El día 1 de mayo se celebra la Fiesta de San José, aquel hombre que con su trabajo abnegado y silencioso cumplió fielmente en esta tierra la misión de ser padre adoptivo de Jesús y esposo de la Santísima Virgen María. Ese día en todo mundo se conmemora el día internacional del trabajo. Monseñor Juan Ignacio González, Obispo de la diócesis de San Bernardo entregó un mensaje para la conmemoración de ésta solemnidad.
Queridos hermanos y hermanas
El día 1 de mayo se celebra la Fiesta de San José, aquel hombre que con su trabajo abnegado y silencioso cumplió fielmente en esta tierra la misión de ser padre adoptivo de Jesús y esposo de la Santísima Virgen María. Ese día en todo mundo se conmemora el día internacional del trabajo, es decir es la fiesta de todos los hombres y mujeres que en nuestro mundo sacan adelante sus vida, las de sus familias y sus países mediante el trabajo, que es la forma en que la persona humana colabora con el Creador en hacer de este mundo nuestro un lugar donde cada vez haya mas amor, seguridad y bienestar espiritual y material.
Cualquier trabajo digno, cualquier ocupación en que cada uno de nosotros desarrolle, es siempre una manera de crecer en nuestra propia personalidad y en nuestro servicio a Dios y al prójimo. Por eso la Iglesia siempre ha visto que nuestro trabajo es lo más propio de la vocación de toda persona, pues por medio de él se cumplen tres cosas fundamentales para nuestro mundo: santificamos el trabajo, nos santificamos en el trabajo y santificamos a los demás con el trabajo.
“Todo trabajo humano honesto, intelectual o manual, debe ser realizado por el cristiano con la mayor perfección posible: con perfección humana (competencia profesional) y con perfección cristiana (por amor a la voluntad de Dios y en servicio de los hombres). Porque hecho así, ese trabajo humano, por humilde e insignificante que parezca la tarea, contribuye a ordenar cristianamente las realidades temporales —a manifestar su dimensión divina— y es asumido e integrado en la obra prodigiosa de la Creación y de la Redención del mundo: se eleva así el trabajo al orden de la gracia, se santifica, se convierte en obra de Dios” enseña San Josemaría Escrivá.
“Al recordar a los cristianos las palabras maravillosas del Génesis —que Dios creó al hombre para que trabajara—, nos hemos fijado en el ejemplo de Cristo, que pasó la casi totalidad de su vida terrena trabajando como un artesano en una aldea. Amamos ese trabajo humano que El abrazó como condición de vida, cultivó y santificó. Vemos en el trabajo —en la noble fatiga creadora de los hombres— no sólo uno de los más altos valores humanos, medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el ordenamiento cada vez más justo de las relaciones entre los hombres, sino también un signo del amor de Dios a sus criaturas y del amor de los hombres entre sí y a Dios: un medio de perfección, un camino de santidad” (ibid)
Queridas trabajadoras y trabajadores, hoy es un día para agradecer a Dios que nos de la posibilidad de trabajar y así asemejarnos a El que con su vida oculta en Nazaret quiso darnos ejemplo que todo trabajo es digno y cualquiera de ellos es camino de santidad. El valor verdadero del trabajo no tiene que ver con su importancia, con la retribución que se reciba, con el tipo de oficio, con su influencia social o el reconocimiento que tenga ante los demás, tiene que ver, fundamentalmente, con el Amor a Dios que pongamos en él. Por eso la transformación social, económica y política de nuestro mundo esta íntimamente relacionada con la compresión de esta verdad esencial.
“Trabajar así es oración. Estudiar así es oración. Investigar así es oración. No salimos nunca de lo mismo: todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentar ese trato continuo con El, de la mañana a la noche. Todo trabajo honrado puede ser oración; y todo trabajo, que es oración, es apostolado. De este modo el alma se enrecia en una unidad de vida sencilla y fuerte”(ibid)
Por las razones anteriores, va hoy nuestro pensamiento y nuestra oración a los miles de hombres y mujeres que no encuentran un trabajo digno. Su realidad debe golpearnos a todos, pero especialmente a quienes tiene el don del cielo de crear fuentes de trabajo. Un hombre o una mujer sin trabajo es alguien que está privado de algo esencial en su vida, no sólo para conseguir el debido sustento para el y su familia, sino que le falta algo en su dignidad de persona que no le permite aspirar a la santidad y al bien. ¡Cuantos esfuerzos mucho mayores espera la Iglesia de las autoridades y de los empresarios y cuanta mayor justicia y generosidad han de tener a la hora de retribuir con justicia el trabajo!
En este día en que miramos con cariño a los miles de hermanos y hermanas que van transformado nuestro mundo con su trabajo y así se hacen amigos de Dios y hermanos de Jesús, que trabajo treinta años con sus manos divinas, envío a todos mi bendición más afectuosa.
San Bernardo, 1 de mayo de 2007, fiesta de San José, día internacional del trabajo
† Juan Ignacio González Errázuriz
Obispo de San Bernardo
Fuente: Comunicaciones San Bernardo
Santiago, 26-04-2007