Homilía monseñor Cristián Contreras fiesta de restauración de la imagen de la Virgen de la Merced Isla de Maipo
El papa ha dicho en estos días que una iglesia sin la Virgen María es un orfanato, y son tristes los orfanatos, es decir aquellos lugares donde llegan niños a vivir porque no tienen papá ni mamá, una iglesia sin la Virgen María es un orfanato; por eso nos alegra que esta imagen que refleja la presencia de María en este pueblo vuelva a su casa, vuelva para acogerlos a todos ustedes, con sus alegrías, con sus gozos y esperanzas, pero también con sus tristezas, con sus dolores, con sus angustias, con sus enfermedades. La Virgen María es madre de todo lo que hay en nuestra existencia, y quiere asistirnos con su manto protector, con su manto de mamá; por eso hoy día nuestra parroquia se viste de gala y podemos decir que celebramos y tuvimos una procesión pequeña, pero que nos recuerda la gran procesión del último domingo de septiembre.
Todas las grandes fiestas que se celebran a nivel de la religiosidad popular en nuestra patria tienen también una fiesta chica, y hoy día podríamos decir que inauguramos ésta fiesta chica de la Virgen de la Merced que prolonga la gran procesión, la gran misa que tenemos el último domingo de septiembre. Qué hermoso entonces tener aquí esta imagen de la madre que viene a darle consistencia, que viene a darle sentido a lo que es nuestra vida de todos los días, nuestra vida cotidiana; una iglesia sin María es un orfanato, y la iglesia quiere ser madre de todos y acoger a todos, la iglesia quiere enseñarnos la palabra de Dios y quiere enseñarnos la palabra de Jesús, porque nosotros conocemos a Dios, a ese Dios a quien nadie ha visto jamás, como dice el prólogo de San Juan, sin embargo el hijo de Dios, el que está en el seno del padre que es Dios es quien nos lo ha explicado, por eso en el seguimiento de Cristo nosotros llegamos a introducirnos en el misterio de Dios mismo, a conocer, a amar, a gustar a éste Dios que nos ha creado.
De la Virgen María se consignan pocas palabras en el santo evangelio, muy pocas, pero hay una que yo creo que es muy importante porque no es un consejo evangélico, sino que podríamos decir que es un mandato Mariano, un mandamiento de la Virgen María y es el milagro que nos relata San Juan en las bodas de Canaán, donde ella dice “hagan lo que Él les diga”, insisto, es como el mandamiento Mariano que existe consignado en los santos evangelios, y qué es lo que hace Jesús, fíjense que era una fiesta de boda muy triste, no se habla de alegría, no se habla de fiesta, de folclore, de baile y donde existe un mayordomo que no le gusta lo que ha sucedido en esa transformación del agua en vino, él tenía todo ordenadito, él tenía todo calculado, él tenía todo previsto y sin embargo era una fiesta de boda que no tenia alegría, no había voz, y Jesús llega a transformar esa fiesta de bodas.
En el fondo ¿qué es lo que viene a hacer Jesús?
Es a cambiar una religión que no le da alegría a la gente, que no le da esperanza a la gente, donde habían unas tinajas que servían para la purificación de los judíos, y que tampoco tenían nada adentro, una religión vacía que no produce alegría, que no produce esperanza. Por eso la Virgen María atenta a lo que está generando ese tipo de religión les dice “hagan lo que Él les diga”, hagan lo que Jesús les diga, mandamiento mariano, mandamiento de la Virgen santa. Fíjense que hemos leído en el texto del éxodo una serie de prescripciones que nos hace Dios; honra a tu padre, a tu madre para que tengas una larga vida en la tierra que el señor tu Dios te da, no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no harás falso testimonio contra tu prójimo, no codiciaras la casa de tu prójimo ni la mujer de tu prójimo, ni su esclava, ni su esclavo, ni su asno, ni ninguna otra cosa que les pertenezca; uno podría decir que nuestra religión es una religión de los no, es una religión que prohíbe, pero todo este discurso es un discurso que nos pone en un gran espacio de civilización, de saber vivir junto a otros, es lo mínimo, es el mínimo de los mínimos lo que nos dice estas prescripciones del libro del éxodo para poder vivir en armonía, para poder vivir en paz junto a los demás, para poder vivir la vida sin aquello que ensombrece nuestro semblante, que ensombrece nuestro ser imagen y semejanza de Dios que es el pecado, que es la envidia, que es la avaricia, que es la codicia, que es nuestro culto al dinero, fíjense todo lo que estamos viendo en nuestra patria en estos días; por eso Jesús en el evangelio va a oponer a una sola cosa a Dios, no pueden servir a Dios y al dinero, es un ídolo el dinero, es de suyo peligroso, es peligroso, porque nos puede llevar a la corrupción de nuestro ser, de nuestra persona, a la corrupción de nuestro ambiente, a la corrupción de nuestras comunidades, a la corrupción de nuestra patria.
