Con devoción se vivió el Vía Crucis Arquidiocesano por las calles de Concepción

Con devoción se vivió el Vía Crucis Arquidiocesano por las calles de Concepción

El Administrador Diocesano de Concepción, Monseñor Bernardo Álvarez, afirmó que “la Iglesia está llamada a manifestar el triunfo de la Cruz en medio de nuestra sociedad".

Sábado 30 de Marzo de 2024
Con gran fe y devoción se vivió el Vía Crucis Arquidiocesano y la Liturgia de la Pasión del Señor, que fueron presididos por el Administrador Diocesano de Concepción, Monseñor Bernardo Álvarez, la tarde de este viernes 29 de marzo.

El Vía Crucis, que partió desde la Parroquia San Agustín avanzó por calle Castellón, luego por calle Cochrane y finalmente por Caupolicán hasta llegar al templo Catedral, deteniéndose en las diferentes estaciones, que estuvieron a cargo de fieles de las parroquias Del Sagrario, San Agustín, La Merced y de la Comunidad San José.

En su homilía, Monseñor Bernardo Álvarez afirmó que “la Iglesia está llamada a manifestar el triunfo de la Cruz en medio de nuestra sociedad. Hemos acompañado en esta tarde al Señor Jesús y hemos caminado con la Cruz. En esta manifestación pública queremos rememorar y unirnos al camino de Cristo hacia el Gólgota, donde fue crucificado. Allí hemos sido testigos de su amor hasta el fin”.

En ese contexto, señaló que esta tarde hacemos memoria de nuestra fe, que nos ayuda a traer a la meditación y oración los misterios y la entrega de nuestro Señor, pero también “traer ante la presencia de Dios, los dolores de Cristo crucificado, sobre todo en el tiempo que nos toca vivir”.

Monseñor Bernardo, haciendo alusión al momento en que Jesús entrega a su Madre al discípulo amado, dijo que “vemos en este gesto de amor la providencia divina”, donde “manifiesta en la Santísima Virgen María la figura de la mujer nueva”, donde podemos interpretar “la maternidad espiritual de la Virgen María, pero junto con ello, el ministerio de la Iglesia. La Iglesia, que es aquella que está llamada a ser acogida por los creyentes, por los discípulos y, de igual modo, los discípulos acoger la vida de fe, que se manifiesta en la Iglesia, sobre todo por el cultivo de la vida comunitaria, la vivencia de los sacramentos y el servicio a la humanidad”.

En ese sentido, señaló que la vida eterna se manifiesta con la entrega del Señor Jesús, con el nacimiento de la Iglesia, con la maternidad espiritual de la Virgen María y la figura del discípulo amado.

“En el costado traspasado del Señor vemos cómo la Iglesia, en todo tiempo y en todo lugar, en el nombre del Señor Jesús, puede transformar la realidad. Y ¿cómo está llamada a hacerlo? Ciertamente, con un corazón traspasado, dejando de lado todas las lógicas humanas. Eso es lo que hace el Señor: por sus heridas hemos sido sanados. Es decir, en Jesucristo se manifiesta la lógica divina del Siervo Sufriente, de aquel que se entrega totalmente, que incluso no devuelve los insultos, los vejámenes, sino que sólo se dona, se entrega”, destacó.

En ese sentido, aseveró que “hoy en día existe un hermoso desafío misionero, que está por delante de nosotros y que implica siempre salir de nosotros, no ensimismarnos, exponernos, salir, como lo hemos hecho en esta tarde. Ser testigos, en definitiva, de un corazón traspasado por amor, testigos de la fe, testigos de los sacramentos. Cristo ha dado la vida por nosotros”.

Mirando la figura de San Pablo, quien manifiesta un amor misionero por la Cruz, Monseñor Bernardo expresó que “nos regala su propia experiencia contemplativa de la cruz de Cristo, que no es una cruz que aplasta, no es una cruz que hay que arrastrar hasta quedar exhaustos. Si lo hacemos así, en verdad no hemos comprendido en profundidad el misterio de la Cruz redentora de Cristo”.

“En este día podríamos, incansablemente, repetir con San Pablo que el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí. (…) Este fue el amor a la Cruz que San Pablo experimentó. De pecador lo llevó a convertirse en creyente, de perseguidor a apóstol. El amor a la Cruz redentora de Cristo. Día tras día, incansablemente, dando testimonio de la nueva vida. San Pablo vivía a cabalidad y en profundidad la vida de la gracia, entendía con claridad que todo brotaba de la muerte de Cristo, no de sus propios méritos, que ciertamente ante el amor misericordioso de Cristo crucificado en verdad se diluían”, enfatizó.

Finalmente, invitó a pedir al Señor “la gracia de profundizar en esta experiencia de la Virgen, del discípulo amado y de San Pablo, llevando adelante un testimonio fe, alegre y perseverante de Cristo crucificado”.

Fuente: Comunicaciones Concepción
Concepción, 30-03-2024
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