Señor Intendente,
Autoridades,
Señoras y Señores,
1.- Junto con presentar a todas y a todos los presentes un deferente saludo, deseándoles un año lleno de gozo, con la posibilidad y responsabilidad de realizar cosas grandes en beneficio de nuestra Región, agradezco la amable invitación a participar de este “Gran Encuentro por el Trabajo y el Desarrollo Regional” del señor Intendente y la oportunidad de dirigirles unas palabras que, Dios quiera, confirmen la convicción y la voluntad que expresa el lema del encuentro: “Mejor, todos juntos”. He aceptado, con gusto, ofrecerles estas palabras, no porque tengas particulares competencias en una materia tan compleja y desafiante, sino porque deseo ser uno más que se suma a una iniciativa noble que convoca a tantas y tan distintas personas e Instituciones de la Región, para enfrentar un problema que afecta a todos, de manera especial, a las personas y familias, económicamente, más frágiles y vulnerables. Se trata de una iniciativa que convoca y, al mismo tiempo, una iniciativa que evoca una responsabilidad inherente a la común condición de ciudadanos.
El remezón económico financiero, iniciado los meses pasados, es como un ‘tsunami’ mundial que amenaza a todos, cuya intensidad afecta a todos y cuyas complejas consecuencias es aún difícil predecir en todo su espesor. Sin embargo, en la adversidad, la unión hace la fuerza y el sencillo aporte de uno, unido al esfuerzo de todos, crea redes insospechadas de justicia y solidaridad.
2- Deseo destacar que estamos realizando un encuentro emblemático, un encuentro que quiere manifestar y estimular la voluntad de ser un pueblo que quiere vivir en comunión y en participación solidaria; un pueblo que tiene conciencia que las crisis y las emergencias son también oportunidades y que se enfrentan mejor si todos nos damos la mano, si todos orientamos miradas e intereses hacia objetivos comunes, si aportamos sabiduría para discernir la dirección justa, si sabemos renunciar a legítimas visiones individuales para orientar las energías hacia el bien común. Vale la pena llevar a la conciencia conceptos obvios, cuyo significado a veces se olvida. Los términos “república”, “política”, la misma palabra “economía”, son expresiones que evocan una realidad ligada a la entera comunidad, a toda la sociedad. Los antiguos se referían a ella diciendo se trataba de algo que pertenece a todos: “De re nostra agitar” decían, es decir, “se trata de algo que nos compete a todos”. Así, la “polis”, es “res pubblica”, “asunto público”, y la economía, ley que regula el gobierno de la casa, es decir de la comunidad. Sí, ¡ “mejor, todos juntos”! ¡Qué importante resulta redescubrir estos significados profundos en una época social marcada por fuertes y perversos individualismos!
3.- Pero, ¿sobre cuál consistencia construir este “mejor, todos juntos”?
Los hombres somos portadores un gran don: hemos sido dotados de capacidad racional y de voluntad libre. De capacidad racional, capaz de buscar y de encontrar la verdad, y de voluntad libre que lleva a adherir a la verdad encontrada, en la praxis de la vida diaria. Usando una terminología más difícil, diríamos que la persona humana está dotada de capacidad de ortodoxia y de capacidad y voluntad de ortopraxis. Estas dos facultades, ejercidas también en el campo de una economía y finanza sacudidas por la crisis, permitirán buscar la verdad, en toda su profundidad, a no darse por satisfechos con respuestas fáciles e ilusorias y a buscar, con ahínco y voluntad, los caminos que permitan operacionalizar éticamente la verdad descubierta, sin ceder a la tentación de la fácil corrupción.
4.- Dicho esto: ¿Cuál debiera ser la actitud y la praxis a privilegiar por parte de los actores empresariales, los trabajadores, el gobierno y la comunidad, frente a la crisis que amenaza nuestro desarrollo?
4.1.- Las empresas saben muy bien que los trabajadores son su patrimonio más valioso; son quienes les han permitido generar utilidades pasadas y tienen un alto potencial para generar utilidades futuras. Los trabajadores son un bien que hay que valorar, proteger y al cual inspirar renovada confianza. Las crisis no son estados permanentes, por lo cual proteger el recurso humano es una decisión de alta rentabilidad social y económica de mediano y largo plazo, por lo cual hay que limitar al máximo los despidos masivos.
Desearía que llegaran a todos los empresarios de la Región, las palabras de aliento dirigidas a ellos por los Obispos de América Latina y El Caribe: “Alentamos a los empresarios que dirigen las grandes y medianas empresas, y a los microempresarios, a los agentes económicos de la gestión productiva y comercial, tanto del orden privado como comunitario, por ser creadores de riquezas en nuestras naciones cuando se esfuerzan en generar empleo digno, en promover la aspiración a una sociedad justa. Igualmente a los que no invierten su capital en acciones especulativas, sino en crear fuentes de trabajo preocupándose de los trabajadores, considerándolos a ellos y a sus familias la mayor riqueza de la empresa, que viven modestamente por haber hecho de la austeridad un valor inestimable, que colaboran con los gobiernos en la preocupación y el logro del bien común y se prodigan en obras de solidaridad y misericordia.”(Documento de Aparecida, n 404).
