A propósito de la trágica muerte de los jóvenes estudiantes chilenos en los Estados Unidos
El Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), organismo dependiente de la Conferencia Episcopal de Chile, quiere expresar su preocupación e invitar a una reflexión serena a propósito de la trágica muerte de dos jóvenes estudiantes chilenos en Estados Unidos. Este episodio, ocurrido hace unas semanas y que se vincula a un presunto móvil de xenofobia, nos motiva en la necesidad de promover el respeto y la integración entre las personas de distintas nacionalidades y culturas.
1. En primer lugar, lamentamos profundamente la violenta muerte de los jóvenes Nicolás Corp y Racine Balbontín, y deseamos la pronta recuperación de los otros tres estudiantes que fueron víctimas del atentado perpetrado en Pensacola, Estados Unidos. Nos unimos en oración a sus familias y seres cercanos.
2. Ante la sospecha de que este atentado haya sido una expresión de la xenofobia hacia inmigrantes latinoamericanos por parte del agresor, manifestamos nuestra preocupación. Desde nuestra mirada cristiana del hombre y la sociedad, nos oponemos a toda forma de rechazo hacia una persona causada por el origen cultural de ésta.
3. Desde INCAMI durante 50 años hemos centrado nuestra preocupación en el fenómeno de la movilidad humana en general, acompañando –en la medida de lo posible y acorde a las urgencias contingentes- tanto a chilenos como a personas de otras nacionalidades que, por diversos motivos, se encuentran en condición de migrantes.
El año pasado tuvimos la ocasión de visitar grupos de chilenos radicados en Estados Unidos y en cuatro países de Europa, donde compartimos sus inquietudes, alegrías y pesares. En Chile, nuestro trabajo diario es con extranjeros llegados al país en busca de alguna perspectiva mejor para sus vidas y la de sus familias.
4. Estamos en contacto directo con distintas realidades migratorias, y con dolor estamos percibiendo, en nuestro país y en el mundo entero, una creciente actitud de rechazo hacia las personas de otras nacionalidades y culturas, lo que se manifiesta por medio de insultos, hostilidades, degradaciones y explotación laboral. Esto lo sufren muchos de nuestros compatriotas en el extranjero y muchos de los extranjeros en nuestro país.
Con dolor somos testigos también de cómo en los países desarrollados cada vez se niegan más los permisos de permanencia y cómo día a día las leyes se endurecen para los hermanos de países como el nuestro que acuden a ellos en busca de una esperanza para sus vidas.
5. El Evangelio promueve en numerosos pasajes la acogida y la hospitalidad hacia el forastero. De hecho, Jesús no sólo nació pobre sino que también nació en condición de migrante. Si no somos capaces de abrir nuestro corazón al hermano, en los encuentros cotidianos de la calle, la escuela, la locomoción colectiva y el barrio; o en los espacios laborales, como compañeros y amigos; o en ámbitos como la contratación de trabajadores, con un trato humano, condiciones dignas y sueldo justo; así como en la elaboración de leyes y políticas públicas que velen por la igualdad y la justicia de todos quienes comparten un territorio, no sólo no estaremos cumpliendo con un mandato evangélico, sino que estaremos construyendo un mundo con más odiosidades, violencia, injusticias y rencores. Todos debemos contribuir a que nuestro mundo sea más fraterno y justo, haciéndonos responsables de evitar situaciones de violencia como la que terminó con la vida de estos jóvenes.
Que Dios les bendiga.
Santiago, 10 de marzo 2009.