1. Al concluir nuestra asamblea plenaria, los obispos de Chile dirigimos una palabra a la sociedad chilena, especialmente a las
comunidades católicas. Lo hacemos desde un especial agradecimiento al Señor por la experiencia que vivimos en la reciente visita
Ad Limina, en la que hemos sido acogidos, escuchados, animados y confirmados por el Santo Padre Francisco en nuestra misión evangelizadora. Su lúcida mirada sobre la realidad nos interpela a seguir proclamando la Buena Noticia de Jesús en este tiempo, en nuestro país y en cada una de nuestras diócesis.
2. El misterio pascual, que hemos celebrado especialmente en Semana Santa, nos reaviva la esperanza. La persona de Jesús Resucitado fue la respuesta a las preguntas, al miedo y a la incertidumbre de sus discípulos consternados por la violencia y el escándalo de la cruz. Desde la resurrección, Cristo se hace presente en medio de sus discípulos, entregándoles el don de la paz (Cf. Jn 20,19) para que tengan Vida en su nombre.
3. Junto a ustedes en nuestras comunidades, hemos percibido en el último tiempo algunos signos que perturban la paz y generan inquietud. A nivel internacional, nos preocupan la situación en Siria y varias otras naciones golpeadas por la violencia, el beligerante discurso de algunos líderes y la amenaza de una ofensiva nuclear. En la región, expresamos nuestra cercanía al pueblo de Venezuela, que vive una situación política, económica y social muy delicada. Desde esta asamblea hemos enviado una nota de solidaridad a nuestros hermanos, a través de la Conferencia Episcopal venezolana. Como una luz de esperanza miramos el proceso de pacificación en Colombia, tierra que se prepara a recibir al papa Francisco.
4. En nuestro país, nos preocupa la grave crispación del debate social y político, especialmente en este año electoral. No nos dejemos provocar por un ambiente de agresión y descalificación que cierra sus puertas a toda confianza. Que la consigna rápida y populista no sustituya a los argumentos de fondo, ni que el cálculo desplace a los valores. Entre los asuntos más delicados, reiteramos nuestra opción por toda vida humana y la dignidad de la persona, hoy amenazada por las iniciativas que promueven el aborto como una salida a situaciones de gran dolor humano que requieren más bien comprensión y acompañamiento. Junto a ustedes, nos duelen y preocupan las diversas situaciones de corrupción en diferentes ámbitos de la sociedad. Creemos que no pueden ser tratados de forma acelerada ni acalorada temas tan relevantes y prioritarios, como las pensiones dignas, la reforma a la educación superior y la situación de los migrantes, que requiere una nueva legislación.
5. Queremos reconocer de un modo particular a tantos jóvenes que harán, desde su propia experiencia de fe, su aporte a la preparación del
Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, convocado por el Santo Padre para el año próximo. Para muchos jóvenes, creer en Chile significa ponerse a trabajar, servir a los demás. De esto hemos sido testigos en momentos de tragedia. Invitamos a los jóvenes a ayudar a que este país renueve sus liderazgos con propuestas que busquen siempre la promoción humana integral, con una preocupación especial por los más vulnerables y sencillos.
6. En este tiempo gozoso de Pascua, aportemos la esperanza con cada una de nuestras actitudes. Creamos en Chile y los chilenos. Nos unimos a la plegaria del papa Francisco en su Mensaje Pascual de este año: “Que en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, el Señor Resucitado guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz”. Confiamos estos anhelos a la Virgen del Carmen, madre de Chile. Que con Cristo Resucitado, sembremos esperanza y regalemos la paz.
Los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 28 de abril de 2017.