Practica la justicia y camina humildemente con Dios
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Practica la justicia y camina humildemente con Dios

Homilía en Te Deum de Fiestas Patrias Catedral de Rancagua, 18 de septiembre de 2013

Fecha: Miércoles 18 de Septiembre de 2013
Pais: Chile
Ciudad: Rancagua
Autor: Mons. Alejandro Goic Karmelic

Distinguidas autoridades, queridas hermanas y queridos hermanos:

La Palabra de Dios que hemos escuchado y acogido en nuestro corazón ilumina esta acción de gracias por nuestra amada patria. Moisés, en nombre de Dios, nos ha recordado que al escuchar la voz del Señor y practicar su ley de amor, vendrán sobre todo el pueblo las bendiciones divinas.

Con el salmo 91 hemos orado que “al amparo del Señor morará quien confía en Él”. San Pablo en su carta nos exhorta a revestirnos del amor, que es vínculo de la perfección, amor que se hace concreto en la Palabra del mismo Hijo de Dios, Jesucristo, que nos llama a la humildad y a la sencillez de corazón. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Inspirados en estas palabras divinas, la asamblea santa, el Pueblo de Dios que peregrina en la Iglesia diocesana de la Santa Cruz de Rancagua, se reúne agradecida y alegre para celebrar este nuevo aniversario del inicio del proceso emancipador de Chile, el año 1810. Y lo hacemos en un año particular, pues este 2013 se cumplen 40 años del quiebre institucional de 1973. Y también nos reunimos en el marco del ya cercano proceso eleccionario de noviembre. Es, por lo tanto, una ocasión propicia para reflexionar sobre nuestro camino como Nación chilena y sobre nuestro destino como ciudadanos de esta tierra que el Señor nos regaló y que la quisimos llamar “copia feliz del Edén”.

Sin embargo, muchas veces nos parece que estamos lejos de una visión más esperanzada y alegre. Hemos visto en semanas y días recientes que muchos dolores y divisiones han vuelto a imperar en nuestros diálogos y acciones, en diversos planos de la vida personal, familiar, social y política de Chile. Los debates de cara a las elecciones han remarcado aún más estas distintas visiones de país, especialmente en torno a las responsabilidades que unos y otros sectores se adjudican mutuamente, y a los gestos y emplazamientos de petición de perdón por errores y culpas del pasado. Nuestra institucionalidad política, electoral y constitucional también aparece cuestionada o sujeta a múltiples propuestas, a veces contradictorias entre sí.

Hace varias décadas san Alberto Hurtado, un verdadero “padre de la patria”, invitaba a los políticos a dedicar sus esfuerzos a velar por los pobres y marginados y a defender los intereses de todos, antes que por los intereses propiamente personales. Nos decía que los intereses nacionales están por sobre los intereses partidistas o sectoriales. La política es para servir al país, resaltando los valores de la moralidad pública y privada, de la honradez y la sobriedad de vida, del trabajo y del bienestar de todos los chilenos.

El que quiera ser el más importante y el primero de todos debe ser el último y el servidor de todos, nos enseña hoy el Señor Jesús, a través del evangelista Marcos. Pero esa actitud debe traducirse en acciones y compromisos concretos.

Chile y su progreso en los años recientes:

Sin duda que a nivel económico, social y político el país ha experimentado grandes avances en los últimos tiempos, que se expresan principalmente en la reducción de la pobreza, el alto nivel de empleo y la apertura a la economía mundial; el liderazgo dentro de América Latina; la consolidación de las formas democráticas, una transición relativamente exitosa y ciertos avances en la búsqueda de la verdad y la justicia frente al atropello a los derechos humanos; y el aumento del ingreso per cápita, entre otros indicadores.

A la par de lo anterior, el país también experimenta falencias y debilidades: una alta desigualdad en la distribución de la riqueza; deficiencias en la salud, la educación y la calidad de vida; síntomas de malestar y protesta ciudadana, estructuras políticas e institucionales que no reflejan una adecuada representación de la ciudadanía, inquietud política y social crecientes; rencores y divisiones del pasado que aún persisten en nuestra convivencia nacional; y cambios valóricos y culturales que no siempre respetan los derechos de todos y el aprecio por la vida y la familia, entre otros aspectos.

