1. Con justa razón, la sociedad chilena se conmueve por el fallecimiento del joven Daniel Zamudio, cuyo estado de salud seguíamos con especial cercanía y preocupación, orando a Dios por él y su familia.
2. La partida de Daniel se produce en circunstancias tan dolorosas y repudiables, como es la denigración de la persona humana que se traduce en intolerancia, agresión y violencia, base sobre las cuales no se puede construir el futuro de la comunidad humana.
3. Una vez más, como Iglesia que peregrina en Chile, adherimos a la clara postura de la Santa Sede, que hace ya 26 años fijaba nuestro deber pastoral en esta materia:
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Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones" (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1986, n.º 10).
4. Todos somos hijos e hijas de un mismo Padre que nos ama. Nadie puede ser agredido, denostado o excluido por su raza, sexo, edad, condición o creencias. El ataque que causó la muerte a este joven, como tantas otras expresiones de violencia contra personas, no puede dejar indiferente a nuestra sociedad.
5. Esperamos que en la investigación de este crimen se establezca claramente la verdad y se haga justicia.
6. A los familiares y amigos de Daniel Zamudio, reiteramos nuestra cercanía y les animamos en la esperanza, que se funda en Jesucristo, que es la resurrección y la vida.
† Ricardo Ezzati Andrello
Arzobispo de Santiago
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
Santiago, 28 de marzo de 2012.