Queridas hermanas y hermanos:
Gratitudes
Ante todo mis saludos cordiales y agradecidos a nuestros seminaristas José Antonio Costabal Cea,Marcos Pardo Velásquez y Geovanni Umaña Piérola. Mis gratitudes a sus queridas familiasprovenientes de María Pinto, Llolleo e Isla de Maipo. Maravillosos sectores de nuestraquerida diócesis de Melipilla.
Nos reunimos para celebrar un momento muy significativo en el camino al sacerdocio de nuestros hermanos seminaristas. Hoy ellos cumplirán con el Rito de Admisión, paso canónico que por manos del obispo los encaminará firme y oficialmente a las Órdenes Sagradas.
Testigos de la fidelidad de Dios
Vivimos tiempos de escasez de vocaciones al sacerdocio. Y para nuestra diócesis de Melipilla es una gran alegría presentar esta mañana a tres jóvenes que han iniciado hace algunos años su formación hacia el sacerdocio.
Queridos hijos en el Señor, Ustedes han respondido generosamente al llamado del Señor, dueño de los sembrados para trabajar en sus campos. Son los campos de la vida, de la existencia humana, de las periferias geográficas y existenciales donde deberán llevar el mensaje evangélico. Quienes les acompañan esta mañana y todos quienes rezan por Ustedes esperan, y yo espero, que reciban las órdenes sagradas del diaconado y del presbiterado. Lo deseo de corazón.
Es un día de emociones y de gratitudes. Gracias queridas familias, gracias a Ustedes Geovanni, Marcos, José Antonio. Cuenten siempre con mi afecto y cariño en Cristo.
Ustedes son la alegría en mi ministerio episcopal. Gracias a las comunidades eclesiales donde han servido. Gracias a los sacerdotes que los han acompañado en estos años de formación tanto en el Seminario Pontificio Mayor de Santiago, como en las parroquias donde han realizado y realizan actualmente su misión pastoral.
La Palabra de Dios
Dejemos que sea la Palabra de Dios que ilumine este día de alegría y de esperanza.
Nos acercamos al final del año litúrgico y las lecturas de este domingo nos presentan textos que hacen referencia al final de los tiempos que, sin embargo, son también los días de hoy. Aquellas profecías del Antiguo Testamento y las palabras de Jesús que se refieren a una esperada consumación de la historia, a días de catástrofes y de caos universal, nos ayudan a reflexionar acerca de los que vivimos hoy.
“Maestro, ¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”, le preguntan a Jesús. Y el Señor, en lugar de dar una fecha, exhorta a no dejarse engañar, porque esos tiempos son también los de hoy. No porque lo que sucede hoy en el mundo y en nuestro país sea exactamente aquello que se anuncia en las lecturas, sino porque la Palabra de Dios es siempre una luz para la vida concreta y cotidiana.
Queridos hijos seminaristas: Ustedes se acercan un poco más a consagrar sus vidas al servicio del Único Señor y Cristo: Jesucristo, Hijo de Dios Vivo que dio la vida por nosotros.
Muchos dirán “soy yo”; sed de Dios verdadero
Porque Cristo hay uno solo y no más, pero en estos tiempos de confusión debemos estar atentos y no dejarnos engañar por corrientes ideológicas, filosóficas y hasta religiosas que pretenden ocupar el lugar de Jesús y la Verdad en medio de la cultura.
Nos advirtió el Señor que muchos se presentarían en su nombre, diciendo “Soy Yo”, y hoy en el mundo encontramos a tantos que bajo apariencia mesiánica prometen la solución definitiva a todos los problemas, sociales, familiares, políticos, económicos, afectivos. En nuestra mismas radio emisoraslocales podemos escuchar cómo diversos gurús se ofrecen para solucionar las más variada clase de problemas de las personas, desde limpieza del aura hasta la reconciliación de parejas.
Otro ejemplo es el de una secta de apariencia cristiana -pero que no lo es-y que ha cundido en América Latina bajo el lema “Pare de sufrir”. ¿La han escuchado? “Pare de sufrir”, como si ese fuera el mensaje y la verdad que nos trajo Jesucristo. Y, sin embargo, el éxito de estas organizaciones e individuos que lucran abundantemente con la ingenuidad de las personas, tiene un sustento real, un asidero objetivo, que es el vacío existencial de tantos hombres y mujeres que claman por un sentido para sus vidas, para sus dolores, para sus inquietudes humanas y también para sus desafíos individuales y comunitarios.
Pero quienes profesamos la fe en Jesucristo, Señor de la Historia, sabemos que esa sed que se despierta en el alma humana, a veces sumiéndola hasta en el sinsentido, sólo logrará verse calmada al reconocer que se tiene sed de Dios, sed de Jesucristo, sed del que nos da la vida y vida en abundancia.
Esa es la verdad que nosotros creemos, y de la que estamos llamados a dar testimonio de palabra y de obra. Nuestra vocación bautismal nos envía a ser testigos, pero es un testimonio que cuesta. Cuesta, porque como nos decía el profeta Malaquías en la Primera Lectura, vivimos tiempos abrasadores, donde la verdad más verdadera ha sido opacada. Hoy el concepto de verdad es algo que se construye por consenso de voluntades, por acuerdos políticos, y no algo que se descubre y se reconoce como evidente a la luz de la razón y de la fe. No obstante, la profecía de Malaquías no concluye ahí, sino que promete que para los que temen el Nombre de Dios, “brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos”.
Nuestro Señor nos dice la verdad, sin letras chicas
Esta es la misión evangelizadora, que por medio de una vida llena de misericordia, estarán llamados a liderar como pastores nuestros hermanos que hoy son admitidos como candidatos a las Órdenes Sagradas. Jesús en el Evangelio de este domingo, no propone un “pare de sufrir” ni viene, perdonen la expresión poco litúrgica, a “vender pomadas”.
“Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados… y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí”, dice el Señor. Y yo como su obispo y padre tampoco quiere pintarles un mundo de fantasía. Estamos expuestos a la maledicencia, a la ignominia, a la calumnia. La evangelización es difícil, pero al mismo tiempo maravillosa. La misión del apóstol es misión de cruz, pero también de resurrección. Y mientras algunos se pueden quedar contemplando las maravillas exteriores, como algunos lo hacían frente al Templo en el tiempo de Jesús, él nos llama a ir a la raíz de las cosas, a vivir una fe encarnada en un hoy histórico que nos exige la perseverancia en medio de la incertidumbre.
“Gracias a la constancia salvarán sus vidas”, anuncia el Señor. Y no sólo las suyas propias, sino la de todos aquellos hermanos a quienes puedan anunciarles el Evangelio, sirviendo así de puentes, de facilitadores entre cada persona y el Señor Jesús.
Hijos queridos
Queridos hijos seminaristas: el siglo XX ha sido el tiempo de mayor martirio de cristianos. Hoy Ustedes son admitidos al Orden Sagrado precisamente en el día en que rezamos por la Iglesia que sufre en el mundo. No defraudemos a quienes sufren a causa de Cristo. La Virgen María en su mes bendito nos ayude a ser perseverantes y solidarios con ellos. Amén
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla