comunidades desde el comienzo buscan, para su compromiso cristiano en el corazón del mundo, su inspiración en la Palabra de Dios. Siempre se han sentido muy cercanas a las Comunidades Cristianas de la primera hora que se reunían en las casas, como nos narra san Pablo en sus cartas y Lucas en los Hechos de los Apóstoles. En cada reunión de la comunidad cristiana de base, como cuando Jesús oraba, se busca la voluntad del Señor, y se intenta mirar y analizar detenidamente la realidad de su entorno para descubrir lo que el Señor quiere, y servirlo para hacer presente su Reino.
18. Por primera vez en la Iglesia, después de muchos años, la Biblia misma comenzó a circular por las manos de los cristianos del siglo XX. Hoy vemos la Biblia envejecida en las manos de los miembros de las comunidades, pero joven en el corazón de las personas. Las Comunidades Cristianas de Base se constituyen en espacios concretos de Iglesia viva, de reconciliación y sanación, y se sienten parte de la Iglesia grande; los liderazgos no pesan porque surgen desde la base misma, sin que jamás les incomode la comunión con los pastores.
Urgidos por una nueva realidad
19. Hoy estamos inmersos en una nueva realidad: la Modernidad, es decir, la cultura nueva que ha surgido a partir de los enormes adelantos producidos por la ciencia y la tecnología. Se trata de un “fenómeno global” que afecta e interpela la vida de la gente y la de los discípulos, y nos reta nuevamente a discernir los signos de los tiempos, escuchando lo que el “Espíritu dice a las iglesias” (DA 33).
20. Debido al contexto de la globalización, hoy se hace mas difícil transmitir desde la familia nuestras tradiciones, incluidas las religiosas. Los medios de comunicación han invadido la intimidad del hogar (DA 39).
21. La necesidad de una vida creyente en comunidad es un clamor que se hace escuchar de muchas maneras. Es así como en el trabajo realizado para aportar a la V Conferencia de Aparecida, fue recurrente la alusión a ellas:
“Actualmente, aunque le damos espacio a la vida en comunidad, éste no es suficiente, somos débil signo de comunión y se vuelve un desafío esencial vivir más intensamente el amor fraternal.” “Las Comunidades Cristianas son de mucha importancia para la escucha de la palabra de Dios, la oración y el descubrimiento del paso de Dios por la historia, son las comunidades eclesiales de base y comunidades cristianas de base”.
“Es necesario ser una Iglesia con mejor capacidad de acogida dentro de sí misma (…) no es una estrategia pastoral sino un signo concreto de su propia identidad (…) hay que crear ambientes de calidez, alegría y fraternidad”
“Es necesario promover la formación de CCB como espacios gratuitos donde se comparte la fe, se revise la vida y se trencen lazos afectivos duraderos. Que la Parroquia sea una verdadera comunidad de comunidades”. “Queremos comunidades más participativas, orantes, sociables, fraternas. No tan sólo han de quedarse en espacios reflexivos y de formación (…) han de tener un gran compromiso social y sensibilidad por las necesidades de los marginados.”
22. Por eso todos los cristianos –discípulos misioneros de Jesús- nos sentimos llamados a “recomenzar desde Cristo” (DA 11), porque “en Él, sabiduría de Dios” (1Cor 1, 30), tenemos la certeza de que el hombre y la mujer de hoy y mañana podrán profundizar en su dignidad, su centro y profundidad, mirar de frente y atreverse a “evangelizar sin miedo la nueva cultura moderna” (DA 41).
Lo que nos desafía
23. El acontecimiento de Aparecida nos impulsa a descubrir la misión que las comunidades de discípulos misioneros tienen frente a los desafíos que la cultura nueva emergente impone. El desafío es, para nosotros, pastores y fieles, acercarnos y enamorarnos nuevamente de las CEBs y CCBs, porque como dice Aparecida: “necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, de la desilusión (…) una venida del Espíritu Santo que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza. Por eso, se volverá imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad ‘para que el mundo crea’” (DA 362).
