En la Parroquia a la que sirvió por más de 30 se celebró misa de exequias.
Acompañado por sus cuatro hijas, nietas, familiares, amigos, el clero diocesano, el cuerpo de diáconos permanentes, religiosas y fieles de la Iglesia de Calama se celebró la Misa de Exequias del diácono Gilberto Cereceda Amaya que a la edad de 72 años y próximo a cumplir 31 años como consagrado partió a la casa del Padre.
En el templo El Salvador, sede de la parroquia a la sirvió gran parte de su vida, primero en Chuquicamata y luego del traslado del campamento minero a Calama fue el lugar para brindar el último adiós a uno de los hombres que dejó una huella imborrable en decenas de familias que se reunieron en torno a la comunidad que se forjó desde el trabajo vinculado a la minería.
El obispo Tomás Carrasco presidió la celebración acompañada del párroco Renzo Martínez y el Padre Enrique Olivé, sacerdote fundamental en la vida del extinto diácono durante su extenso periodo como párroco en Chuquicamta y posteriormente en Calama. A él le correspondió pronunciar la homilía que estuvo centrada en la vida familiar y consagrada del diácono, uno de los dos más antiguos de la Diócesis San Juan Bautista.
El Padre Enrique destacó la actitud misionera de Gilberto y familia en la atención pastoral de las localidades rurales de Lasana y Chiu Chiu, servicio que ejerció durante varios años junto a otros ministros. También resaltaba su espíritu mariano, manifestando su devoción a la Virgen Guadalupe de Ayquina. Más tarde este compromiso se orientó en la atención espiritual de la localidad de Sierra Gorda, con una disponibilidad extraordinaria, incluso en etapas en que la enfermedad ya comenzaba a limitarse, expresó.
“Otro aspecto que conviene recordar es el trabajo realizado, sobre todo aquí en Calama, en esta parroquia, con los catecúmenos, personas adultas que pedían el bautismo y necesitaban una preparación especial. Para el ministerio de todo diácono, es fundamental el apoyo y la colaboración de la esposa y de los hijos. Gilberto y Nancy supieron colaborar estrechamente en el servicio de la parroquia, teniendo también la comprensión y el apoyo de sus hijas, algunas tocando la guitarra, y otras actividades”.
Finalmente, el Padre Enrique Olivé junto con destacar la misión que cumplió en su área laboral en Chuquicamata donde fue un comprometido evangelizador, indicó que las bienaventuranzas son un modelo de vida que nos propone Jesús para que seamos felices y nos preparemos para disfrutar de la gloria de Cristo resucitado. “He estado pensando un poco, pero es difícil saber cuál de estas bienaventuranzas encaja mejor con la vida de Gilberto. Quizás sea felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Recibe, Señor, a Gilberto en tu reino de amor, justicia y paz”.
Los restos del diácono Gilberto Cereceda descansan en paz en el cementerio Parque Topater de Calama.
Fuente: Comunicaciones Calama
Calama, 12-04-2024