Homilía en Te Deum de Fiestas Patrias
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Homilía en Te Deum de Fiestas Patrias

“Invitados a proclamar la fe que brota de nuestro corazón” (Cfr. Rom. 10,10) Iglesia Catedral de Punta Arenas, miércoles 18 de septiembre de 2013

Fecha: Miércoles 18 de Septiembre de 2013
Pais: Chile
Ciudad: Punta Arenas
Autor: Mons. Bernardo Bastres Florence

Fil 3, 12-21
Salmo 110
Mt 6, 9-13

0.- EL ALMA DE CHILE SE HA NUTRIDO, DESDE SUS INICIOS, EN LA SAVIA VIGORIZADORA DE LA FE

Todos nosotros, como decía el Cardenal Silva Henríquez en su Homilía del Te Deum del año 1973, somos constructores de la obra más bella: la patria. Esa Patria no comienza hoy, con nosotros; pero no puede crecer y fructificar sin nosotros. Por eso hemos venido nuevamente, como cada año, a Orar por Chile y a dar gracias a Dios por todos sus beneficios.

El alma de Chile se ha nutrido, desde sus inicios, en la savia vigorizadora de la fe. Nuestra “Acción de Gracias” se remonta a los albores de nuestra tradición republicana, cuando el año 1811, por solicitud de Don José Miguel Carrera, la autoridad eclesiástica comenzó a celebrar el Te Deum para conmemorar el aniversario de la Junta Nacional de Gobierno, con la entonación del Himno “A ti, Oh Dios, te alabamos”, al finalizar la Eucaristía.

Desde el año 1870, la celebración del Te Deum adquirió una fisonomía propia, al celebrarse no ya en la Eucaristía, sino como “Liturgia de la Palabra”, a petición del entonces ministro Miguel Luis Amunátegui, en consideración del ayuno eucarístico que los fieles debían guardar por varias horas. La solicitud fue acogida por el Arzobispo de Santiago, monseñor Rafael Valdivieso, y por el Cabildo Metropolitano.

El año 1971, y por solicitud expresa del Presidente Salvador Allende, el Te Deum adquiere un carácter ecuménico. Ese año, el entonces Arzobispo de Santiago, Cardenal Raúl Silva Henríquez, invitó a obispos y pastores de otras Iglesias cristianas a participar con sus oraciones en esta ceremonia.

El año 1975, además del Te Deum Ecuménico realizado en las Catedrales de cada Diócesis, se realiza, por primera vez en Santiago, en la Catedral Evangélica de Chile, templo principal de la Iglesia Metodista Pentecostal, el Te Deum Evangélico, al que también asisten las principales autoridades del país e invitados de otras confesiones religiosas. Fue instaurado por iniciativa del General Augusto Pinochet Ugarte.

Nosotros, siguiendo la huella de nuestros antepasados, y fieles a una tradición que nos llena de orgullo, estamos reunidos como cada 18 de Septiembre, en una cita jamás interrumpida, para seguir nutriendo el alma de Chile en la savia vigorosa de la fe.

1.- ESTE AÑO HEMOS SIDO INVITADOS A PROCLAMAR LA FE QUE BROTA DE NUESTRO CORAZÓN

En su primera Encíclica, el Papa Francisco señaló que la luz de la fe, precisamente por estar unida al amor, se pone al servicio de la justicia, del derecho y de la paz. En efecto, la fe es un bien común, y como tal no solo es para vivirla dentro de los templos ni tampoco sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; sino que nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro en comunión y con esperanza (cf. LF 51).

La fe cristiana ha tenido y tiene como consecuencia en la historia de Chile, la creación de nuestra identidad nacional. El alma de Chile se ha nutrido, en efecto, desde sus inicios, en la savia vigorizadora de la fe.

La fe nos enseña el desprendimiento interior, el señorío del corazón sobre el absolutismo del dinero; la mansedumbre para conquistar la Tierra; la misericordia para obtener misericordia; aviva el hambre y sed de justicia, y compromete a ser artesanos, constructores de paz y aun mártires de la justicia; pide un corazón puro, sin la turbiedad del egoísmo, para poder ver a Dios en el rostro de los pobres.

