En el día de los Santos Inocentes,
28 de diciembre de 2010.
1. En estos días en torno a Navidad, en que nos alegramos con la celebración del nacimiento del Señor Jesús, en nuestro país surgen nuevamente voces de algunos legisladores que proponen despenalizar el aborto en determinados casos; por ejemplo, cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre o atenta gravemente en contra de su salud, en casos en que el embarazo es producto de una violación, o bien cuando el concebido que se desarrolla en el vientre materno posee malformaciones, que incluso se prevé que lo llevarán a la muerte una vez nacido.
2. Frente a estas situaciones, ninguna postura ni decisión es neutral, ni puede serlo. Como pastores de la Iglesia Católica y a partir de su enseñanza, con caridad en la verdad, queremos ofrecer luces para el discernimiento en conciencia de los católicos y de todas las personas de buena voluntad; también como un aporte a la reflexión de los legisladores y autoridades ante un tema que toca profundamente el alma nacional, como es el elemental derecho a la vida.
3. Ciertamente, las situaciones a las que se refieren estos proyectos de ley son muy dramáticas y dolorosas tanto para la madre como para las personas cercanas a ella, y no se suele estar preparado para vivirlas. El sentimiento de dolor que experimenta una madre y su familia al saber que el propio fruto de la concepción implica un peligro para su vida, que el hijo que espera con tantas ansias viene con una malformación grave, o que el ser humano que se gesta en su seno es el fruto de una violación; es un sentimiento que hay que comprender y debe constituir una gran preocupación para la familia, los servicios de salud y por cierto también en la propia comunidad cristiana. Situaciones como éstas, aunque escasas, son fuentes de angustia, incertidumbre y dolor que a nadie pueden dejar indiferente.
4. Ante tales situaciones, la pregunta es cómo responder de la mejor manera para ser respetuosos con la vida, tanto de la madre como la de su hijo, logrando que la respuesta del marco jurídico, de los servicios de salud y de la sociedad entera refleje un hondo respeto al derecho a la vida que tiene cada ser humano. Al mismo tiempo nos eduque a todos en los valores humanos fundamentales que están en juego, como son el respeto a la vida, el cuidado del más débil, así como la solidaridad, la compasión y la justicia. Consideramos que éstas son las cuestiones que hay que poner en la discusión. Pues las respuestas que demos como sociedad y país marcarán la vida de la madre y del hijo, como asimismo el alma nacional y la cultura que vamos construyendo.
5. El Papa Juan Pablo II, explicando el mandamiento “no matarás”, manifestó nuestra convicción con estas palabras: “Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral” (Evangelium vitae, 57). Este principio ético, profundamente humano y anterior al cristianismo, vale con toda razón cuando hay que proteger la vida del ser humano que aún no ha nacido y en consecuencia rechazar la legalización del aborto.
6. Pensamos que, en un embarazo en el cual la vida o la salud de la madre corre peligro, no es lícito eliminar la vida del niño concebido. Desde la perspectiva de lo más propio de la medicina, que es sanar, curar y nunca dañar, y compartiendo el pensamiento de Pío XII, consideramos que “es erróneo poner el asunto con esta alternativa: o la vida del niño o aquella de la madre. No, ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser objeto de un acto de directa supresión. De una parte como de la otra la exigencia no puede ser más que una: hacer todo esfuerzo por salvar ambas vidas, la de la madre y la del niño”. Las prácticas abortivas son la negación misma de lo que se entiende por un acto médico, que consiste en hacer el bien posible, en este caso, a sus dos pacientes: la madre y su hijo. Nunca será un acto médico el que dañe directamente a cualquiera de ellos.
7. Ello no se opone, sin embargo, a considerar lícitas las acciones terapéuticas necesarias en favor de la madre para sanarla de una enfermedad, aunque comporten un riesgo, incluso letal, para el ser que no ha nacido. No se debe confundir una acción terapéutica a favor de la madre, que encierra como consecuencia no buscada el peligro de una pérdida, con la directa eliminación del ser que no ha nacido.
8. En relación a despenalizar el aborto, cuando se puede predecir con probabilidad o subjetiva certeza que el niño nacerá con un defecto o enfermedad, hay que tener presente que la eliminación de un ser humano no constituye terapia alguna puesto que no sana a nadie. Se trata de un aborto directo ilícito desde el punto de vista moral y gravemente contrario al ordenamiento legal y constitucional de nuestra nación.
