Mt 10, 5-15.
En el día en que la patria está de fiesta, la iglesia da gracias a Dios por estos 203 años de vida independiente. El Te Deum es una expresión de alegría de un pueblo que cree en la libertad y que camina con la ilusión de construir una nación de hermanos. Este sueño alimentó la esperanza de los padres de la patria y de tantos hombres y mujeres que han vivido trabajando por hacer de Chile un país digno y generoso.
La vida y los acontecimientos de nuestro pueblo, han estado iluminados por las enseñanzas del que ha hecho nuevas todas las cosas, Jesucristo Nuestro Señor. El mandado de comunicar a todos los seres humanos la llegada del reino de Dios y su justicia es un imperativo que adquiere plena vigencia al momento de ir al encuentro del que sufre. El Reino de los cielos está cerca. Sanen a los enfermos, limpien a los leprosos, resuciten a los muertos. Es el reinado de Dios que irrumpe en la historia con el poder de la liberación de todo mal que afecte a la persona y a la familia humana. Al igual que Jesús, los portadores del mensaje deben adoptar su mismo estilo de vida. La cercanía del reino es un indicativo que transmite la urgencia de la misión.
Hoy, damos gracias a Dios por cuantos en Chile han hecho suyo este mensaje. El P. Alberto Hurtado, contempló a Jesús en el rostro de los niños abandonados, en los ancianos y en los enfermos. Teresa de los Andes enseñando los contenidos de la fe a los niños pobres en la Hacienda de Chacabuco, Monseñor Enrique Alvear, visitando y compartiendo el dolor de los prisioneros, El Pbro. José Agustín Gómez, sintiendo con el dolor de los leprosos. Cuántos otros hemos visto compartiendo con los damnificados de terremotos, construyendo casas en un techo para Chile, dando una taza de café a los pobres de la calle y tantos otros consolando y compartiendo el dolor de quienes sufren la enfermedad, la partida del ser querido o la soledad que se hace presente en el corazón de los ancianos.
Sin lugar a duda, el testimonio generoso y sacrificado de estos chilenos y chilenas, debe ser un ejemplo para quienes tienen la ilusión de vivir en un país más justo, equitativo y menos excluyente. Estos y otros tantos sueños e ideales deben contar con una sólida formación integral que facilite especialmente en los jóvenes su real participación en la vida democrática del país. Esto implica creer verdaderamente en la dignidad y en los derechos y deberes de todo ser humano, participar en la elección de quienes van a dirigir desde el gobierno o del parlamento los destinos del país, como así mismo, expresándose a través del diálogo y preparándose adecuadamente para ejercer el liderazgo que respete la vida, la familia y la sana convivencia, sin dar cabida a la prepotencia tan propia de los que hablan de libertad y que terminan por destruirla con la intolerancia y la violencia.
La memoria nos recuerda tantos momentos hermosos compartidos en familia. La alegría de haber formado parte de una juventud que soñaba con un país sin pobres, sin campamentos y sin esos oscuros conventillos que más que hablar de dignidad, hablaban de marginalidad. Esa misma memoria me motiva a dar gracias a Dios por los anhelos compartidos de que en Chile no hubiese ningún niño analfabeto ni menos sufriendo por la falta de pan. Compartimos en su momento las iniciativas de los gobernantes para contar con los recursos económicos que permitieran avanzar en el desarrollo del país.
Pero también la memoria nos hace presente situaciones dolorosas y traumáticas. En este contexto recordamos los hechos que precedieron y acompañaron el 11 de septiembre cuando se abandonó el diálogo razonable como último recurso., y que luego decantaron en la sucesiva violencia que signó una época dejando una sangrienta huella en muchas familias y en el alma nacional. Si bien es cierto nada puede explicar los atropellos a la dignidad de las personas cometidas después del 11 de septiembre, también es imperativo levantar la voz para señalar que la democracia, sin ser el remedio que solucione todas las enfermedades, es un sistema que permite expresarse y participar en los proyectos destinados al bien común. En este espacio de oración y fraternidad, somos provocados a revitalizar la misericordia y el perdón que brotan de un corazón creyente. Los chilenos debemos asumir que cuando se calla frente a la violencia o se justifica la destrucción de la propiedad pública y privada se comienza a destruir la democracia. Los chilenos debemos asumir que las grandes desigualdades, la mala distribución de los recursos, y la intolerancia frente a las legítimas discrepancias, son un caldo de cultivo que va contaminando la convivencia y la paz social.
Sin duda, aún debemos seguir haciendo nuevos y genuinos esfuerzos de magnanimidad y generosidad, también de arrepentimiento y de perdón para que la misericordia de Cristo habite en nuestro corazón y nos traiga la paz definitiva. Los hechos del pasado no nos pueden paralizar. Jamás podremos construir un futuro con esperanza si no somos capaces de dar pasos concretos y definitivos pidiendo perdón y regalando perdón, sanando las heridas, estrechando la mano a nuestro prójimo, más allá de su color político y de su vinculación con los hechos del pasado. Rezamos en la oración de los cristianos” perdona nuestros pecados como nosotros perdonamos a los que nos ofenden ((Mt 6,12) El signo elocuente del hombre de fe es la magnanimidad de su perdón. Debemos poner todo lo que esté de nuestra parte para que la historia no nos siga dividiendo, para que la misericordia venza al odio y la justicia nos disponga al perdón.
Mientras dura nuestra peregrinación hacia el “reino del Padre” constatamos que los dolores de nuestra historia pasada han de ser escuela de paz para el presente y fuente de vida nueva para el futuro, también para enfrentar los crecientes nuevos desafíos que se nos presentan como nación. No podemos dejarnos guiar por el odio, la soberbia, la intolerancia, que provienen del mal espíritu; tampoco por los deseos de ajusticiamiento que provienen del espíritu de la venganza que justifica la violencia como camino de la justicia. La convivencia nacional exige corazones generosos que estén dispuestos a hacer el bien., a dialogar, a respetar al que piensa diferente, a sentarse a la mesa y a estrechar la mano de todos.
El 17 de noviembre nos encontraremos con una de las elecciones presidenciales democráticas con mayor número de candidatos de la historia de Chile. Algunos analistas plantean que esta multiplicación de candidaturas se explica por la aparición de movimientos sociales y las variadas demandas hoy presentes en el escenario nacional. Las entrevistas a los candidatos a la primera magistratura o al parlamento suelen ser recurrentes. ¿Está Ud. de acuerdo con el matrimonio homosexual? ¿Votaría Ud. a favor del aborto terapéutico?, que entre paréntesis, es el primer paso para presentar una ley de aborto sin agregados. ¿Está de acuerdo con aprobar una ley que favorezca el consumo de marihuana?. Está de acuerdo con terminar el lucro en la educación? etc. etc.- Acaso no es más importante preguntarle a un candidato presidencial acerca de las políticas energéticas que piensa implementar y que el país necesita sin dilación? ¿Ud entraría en diálogo con un político que pertenezca a un partido distinto al suyo para dar a todos los niños y jóvenes una educación de calidad?¿ Está de acuerdo con impedir el lucro en la educación sin terminar con la libertad de enseñanza y el derecho que tiene la familia en cuanto a educar a sus hijos en aquella comunidad educativa que le merezca seriedad y confianza?¿ Junto con mejorar las remuneraciones de los profesores, no cree Ud. que se les debe evaluar para medir sus conocimientos, habilidades y metodologías? Parecido ocurre con las entrevistas a obispos y sacerdotes. ¿Qué piensa de la píldora del día después? ¿Por qué la iglesia no está de acuerdo con el matrimonio homosexual?, ¿por qué los curas no se casan? Creo que sería más importante que nos preguntaran: ¿Qué está haciendo la iglesia para educar a sus fieles y especialmente a los jóvenes en la doctrina social a fin de prepararlos para que sean los líderes y constructores de una sociedad solidaria, humanista, participativa y justa?¿ Cómo , la iglesia está preparando a sus sacerdotes para que sean pastores con olor a oveja, hombres abiertos a Dios y al mundo, ese mundo que tiene sed de Dios, de amor, de comprensión y de humanidad?¿ Qué criterios evangelizadores está implementando la iglesia para ser un referente espiritual sólido en un mundo que necesita puentes éticos que susciten un dialogo civilizado y fraterno? Sin callar los escándalos producidos por abusos de algunos sacerdotes de orden sexual, jamás dejaremos de predicar la doctrina que fue vivida y predicada por Jesucristo y que nosotros estamos llamados a encarnar y anunciar.
A quienes se dedican a la política, los animo a darse por enteros al servicio del bien común. La gente al votar por Uds. confía en vuestra palabra aunque muchos de ellos digan, salga quien salga, yo tengo que trabajar para vivir. Sean claros para exponer lo que piensan y trabajen sin fronteras cuando se trata de elevar la vida y la dignidad de los pobres.
En la confianza de ser peregrinos que amamos esta patria terrena, tenemos la esperanza de disfrutar un día de la patria que no se acaba. Allí, junto a Jesús participaremos del banquete eterno donde todos tenemos un lugar. Que la Virgen del Carmen nos acompañe mientras caminamos bajo este cielo azul, anticipo del reino futuro. Amén.