Hermanas y hermanos muy queridos.
Tantos hechos se han sucedido desde que nos congregamos hace un año para orar por nuestra patria. Hoy, en un nuevo aniversario de la Independencia Nacional en aquel cada vez más lejano 18 de Septiembre de 1810, al reunirse esa Primera Junta de Gobierno, dando así respuesta al desorden en Europa y específicamente en España, renovamos nuestra gratitud a Dios, por la Patria que tenemos.
Este Chile nuestro, caminó por años unido a la Iglesia hasta que la constitución del siglo pasado, en 1925 declara la separación del Estado Chileno y la Iglesia Católica, acción que el Arzobispo de Santiago comentó diciendo “El Estado chileno podrá separarse de la Iglesia, pero esta Iglesia nunca dejará a Chile”.
Y así ha sido, ya que producto de esta determinación el Estado necesitó colaboración de la misma Iglesia para que los ciudadanos se inscribieran, se casaran por el civil, ocuparan los cementerios y así tantas cosas en que hasta el día de hoy seguimos ayudándonos, cooperándonos en todo y esperando que podamos seguir así.
Siempre habrá intentos de algunos de querer mandar – una vez más – a la Iglesia a la sacristía, en un intento de “privatizar la fe”. El Evangelio proclamado bellamente nos recordaba que nuestra fe puede ser zarandeada y agitada.
Hoy 18 de Septiembre de 2013, al estar orando, alabando a Dios en un TE DEUM vemos que es posible y bueno para el pueblo el que nos congreguemos y ayudemos, no para que nos beneficiemos en cuanto Instituciones, sino para bien de las personas confiadas a nuestro cuidado.
Pienso que un buen creyente y en el caso nuestro un buen católico, debe ser un buen ciudadano, con virtudes que se promueven desde su fe: la honradez, el respeto a su prójimo, la sobriedad de vida, el trabajo bien hecho, el amar la justicia y la verdad.
El Papa Francisco más que con palabras, nos ha conmovido con su praxis. Nos a acaba de decir “la luz de fe se pone al servicio de la justicia, del derecho y de la paz”.
La Fe, que estamos ejerciendo al estar orando en esta Catedral, es un bien común que nos anima a ser protagonistas de nuestro tiempo y no espectadores de la historia.
No podemos olvidar que Juan Pablo II nos dijo que los chilenos tenemos una vocación de fraternidad, de entendimiento y no de enfrentamiento.
Así podemos advertir más claro que la fe, el ser creyente y un buen creyente es bueno para nuestra sociedad, para la familia y las personas que trabajan y viven en nuestra tierra.
Mostrando con su vida y quehacer en busca “del pan de cada día”, de estudiar, de preparase para enfrentar su futuro, es capaz de mostrar que a partir de su misma fe, se siente llamado a trabajar por sus hermanos los hombres o mejor tomando nuevamente las palabras del Santo Padre Francisco “las manos que se levantan al cielo pero también construyen”, así lo aseguraba la primera lectura bíblica tomada del Apóstol Santiago: “si no dice que tiene fe, pero no viene con obras ¿de qué le sirve?” (2.14).
Cada creyente debe proclamar la fe con su vida, que la felicidad plena no está en esta tierra, ya que ésta es una corta visión tan materialista que pone en la cosas materiales su felicidad o infelicidad, esto no quita y más bien alienta la fe el estar atento a escuchar el clamor del pueblo o de los pueblos que exigen sus derechos.
La historia de la humanidad muestra el aporte, surgido desde la fe de hombres y mujeres para bien de sus hermanos, los hombres.
La sagrada Escritura nos relata las acciones fuertes de Abraham para poder conducir al pueblo de Israel hasta la tierra prometida. En diálogo permanente con Dios, su fe, es decir, su confianza y amistad con Dios lo hace ser líder, conductor de un pueblo.
En una dimensión más cercana, otros hombres de fe viva, tantos que han hecho el bien y han sido animados por su fe… un ejemplo entre muchos como lo fue Don Clotario Blest, hombre de oración y de caridad especialmente con los pobres y explotados. Asegura que en cada hombre y mujer desvalido o abusado veía el rostro de Jesús.
Cuantos como él, mas desconocidos, animados por su fe han secado una lágrima, han contagiado esperanza en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Y en nuestra Antofagasta tantos hombres y mujeres que antes que nosotros, se destacaron en un servicio, desde su fe, nos entregaron una sociedad, una ciudad, más armónica, más habitable. ¡Hay tantos! Son profesionales, políticos, soldados, religiosos, comerciantes, artistas, tantos, tantas.
Con injusticia de mi parte quiero destacar al Dr. Antonio Rendic, el llamado “el médico de los pobres”. No lo conocí, mucha gente me ha hablado de su caridad exquisita, silenciosa y cuya canonización esta dando sus primeros pasos y que esperamos llegue a buen fin.
Cada día el Dr. Rendic, llegaba a esta misma Catedral, quizás donde esta sentado alguno de ustedes ocupaba su lugar, comulgaba y después partía a atender a sus enfermos.
Muchos recibieron su atención respetuosa y de profesional asertivo. Otros la caridad de recibir hasta los remedios o dinero para adquirirlos.
Cada día este profesional tomaba fuerzas para servir a sus hermanos en el pan de Dios, en la palabra del Evangelio.
Este es Chile con sus éxitos, sus progresos, sus historias a veces dolorosas pero mayor mente alegres.
En Chile donde la Fe presente en distintos grados, en sus habitantes nos hace ver en la Televisión a un joven que antes de cometer un robo, se persigna. Nuestros deportistas que al entrar a la cancha topando el suelo con las manos hacen la señal de la cruz o después de un gol.
Tantos, lo veo desde la atalaya de mi oficina, que al pasar frente a la Catedral también se santiguan. Tantos que quieren bendecir su auto comprado con tanta dificultad, al igual que su casa o su lugar de trabajo. Es el Chile que bendice sus escuelas, sus cuarteles, sus campos deportivos, hay tanta fe que anima, impulsa, mueve a hacer el bien.
Es destacar la fe que al decir del Papa Francisco” la luz de la fe, se pone al servicio de la justicia, del derecho y de la paz”.
Esta fe es la que nos hace dar gracias a Dios por nuestra Patria. Esta misma fe nos hace esperar… pero con el mazo dando y a Dios rogando, la lucidez para detectar toda injusticia.
El desnudar la mentira o la injusticia en esta Antofagasta querida donde contrastan la riqueza y la pobreza, la generosidad y el despilfarro.
La alegría de un nuevo 18 de Septiembre no nos puede obnubilar la mirada de cualquier dolor, desesperanza o injusticia que podamos sanar, corregir e implantar el bien.
La fe será una fuerza que suma, como Jesús lo explico en las parábolas de los talentos: hay que hacerlos producir.
Antofagasta, pueblo mariano, que tanto confía en nuestra Chinita, una vez más se pone bajo el manto protector de su madre bajo la advocación del Carmen, a la que le decimos:
“ Virgen del Carmen,
Virgen del Norte y del Sur,
Del mar y la cordillera.
Ruega por nosotros pecadores
Ahora y en la hora de nuestra muerte Amén”
+ Pablo Lizama Riquelme
Arzobispo de Antofagasta