En estos momentos de crisis, urge un esfuerzo consciente y generoso de parte de todos, en particular de las empresas, para garantizar aquella seguridad laboral que aleja la desesperanza y el temor. Más que nunca se impone la cultura del compartir y de la solidaridad.
4.2.- Los trabajadores, lo hemos recordado más arriba, son “la mayor riqueza de la empresa”, pero son también los primeros en sufrir las consecuencias de las crisis; ellos y sus familias. Saben que la empresa constituye la fuente de su trabajo, lo que permite una vida digna para ellos y sus hijos. Saben que son el bien de sus empresas y, al mismo tiempo, tienen conciencia que las empresas son su propio bien. Por eso, con mayor urgencia, los tiempos de crisis reclaman la voluntad de los trabajadores de defender su puesto de trabajo, de participar en la búsqueda de soluciones racionales y dialogadas, para minimizar los efectos perniciosos de la tormenta en sus empresas, incluso postergando beneficios personales o permitiendo mayor flexibilidad para que las empresas puedan manejar con mayor sabiduría y solidaridad las difíciles situaciones que se presentan, y no lleguen al quiebre, lo que significaría la pérdida permanente del empleo.
En un pasado no lejano, trabajadores de nuestra Región, prudentemente guiados por sus sindicatos, han sabido defender su puesto de trabajo asumiendo sacrificios personales no indiferentes. La solidaridad con la empresa y con sus compañeros de trabajo, el diálogo abierto y racional, que excluye toda forma de violencia, son la base más segura para sortear de mejor forma el temporal.
4.3.- El Estado tiene un rol del todo particular en la búsqueda y en la administración del bien común. El bien común de todos los ciudadanos, especialmente de los más desvalidos, en todos sus campos y manifestaciones, es la tarea prioritaria del Estado. Por eso que, frente a los temas laborales y a las crisis que afectan a las empresas que dan trabajo, el Estado no es un mero espectador de relaciones entre privados. Su deber es proteger el empleo con medidas económicas preactivas. En este sentido, el nuevo paquete de estímulos económicos, anunciado por la Presidenta y aprobado unánimemente por el Congreso constituye un signo de esperanza para el país. No me detengo ulteriormente en este campo. Espero que el Estado tenga la capacidad y la voluntad de generar puestos de trabajo mediante una renovada política creativa y agresiva de inversión pública y de generación de microempresas familiares y vecinales que supere, la mera asistencialidad, que disminuya el “Pro empleo”, y genere “empleos” estables y dignos.
4.4.- Deseo, finalmente, detenerme en una responsabilidad que nos involucra a todos. La actual crisis financiera, que se ha globalizado y se encuentra en pleno desarrollo, no lo debemos olvidar, tiene claras implicancias éticas. La preeminencia de la acción especulativa en mercados de-regulados ha generado grandes ganancias sin base en procesos productivos, en una lógica en que las millonarias ganancias son privadas, pero las pérdidas deben ser asumidas por el conjunto de los ciudadanos. El afán de lucro sin límites y las graves consecuencias que de ello se derivan, plantean la necesidad de revisar los fundamentos morales y culturales sobre los que se ha sostenido el sistema, y la necesidad de contar con códigos de ética y sistemas regulatorios de mercado, no solo para proteger el bien común, sino la sustentabilidad de los propios procesos económicos. La economía tiene sus leyes científicas y también sus trampas. Por eso, poner al centro la persona humana y su auténtico desarrollo personal y comunitario, significará, entonces, buscar lo que hace humana y objetivamente justa la economía para no sucumbir a las trampas que la distorsionan. Con razón el Papa Benedicto XVI reclamaba para América Latina y El Caribe estructuras justas: “Las estructuras justas -enfatizó- son una condición indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”(Benedicto XVI, Discurso de Aparecida, 2007). Más tarde en la Encíclica “Spe Salvi” volvió sobre el mismo tema afirmando: “Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con el progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo” (Benedicto XVI, en Spe Salvi, n 22). Los hechos le han dado la razón.
La invitación a la que hemos respondido, marque un hito importante de mayor comunión y se traduzca en un camino eficaz de búsqueda, de diálogo fecundo y de realizaciones que marquen un auténtico desarrollo para nuestra Región.
Gracias.
† Ricardo Ezzati Andrello, sdb
Arzobispo de Concepción