1. Hoy se cumplen 25 años del día en que se suscribió e hizo público el llamado
Acuerdo Nacional para la transición a la Democracia, oportunidad propicia para reflexionar sobre la importancia que reviste para nuestra sociedad actual el valor del diálogo y el entendimiento pacífico en torno a grandes metas nacionales.
2. En 1985, un clima de polarización socavaba la convivencia nacional, confrontando a personas hasta el límite extremo de la violencia. En ese escenario de dolor, un grupo de líderes visionarios se esforzó en suscitar el entendimiento mínimo entre diversos sectores que buscaban un regreso pacífico a la normalidad institucional. Fue una iniciativa animada con entrega y valentía por el Cardenal Juan Francisco Fresno, entonces arzobispo de Santiago, con la ayuda de servidores públicos como don Sergio Molina, don Fernando Léniz y don José Zabala. Aunque sufrió incomprensiones, la historia reconoce en este consenso de la civilidad democrática, un antecedente fundamental para la recuperación de la democracia.
3. El fortalecimiento de los lazos de unidad, el respeto a la dignidad de las personas, la aceptación de las diferencias en una convivencia pacífica en torno al diálogo, fueron los pilares de esa gestión que se traducía en el acuerdo político de vastos sectores. Años más tarde, el Papa Juan Pablo II visitaba nuestra patria y nos decía que “Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento”.
4. No deja de ser providencial que esta fecha nos encuentre unidos en torno a una causa noble: la vida y la salud de un grupo de trabajadores chilenos en una mina del norte, afectados por una tragedia que nos toca el alma. En el mes de la Solidaridad, son motivo de orgullo la unidad, la esperanza y la fe de esos mineros, de sus familiares y de quienes han trabajado sin desmayar ante la adversidad para poder encontrarlos y ahora rescatarlos.
5. Queremos hacer memoria agradecida de ese
Acuerdo nacional de hace 25 años y aprender de sus grandes méritos. Como obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, invitamos con respeto a todos nuestros compatriotas, a buscar siempre, en nuestras actitudes y comportamientos, lenguajes y estilos de vida, la unidad y el encuentro entre hermanos. Sobre todo en nuestras relaciones interpersonales, en la convivencia cotidiana y en nuestras responsabilidades sociales, procuremos el espíritu de unidad, reconciliación, esperanza y fe que inspiró a quienes forjaron ese Acuerdo Nacional; el espíritu que nos brinda hoy testimonio contundente en la mina San José, en Copiapó.
6. Al mismo tiempo, pedimos al Señor de la Vida por nuestro país que se apresta a vivir el Mes de la Patria en el Bicentenario. Que la convivencia democrática que pudimos acordar por la vía del diálogo hace un cuarto de siglo, se traduzca en otros necesarios acuerdos mínimos de nuestra sociedad, sobre todo en la superación de las desigualdades y en la protección de los más pobres y vulnerables.
7. Que el Dios de Esperanza y Amor bendiga a nuestra tierra, por la intercesión de nuestra Madre, la Virgen del Carmen, que por estos días recorre como Misionera nuestro amado Chile.
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
Rancagua, 25 de agosto de 2010.