9. A veces se invoca el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo. Con ello se olvida que el ser humano que está en su seno no es parte de ella: es otro ser humano distinto al padre y a la madre. Por otra parte, los sentimientos de la madre que son invocados, ciertamente son respetables y muy atendibles. Pero nunca un sentimiento puede prevalecer como un valor superior por sobre el derecho a la vida que tiene todo ser humano, ya sea que esté sano o enfermo. Entre los derechos humanos, éste es el primero, sin el cual no existen los demás. Este derecho a la vida también se le ha de respetar al ser inocente que ha sido concebido como consecuencia de un acto tan violento y condenable como lo es una agresión sexual.
10. Creemos que el nivel de desarrollo de una comunidad se mide por la capacidad que tiene de hacerse cargo de los débiles y enfermos. Una sociedad que los elimina permite que la violencia se constituya en el método para resolver los conflictos, convirtiéndose en una dictadura donde los más fuertes terminan decidiendo por los más débiles. Nadie tiene derecho a arrogarse el poder de decidir qué vida merece ver la luz del día y cual no.
11. Resulta más razonable preguntarse en qué medida podemos todos generar instancias capaces de acompañar adecuada y efectivamente a la madre y su familia, con ayuda sicológica, social, económica y espiritual. Invitamos a los profesionales del área de la salud a buscar y ofrecer caminos ante estas situaciones que no signifiquen la destrucción deliberada de la misma vida sino su cuidado. Hay muchas experiencias conmovedoras de instituciones que se dedican al servicio de cuidar la vida de los pequeños, los sufrientes, los más pobres y abandonados de la sociedad. Ellas merecen nuestra gratitud y abren camino a otras iniciativas que pueden surgir.
12. Confiamos que en estos días en que los cristianos del mundo entero y -en cierta medida- el conjunto de la sociedad estamos celebrando el nacimiento del Niño Jesús, se acreciente en todos nosotros el amor por la vida, el respeto a la vida de todos y -en especial- el deber de todos de cuidar la vida de los pequeños, los sufrientes y los más pobres y abandonados de nuestra sociedad. De un modo especial invitamos a orar por las madres que viven estas situaciones tan dramáticas y difíciles. Y también imploramos para que la sabiduría y fortaleza de Dios guíen las decisiones en tan trascendente materia. Presentamos estas intenciones al Padre Dios, por intercesión de la Virgen María, que trajo a este mundo al Autor de la vida y nos enseña a amarlo.
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile
Mons. Ricardo Ezzati Andrello, Arzobispo Electo de Santiago, Presidente de la CECh
Mons. Alejandro Goic Karmelic, Obispo de Rancagua, Vicepresidente de la CECh
Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, Administrador Apostólico de Santiago
Mons. Gonzalo Duarte García de Cortázar, Obispo de Valparaíso
Mons. Santiago Silva Retamales, Obispo Auxiliar de Valparaíso, Secretario General de la CECh
Mons. Héctor Vargas Bastidas, Obispo de Arica
Mons. Marco Antonio Órdenes Fernández, Obispo de Iquique
Mons. Pablo Lizama Riquelme, Arzobispo de Antofagasta
Mons. Guillermo Vera Soto, Obispo de Calama
Mons. Gaspar Quintana Jorquera, Obispo de Copiapó
Mons. Manuel Donoso Donoso, Arzobispo de La Serena
Mons. Luis Gleisner Wobbe, Obispo Auxiliar de La Serena
Mons. Jorge Vega Velasco, Obispo Prelado de Illapel
Mons. Cristián Contreras Molina, Obispo de San Felipe
Mons. Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago
Mons. Andrés Arteaga Manieu, Obispo Auxiliar de Santiago
Mons. Fernando Chomali Garib, Obispo Auxiliar de Santiago
Mons. Juan Ignacio González Errázuriz, Obispo de San Bernardo
Mons. Enrique Troncoso Troncoso, Obispo de Melipilla
Mons. Horacio Valenzuela Abarca, Obispo de Talca
Mons. Tomislav Koljatic Maroevic, Obispo de Linares
Mons. Carlos Pellegrin Barrera, Obispo de Chillán
Mons. Pedro Ossandón Buljevic, Obispo Auxiliar de Concepción
Mons. Felipe Bacarreza Rodríguez, Obispo de Santa María de Los Ángeles
Mons. Manuel Camilo Vial Risopatrón, Obispo de Temuco
Mons. Francisco Javier Stegmeier Schmidlin, Obispo de Villarrica,
Mons. René Rebolledo Salinas, Obispo de Osorno,
Mons. Ignacio Ducasse Medina, Obispo de Valdivia
Mons. Cristián Caro Cordero, Arzobispo de Puerto Montt
Mons. Juan María Agurto Muñoz, Obispo de Ancud
Mons. Luis Infanti de la Mora, Obispo Vicario Apostólico de Aysén
Mons. Bernardo Bastres Florence, Obispo de Punta Arenas
Mons. Juan Barros Madrid, Obispo Castrense de Chile