Señor Director:
La misa exequial admite que los deudos participen en la liturgia por medio de intervenciones propias. El sentido de la misa exequial es encomendar al Señor al difunto que la comunidad acompaña en su último viaje, para que Cristo, en virtud de su resurrección, le regale la vida nueva y lo acoja en su Reino. Además, constituye para la familia y amigos del difunto un momento de consuelo y de paz en medio del dolor y el vacío que provoca la muerte. El buen sentido litúrgico no elimina las intervenciones, en el entendido que son una legítima expresión de los deudos en este momento tan sensible de su vida. Sin embargo, es necesario regularlas para que no desvirtúen el sentido propio de las exequias cristianas.
Las Orientaciones para la pastoral Sacramental vigentes en la Iglesia en Chile desde 2010, retomando una rúbrica del Ritual de la misa exequial, dicen en el número 688: "Las intervenciones que los familiares o amigos del difunto piden decir en la misa, es aconsejable se hagan en el cementerio o luego de la bendición final en la misa". Por lo tanto, están previstas, aunque no son obligatorias. No se regulan con más detalles, pero queda claro que se pueden hacer en la eucaristía, cuidando que sea "luego de la bendición final".
Sin embargo, parecen necesarias indicaciones más precisas para enfrentar las ocasiones en las que se observan usos inconvenientes en esta práctica: intervenciones demasiado largas, cantidad excesiva de intervenciones, intervenciones que repiten contenidos iguales.
Antes de la celebración de las exequias, el sacerdote que presidirá la misa exequial debería conversar con la familia del difunto sobre la misa, y en caso que la familia desee realizar algunas intervenciones, ponerse de acuerdo sobre la cantidad, la orientación y extensión de las mismas. Idealmente, basta con una intervención hecha por algún familiar o amigo en representación de toda la familia. Pero eso depende de las circunstancias. Luego, debería respetarse el momento para realizarla: después de la bendición final de la misa.
Estas intervenciones no afectan la dignidad de la liturgia exequial si son hechas de acuerdo a estos criterios. Al contrario, hacen que la liturgia brille por una de sus más hermosas características: la participación de toda la asamblea en la acción litúrgica.
P. Guillermo Rosas ss.cc.
Director de la Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia Episcopal de Chile