Lo anterior no pretende ser un análisis social, económico y político de nuestro país. Pero sí quieren ser una motivación para seguir pensando a Chile y buscar mejores caminos y desafiantes metas para todos quienes habitamos en esta tierra.

Tenemos desacuerdos acerca del rol de los derechos frente al de los deberes. Hay discrepancias fuertes en la manera en que debemos reformar nuestro sistema educacional, que está altamente cuestionado. No hay consensos acerca del modo de reducir la extrema pobreza que aún tenemos en el país. A nivel político vivimos un ambiente de crispación y desencuentro. A los adultos muchas veces nos cuesta entender a los jóvenes, algunos de ellos profundamente idealistas y otros fuertemente críticos y desentendidos de la suerte del país. Las recientes elecciones municipales del año pasado han mostrado, por lo demás, altas cuotas de abstención. La inscripción automática no ha significado amplitud en el interés y en la participación política. Esta actitud para los que tenemos el don de la fe significa un pecado social.

Desafíos y anhelos para una patria grande y unida:

En dos meses más estamos convocados a renovar muchas de nuestras autoridades políticas, incluyendo la Presidencia de la República. Hoy, 18 de septiembre, Día de la Patria, reiteramos con fuerza el llamado que el papa Francisco hizo a los jóvenes en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en el sentido de rehabilitar el significado más profundo de la política, de preocuparse por los demás y por darle una orientación más honda a sus vidas. El papa se hace eco de lo que el Concilio Vaticano II señalara en la Constitución pastoral “Gaudium et spes”:

“Hay que prestar gran atención a la educación cívica y política, que hoy día es particularmente necesaria para el pueblo, y sobre todo para la juventud, a fin de que todos los ciudadanos puedan cumplir su misión en la vida de la comunidad política. Quienes son o puedan llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal. Luchen con integridad moral y con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo de un solo hombre o de un solo partido político; conságrense con sinceridad y rectitud, más aún, con caridad y fortaleza política, al servicio de todos”.

En estas fiestas de la Patria es oportuno recalcar algunos de los desafíos y de los anhelos que queremos para todos los chilenos y chilenas. Sin ser demasiado exhaustivos, pareciera que hay ámbitos de nuestra vida nacional que deben ser siempre atendidos y fortalecidos:

• Es importante seguir trabajando con denodado entusiasmo en una grave falencia de nuestra realidad nacional, como lo es el tema de la inequidad y las grandes desigualdades entre unos sectores y otros de la población: pocos que ganan mucho y muchos que ganan poco. Por desgracia, Chile resulta ser uno de los países más inequitativos de América Latina y del mundo. Es una gran deuda que aún tenemos con los más necesitados y los pobres.

• Necesitamos seguir preocupándonos por el más amplio respeto a los derechos de los trabajadores y en torno a la calidad de vida de ellos y de sus familias, sobre su bienestar material y social, sobre la calidad de sus viviendas y el entorno físico en el que viven y donde tienen sus lugares de esparcimiento.

• Una especial preocupación por los derechos de nuestros pueblos originarios, los primeros habitantes de este suelo, con atención específica al respeto a sus tierras, a sus tradiciones y a sus costumbres y su lengua, es decir, a toda su cultura. El Estado y la sociedad chilena aún tienen una larga deuda ante aquellos que nos antecedieron en la ocupación de estas tierras.

• Un ámbito privilegiado de nuestra realidad nacional debe ser el de la atención a la salud de todos los chilenos y chilenas, así como también al bienestar de todos los habitantes, entendiendo la salud como el concepto más amplio y comprensivo del bienestar integral de las personas.

• No podemos tampoco seguir despreocupándonos del progreso de Chile si no somos capaces de establecer planes y programas nacionales de fomento y desarrollo de la ciencia, la tecnología, el arte, la cultura y el deporte en nuestro país. El progreso de una nación no solo se mide por sus índices macroeconómicos o por su progreso material. El prestigio de Chile ante las demás naciones debe considerar también los talentos y capacidades de nuestros científicos y técnicos, de nuestros artistas, profesionales y deportistas.
• No menos importante es el tema de la regionalización y la descentralización del país, un anhelo de larga data en nuestras políticas nacionales. Se ha avanzado, y mucho, en estas últimas décadas, pero aún nos falta insistir en más avances reales en este ámbito. Un avance importante será la próxima elección democrática de los consejeros regionales, en las elecciones de noviembre próximo.