“Hagan lo que Él les diga” y frente a todas estas prescripciones que ya son un estado de civilización muy avanzado, que es lo que decíamos como respuesta al salmo “Señor tú tienes palabras de vida eterna”, y recitábamos “la ley del Señor es perfecta, reconforta al alma, el testimonio del señor es verdadero, da sabiduría al simple, los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón, los mandamientos del Señor son planos iluminan los ojos”.
Si pudiéramos vivir esta cuaresma también en esta perspectiva de purificarnos, de ser mejores, de ayudar al prójimo, vale decir que nuestra oración, que nuestro ayuno, que nuestra penitencia se vea verificada en la vida fraterna, se vea verificada en como tratamos a las personas más vulnerables, a nuestro prójimo, que se vea verificada en todo nuestro amor al señor en que seamos más justos, en que seamos más solidarios, eso es lo que quiere también la Virgen María de nosotros, “hagan lo que Él les diga” es decir los mandamientos del Señor para nosotros no pueden ser un obstáculo en nuestra ansia de felicidad o en nuestra búsqueda de libertad, muy por el contrario, los mandamientos de Dios iluminan nuestros ojos, son para nosotros el camino por el cual vamos a alcanzar esa felicidad, esa alegría de ser imagen y semejanza de Dios.
Jesucristo es manso de corazón, es quien nos trae la paz, por eso nos resulta sorprendente esta acción de Jesús en el templo, hace unos látigos y saca a los profanadores del templo, es decir a los que han cosificado a Dios, a los que se han apoderado de Dios, a los que no dejan a Dios ser Dios, a los que impiden justamente el contacto de las personas con este Dios que está presente, y por eso el celo por la casa del Padre lo consume, no es un arrebato de ira como lo podemos tener cada uno de nosotros en determinados momentos o ante determinadas situaciones, no, es una acción absolutamente religiosa de parte de Jesús, Él quiere que Dios sea el centro y eso es lo que queremos también de nuestra iglesia, queremos también de nuestra parroquia, de nuestras capillas aquí en la Isla, queremos que Dios sea siempre Dios, Dios primero, que podamos llegar donde Él a través de la mediación de la Virgen María, a través de Jesucristo su hijo a depositarle toda nuestra existencia, para que Dios entonces nos devuelva siempre aquella imagen y semejanza maravillosa con la cual él nos creo y que por desgracia el pecado desfigura.
Pidámosle al Señor entonces que tengamos también este celo por su casa, partiendo por la casa que es nuestra propia vida y nuestro propio cuerpo, de cuidarlo, de darle alimento espiritual, de hacer de nuestras personas también una mediación para que otras personas encuentren a nuestro Dios que está siempre presente y que nos llama.
Padre Marco Antonio muchas gracias por lo que ha realizado junto a la comunidad parroquial por esta fiesta chica, llamémosla así, la fiesta chica de la Virgen de la Merced hoy día con su segunda restauración de esta imagen bicentenaria, una imagen que nos acompaña desde 1818, nos es una aparecida la Virgen, la Virgen ha acompañado desde generaciones, nos acompaña a nosotros y seguirá acompañando a sus hijos, a sus nietos, hasta donde Dios quiera.
Que la Virgen María nos proteja, que la Virgen María nos acompañe en nuestro itinerario hacia la pascua del Señor, hacia la celebración del misterio central de nuestra fe, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo.
Que así sea.
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla