Queridas Hermanas y Hermanos consagrados:
Con profundo gozo y alegría les hago llegar un fraternal saludo en la festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María, día en que la Iglesia celebra el don de la Vida Consagrada.
S.S. Benedicto XVI en su discurso inaugural de su pontificado en el 2005, dijo: “Les saludo a ustedes, religiosos y religiosas, testigos de la presencia transfigurante de Dios”. Hoy, sus palabras cobran especial profundidad porque más que nunca, en este tiempo fascinante, pero también complejo, cuando el laicismo quiere marcar su presencia colocando a Dios y los valores del Evangelio en la esfera de lo privado, la Vida Consagrada está llamada a ser testimonio en medio del mundo de esa presencia del Señor que transfigura, en el silencio de lo cotidiano, la vida de todo hombre y mujer que buscándolo “como la cierva que anhela estar junto al arroyo” (Salmo 41) se ha encontrado en la intimidad de su alma con Él, y que siente la urgencia de ser testigo de su misericordia en la acción y en la contemplación ante los hermanos. De querer “gritar el Evangelio con la vida” como lo afirmaba y vivía el Bienaventurado Carlos de Foucauld.
En este día de la Asunción de la Virgen, en que la Iglesia entera celebra a la Vida Consagrada, ruego en forma especial por ustedes hermanas y hermanos muy queridos para que Ella que, es el modelo de la consagración perfecta, les alcance las gracias de su Hijo, Único Salvador, para ser fieles a la gratuidad de su llamada hoy, mañana y siempre.
Les quiere y bendice,
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la
Conferencia Episcopal de Chile
Rancagua, 14 de agosto de 2009