El alma de Chile y los desafíos valóricos de Chile:

Este es el momento de recordar la homilía que el Arzobispo de Santiago, cardenal Raúl Silva Henríquez pronunció hace cuarenta años en dramáticas circunstancias:

“No somos todavía una sociedad perfecta. Subsiste en nosotros el pecado: personal y colectivo. Somos como el pueblo escogido, como la humanidad misma, una tierra que Dios miró con amor, una familia que Él prefirió, y a la que quiso pertenecer, porque la vio pequeña y débil, imperfecta, necesitada de Él. Y se hizo Dios uno de nosotros. Y nos aceptó como somos. Y nos respetó en nuestra originalidad y en nuestros vacíos. Y caminó, y sigue caminando con nosotros, sosteniendo nuestras aspiraciones de libertad, alentando nuestras conquistas, denunciando nuestras tinieblas. Nos respeta. Cree en nosotros. Espera. Confía. ¡Admirable misterio de nuestra fe! La fe de un pueblo que lo espera todo de su Dios. La fe de un Dios que lo espera todo de su pueblo. Por eso en este día en que en nuestras almas se mezclan la congoja y la esperanza, venimos aquí a implorar al Señor de la Historia, a Cristo, nuestro Hermano y Redentor, que ilumine nuestro camino, fortalezca nuestras almas, consuele nuestros dolores, y nos dé el don bendito de la paz que Él nos prometió” .

Como Iglesia presente en Chile y en nuestra diócesis no queremos privilegios ni posiciones especiales. Todos somos ciudadanos de una misma sociedad y habitantes del mismo país. Disfrutamos de los mismos derechos que todos y nos obligan los mismos deberes de todos los chilenos y chilenas. Como Iglesia queremos ser tratados de la misma manera que otras instituciones del país. Solo queremos el derecho a plantear y promover los valores que se centran en la Persona de Jesucristo y su Evangelio, justificando nuestras opciones de vida cristiana, y proponerlas a los demás ciudadanos.

Hoy compartimos con ustedes lo que los obispos de Francia proponían para su país hace algunos años. Es también el deseo de nuestra Iglesia para Chile y para nuestra región:

“No tenemos, empero, la pretensión de dirigir la sociedad. Reivindicamos tan solo la libertad de proponer y de poner por obra esa Palabra que hemos descubierto y que sustenta nuestra esperanza. Nos alegramos sin reserva alguna cuando nuestra sociedad puede asumir ella sola todas las funciones necesarias para la vida en común. Invitamos entonces a todos los miembros de nuestras comunidades a que asuman su parte de servicio, como los demás ciudadanos en el seno de las instituciones públicas, sin vacilar - llegado el caso – en dar cuenta de la fe que está al origen de su presencia y de su acción”.

Distinguidas autoridades, hermanas y hermanos de esta querida ciudad y que hoy se congregan en el templo principal de la diócesis: esta es la ocasión para insistir en los grandes valores de Jesús y de su Evangelio: el respeto de la vida desde su origen en el vientre materno hasta su fin natural, la justicia y la paz, la verdad y la fraternidad, el diálogo y la solidaridad, la defensa ardorosa de la familia y del matrimonio, el amor y el irrestricto respeto a los derechos humanos fundamentales.
El profeta Miqueas (6,8) en una apretada síntesis nos recuerda lo esencial de nuestro paso por el mundo:

“El Señor ya te ha dicho, oh hombre,
en qué consiste lo bueno
y qué es lo que Él espera de ti:
que hagas justicia,
que seas fiel y leal
y que obedezcas humildemente a tu Dios”.

Que el Señor de la Vida y de la Justicia siga bendiciendo nuestra hermosa tierra chilena, especialmente a todos quienes habitamos en esta hermosa región que lleva el nombre del Padre de la Patria, Libertador Bernardo O’Higgins.

A Jesucristo el Señor, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Rancagua, septiembre 18 de 2013

+ Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
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