24. Estamos convencidos de que el encuentro con Jesucristo vivo dará vida a nuestros pueblos. Para seguir realizando la misión al servicio de nuestros pueblos, esperamos contar con testigos fervientes, discípulos misioneros, que cultivan el don de la fe en una Comunidad Cristiana de Base. “En ellas se comparte y reflexiona cómo la realidad cambiante afecta la vida, y se acoge la Palabra de Dios discerniendo la presencia del Señor y de su Espíritu Santo. En una cultura marcada por un fuerte individualismo y por la presencia de grupos cerrados, con sus propios paradigmas sociales, las comunidades cristianas dan testimonio de la presencia transformadora de Jesús en ellas. Él las abre al diálogo y a la generosidad, a la búsqueda y al amor a la verdad, a la humildad y a la capacidad de servicio desinteresado (OO.PP. 2008-2012; n.º 56.3).
25. Nuestro compromiso desde todas las instancias diocesanas ha de ser: seguir impulsando y animando el encuentro personal con Jesucristo, en la Comunidad Cristiana de Base, inspirados en el acontecimiento de Aparecida.
26. Aparecida nos pregunta una y otra vez: ¿Qué tipo de comunidades tenemos que formar para anunciar a Jesucristo y para que en Él la gente tenga vida, y vida en abundancia?
Para responder a esta interpelación a partir de la V Conferencia y la cultura emergente, acogemos con todas las Comunidades el llamado de la Misión Continental. Propongámonos:
27. a.
Renovarnos al modo de las primeras comunidades cristianas, para “escuchar la enseñanza de los Apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones” (DA 173). Encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas (cf. Hch 2, 42-47), que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias.
28. b.
Facilitar los encuentros en Comunidad Cristiana de Base porque “a través del encuentro personal y comunitario con Jesucristo podemos transmitir ese sentido y calidad de vida, ya que en Él encontramos la Vida verdadera, en sus diversas manifestaciones (Cfr. OO.PP. 2008-2012 n.º 74). El Hijo de Dios que en los caminos y aldeas de Galilea curaba enfermos, expulsaba espíritus impuros, perdonaba pecados y ponía paz en el corazón de hombres y mujeres, es la vida del que hoy Resucitado, se ofrece a la humanidad. Esta vida del Hijo de Dios toca a toda la persona con todas sus dimensiones, transformándola en un ser nuevo: en hijo de Dios, hermano de los demás y servidor de la vida. Nadie como Jesús sana el corazón, devolviendo la libertad y la originalidad, la dignidad y la esperanza, dones divinos para la plenitud personal y el servicio a los demás (OO.PP. 2008-2012 n.º 77). Jesús es fuente de crecimiento en humanidad y de “reconstrucción de la persona y de sus vínculos de pertenencia y convivencia”. El encuentro auténtico con Él suscita aquel dinamismo de amistad, gratuidad y comunión indispensable para el encuentro con Dios y con los demás, y la sanación personal. Éste es el proyecto liberador del Padre: que alcancemos “la madurez conforme a la plenitud” de Jesús (Ef 4,13), quien construye identidades integradas, solidarias y con sentido trascendente (OO.PP. 2008-2012 n.º 79).
29. c.
Vivir a fondo el Evangelio, de forma que seamos comunidades “contraculturales”, no enfrentadas a la nueva cultura, sino con la capacidad de testimoniar los valores del Evangelio que liberan a la persona.
30. d. La Iglesia es comunión en el amor (DA 161).
Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza. Por eso, se vuelve imperioso asegurar cálidos espacios de oración comunitaria que alimenten el fuego de un ardor incontenible y hagan posible un atractivo testimonio de unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21) (DA 362).
31.
Convertirnos en testigos de Jesucristo vivo en la comunidad y en los pobres, para la vida plena de nuestros pueblos. Esto supone seguir el camino de Jesús y convertirnos en comunidad “samaritana” para que todos tengan vida en abundancia (DA 190).
32. Damos gracias al Señor por la riqueza que estas comunidades cristianas de base hacen al permanecer en la historia. Les animamos para que tomen su tiempo en la realidad cotidiana y sigan creando espacios de fraternidad y comunión, de vida y de encuentro con Jesucristo vivo como “desborde de la vida en plenitud que hemos recibido de Él”.
Unidos con la Santísima Virgen María, primera discípula misionera, “que conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 51).
† Cristian Contreras Villarroel
Obispo Auxiliar de Santiago
Secretario General de la CECh
† Héctor Vargas Bastidas
Obispo de Arica
Presidente Área Eclesial de la CECh
† Guillermo Vera Soto
Obispo Prelado de Calama
Presidente Comisión Nacional
de Comunidades y Ministerios de la CECh
Santiago, 11 de octubre de 2008.