La fe, al mismo tiempo, es naturalmente una experiencia relacional, un aporte insustituible al bien común que nos compromete a todos como hermanos. Como señala el mismo Papa “las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones que tienen como fundamento el amor de Dios” (LF 51).

La fe se expresa y se alimenta, cada día, en la oración que brota del corazón, como aquella que nos enseñó el Señor: la oración del Padrenuestro.

2.- “PADRE NUESTRO”:

La celebración del Te Deum es un acto de fe en el “Padre del Cielo”, que nos constituye visiblemente en familia y contribuye a la vida republicana, ofreciendo este espacio de encuentro y comunión. Porque Dios es Padre de todos y de cada uno de nosotros. Ninguno queda excluido de su amor ni de la misericordia de su abrazo.

Dios ha estado presente en todas las situaciones y circunstancias de nuestra historia; lo sigue estando en la hora presente y es la causa de nuestra esperanza de un futuro mejor para todos los hijos de esta tierra que tanto amamos.

Hoy hacemos memoria de los tristes y dolorosos acontecimientos que precedieron y acompañaron el 11 de septiembre de 1973, cuando los caminos de la violencia se impusieron sobre el diálogo y la concordia, dejando a su paso una herida profunda en el alma de Chile, y en la de tantos y tantas de sus hijos e hijas. Se desencadenó entonces una espiral de violencia y de abusos a los Derechos Humanos, que de ninguna manera podemos justificar. Hoy, en esta Iglesia Catedral, queremos decir con la fuerza y la convicción que brota de nuestra fe: ¡Nunca más!

La misma fe nos impulsa a seguir promoviendo la misericordia y el perdón. Nunca más la violencia como camino para solucionar nuestros desencuentros, nunca más la violación a los Derechos Humanos, y nunca más el odio y la venganza. El perdón, el que se pide sinceramente y el que se ofrece con gratuidad, es el camino de la paz. Así nos enseñó a orar el Señor: “perdona nuestros pecados como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12).

Hoy hago mías las palabras del Cardenal Silva Henríquez en su homilía en la clausura del Año Santo de 1974: “¡Aprendamos de nuevo a amarnos, sin desconfianzas, sin envidias! ¡Reencontremos el camino del amor fraterno, que nos hace pasar de la muerte a la vida! ¡Seamos una familia que alegra el corazón del padre, en que cada uno tiene funciones distintas, pero igual dignidad! ¡Construyamos juntos una casa donde haya lugar para todos!”

3.- “VENGA A NOSOTROS TU REINO”:

En la oración del Padrenuestro oramos pidiendo: “venga a nosotros tu Reino” (Mt 6, 10); es decir, pedimos que venga a reinar en los acontecimientos de nuestra historia, para que ella se convierta en “historia de salvación”. Invocamos su Reino de justicia y de paz. Y lo anhelamos para Chile, para que seamos capaces de convertir incluso nuestras heridas y dolores del pasado y del presente en la “oportunidad de Dios”.

En el reinado de Dios no hay lugar para el odio, ni para la soberbia, ni la intolerancia; ellas provienen del mal espíritu. Pedimos a todos los hombres y mujeres amantes de la patria, “que serenen sus ánimos; que no se dejen conducir por el odio; que, depuestas las antiguas querellas y unidos en un grande amor a Chile, construyamos su grandeza. Que haya paz entre hermanos; que encontremos, en el tesoro de nuestras más nobles tradiciones, caminos de convergencia nacional. Que nuestra más fuerte y hermosa realidad: ser una gran familia de hermanos, haga imposibles los brotes del odio. Hermanos, todo se puede ganar con la paz. Todo lo que más amamos se destruirá ciertamente con el odio”. (Cardenal Silva Henríquez, Homilía en el funeral del Ministro Edmundo Perez Z.) La violencia nunca será el camino de la justicia. ¡Es inaceptable! Por ello, cuando nos dirigimos al Padre exclamamos con fuerza: “Líbranos de todo mal” (Mt 6, 13).

El proceso electoral que estamos viviendo es una gran oportunidad para acoger el Reino de Dios entre nosotros y para dejarlo fructificar en nuestras decisiones personales y colectivas. Y fructifica, ciertamente, en esas expresiones vivas de madurez ciudadana y amistad cívica. Contribuimos al Reino de Dios poniendo al servicio de todos los criterios luminosos del Evangelio. Los que creemos y vivimos de esa Palabra, no podemos temperarla. Y esto tiene como correlato que ser ciudadanos de la tierra movidos por los valores del Reino nos compromete en el respeto al Estado de Derecho, así como con salvaguardar el normal desarrollo institucional del país respetando los marcos jurídicos que garantizan nuestra convivencia y nuestro desarrollo. Esto es capital para el desarrollo de la convivencia social y política.

Nuestra preocupación por la vida política y el servicio público la hemos dado a conocer en reiteradas ocasiones. Decíamos en Abril de 2008: “Nos preocupa el clima beligerante y el fuerte tono que se apodera del debate político… la falta de respeto hacia personas e instituciones… resulta arbitraria la costumbre de diversas autoridades y dirigentes políticos de evaluar positivamente a las instituciones cuando sus decisiones son de su agrado, y de rechazar su legitimidad, amenazar con destituciones y aun convocar a desconocer sus decisiones cuando no lo son”.

Entendiendo las legítimas demandas de diversos actores sociales la responsabilidad de los servidores públicos, y también de los líderes o voceros de diversas agrupaciones, quienes en este tiempo se ven presionados para dar una respuesta que satisfaga a todos estos actores, deseamos recordarles, que a la hora de proponer programas, prometer soluciones y leyes, éstas deben someterse al ejercicio del discernimiento personal y comunitario. Este discernimiento, que parte de una conciencia responsable y en presencia de Dios, debe basarse en el bien común de la nación y el respeto irrestricto al Estado de Derecho, que no es una opción sino una obligación. En el día en que oramos por Chile, por su presente y su futuro, llamamos a desarrollar una verdadera ética social y política.

4.- “DANOS HOY EL PAN DE CADA DÍA”:

“Danos hoy el pan de cada día” (Mt 6, 11). Experimentamos un descontento social creciente y paradojal. En efecto, a pesar de que nuestro país sigue desarrollándose a paso veloz, esta realidad no beneficia a importantes sectores de nuestra nación. Muchos se ven perjudicados y postergados en su acceso a una educación de calidad, en las prestaciones de salud, con salarios bajos. ¡En fin!, en su calidad de vida. Se trata de hermanos y hermanas que no tienen el “Pan de cada día”.

Las razones son variadas. Por un lado, resulta evidente que la desigualdad social en Chile es un escándalo que clama al cielo. Pero hay otro aspecto que contribuye a esta “cultura de insatisfacción”: el creciente materialismo y consumismo que somete a las conciencias a la idea de que la felicidad transita necesariamente por tener más.

Los bienes deben estar al servicio del hombre, tienen una función social. En este sentido, deben estar al servicio de todos y no de unos pocos, y al mismo tiempo, no se pueden convertir en el fin por el cual vivimos. Jesucristo, que optó por los excluidos, una y otra vez nos provoca a tener nuestra mirada y nuestro corazón en los bienes del Cielo, en aquellos que la polilla no los corroe.

5.- “SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”:

“Santificado sea tu nombre” (Mt 6, 9). Santificamos el nombre del Señor en el sagrario de nuestra conciencia y en el espacio sagrado de nuestro corazón; pero también en nuestros templos, donde nos reunimos como hermanos para honrar y adorar al Padre de todos. Con mucho dolor hemos sido testigos de cómo hace un tiempo atrás nuestra Catedral, un Templo Metodista de Santiago y la Iglesia Catedral de Santiago y Valparaíso fueron ultrajadas violentamente por manifestantes. Ese hecho deleznable puso en el tapete la cuestión de la libertad de religión o de conciencia.

Lo que vimos en nuestra Iglesia Catedral fue la expresión de la intolerancia irracional. Pero, al mismo tiempo, vemos que tenemos que cuidar y promover el respeto a los diferentes credos y a la conciencia de quienes los profesan como un Derecho Humano fundamental.

¿Por qué esta libertad es tan central para quienes tenemos fe? Porque para un cristiano seguir su conciencia fielmente tiene que ver con el sentido último de su existencia. Por tanto, no se le puede impedir que pueda acceder a su lugar de culto y allí ejercer su relación con Dios y con sus hermanos. Cuando se le impide o se le violenta en aquello que tiene que ver con lo sagrado, se le agrede en su fuero más íntimo. Eso es inaceptable.

Resulta un deber social preguntarnos si en nuestro país la libertad de conciencia y la libertad religiosa están debidamente resguardadas en todas las esferas de su institucionalidad.

Todo aquello que violenta la conciencia es un mal para la persona afectada y para toda la sociedad. En cambio, el resguardo de su conciencia, de su libertad para decidir de acuerdo a lo que cree es un bien superior. Uno de los derechos fundamentales del ser humano es manifestar su creencia religiosa y actuar de acuerdo a su conciencia. De aquí ha nacido en estos últimos tiempos, en los países desarrollados el concepto “objeción de conciencia”, que es aceptado y plenamente respetado.

6.- “NO NOS DEJES CAER EN TENTACION”:

El Padre nuestro es la oración de los hermanos, de la familia de los discípulos de Cristo, pero también de la familia nuclear, de la “iglesia doméstica”. En efecto, esta última es la institución fundante y articuladora de todo el tejido social. No podemos pretender una nación vigorosa, fraterna y orientada al bien común, si no cuidamos, desde todas las perspectivas, a la familia y a su núcleo fundamental, es decir, el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer “signo y presencia del amor de Dios” (LF 52).

Deseamos pedirle a Dios que “no nos deje caer en la tentación” de convertir a la familia en lo que por naturaleza ella no es; que “no nos deje caer en la tentación” de someterla a proyectos que surgen de ideologías y visiones extrañas a la tradición más entrañable de nuestra patria, de sus valores y principios.

Hoy, más que nunca, no podemos dejar de proclamar que el bien del hombre y de la familia esta entrañablemente unidos y que el mayor bien social depende de cuánto hagamos para que esta institución este cuidada y sólidamente fundada.

En toda la vida nacional, hemos señalado los Obispos en el Documento camino al Bicentenario, que deseamos que los católicos en el ámbito de la política como del servicio público, puedan “ofrecer el aporte del testimonio de su fe, sabiendo que los principios del evangelio que profesan serán siempre los que sostengan las decisiones que ellos tomen. Los electores creyentes esperan que los políticos cristianos se esmeren en ser suficientemente creativos y congruentes como para contribuir a una discusión legislativa en que expongan, como cristianos, en el libre debate y con sólidos argumentos, su aporte específico a la construcción del futuro de la patria”.

7.- AMÉN:

La oración del Padrenuestro termina con el asentimiento de la fe, cuando decimos “Amén”, que significa tanto “así sea” como “este es nuestro fundamento”.

Todo lo que pedimos en la oración de los cristianos deseamos que “así sea” para Chile, para todos sus hijos e hijas; y al mismo tiempo decimos que las peticiones que rezamos cada día, aquellas que nos enseñó el Señor, son “nuestro fundamento”, es decir, la roca firme sobre la cual queremos seguir construyendo el alma de Chile.

A la Virgen del Carmen, Reina de Chile, venimos a pedirle que venimos a pedirte que sepamos dedicar nuestra vida a estos valores que son signos de la presencia del Reino de Dios; que sepamos aborrecer lo malo y abrazarnos al bien; que seamos generosos con todos; que no desmayemos en el difícil trabajo de construir una patria en el Derecho, la verdad, la justicia, el amor y la libertad; que estos valores guíen los pasos de nuestros gobernantes en esta delicada y hermosa tarea; que la esperanza nos mantenga alegres; que seamos fuertes ante las dificultades y que sepamos sacar nuestra fuerza de la oración del Padrenuestro; que a nadie queramos mal; que la bendición sea la palabra que surja siempre de nuestros labios; que sepamos alegrarnos con los que ríen y, sobre todo, llorar con los que lloran; que busquemos la concordia entre los habitantes de nuestra querida nación.

A Dios sea el Honor y la Gloria, y nosotros aclamamos: ¡Te Deum laudamus… te alabamos, Señor! Amén.

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