Padre Alfonso Horn: un sacerdote de 90 años con un gran amor por la Misa

Padre Alfonso Horn: un sacerdote de 90 años con un gran amor por la Misa

Durante sus 90 años de vida, este sacerdote salesiano ha cultivado diversos talentos, sin embargo, para él lo más importante y lo más lindo de todo es "poder rezar Misa".

 
Viernes 23 de Agosto de 2024
Basta interactuar unos minutos con el padre Alfonso Horn Kaschel S.D.B. para darse cuenta de su profundo amor por la Misa. El domingo 11 de agosto cumplió 90 años de edad y durante su vida ha cultivado diversos talentos: ha escrito libros, toca el piano maravillosamente, tiene un don con las plantas y ha sido parte de la educación de numerosos jóvenes y niños. Pero para él lo más importante y lo más lindo de todo es “poder rezar Misa”.

Su rostro se ilumina al hablar de la Misa y con fuerza afirma que “es la centralidad del misterio de la doctrina de Jesús, es la doctrina llevada a cabo, actualizada, materializada, porque se vive al mismo Cristo. La Misa es traer a Cristo al Altar, es engendrarlo. Esa es la explicación cuando dicen por qué la mujer no puede ser sacerdote, porque las mujeres ya son madres, y el sacerdote engendra a Cristo y lo pone en el Altar”.

Vocación al sacerdocio
Al hablar de su vocación, el padre Alfonso dice que ésta “nació de Dios” y hace alusión a las palabras del Salmo 139, “que dice más o menos lo siguiente: todas mis acciones estaban escritas en el libro de Dios, antes del primer día ya todo estaba dicho. Por lo tanto, uno existe en la mente de Dios siempre. De alguna manera, mi espíritu, mi alma, vio cuando mis padres se casaron, porque de hecho siempre uno existe”.

Proviene de una familia católica y cuando era niño, imitando lo que veía en la parroquia, rezaba misa. Con emoción recuerda que en una ocasión “yo había preparado el altar, se metió mi hermanita Silvia, la chiquitita, prendió las velas y las dejó encendidas. Casi se quemó la casa. Lo vio el papá y se acabaron las misas de esas”.

“Esos son los antecedentes. Por su puesto después aquello fue madurando. Cuando entré al Instituto Salesiano de Valdivia pertenecí al grupo de los acólitos -que entonces se llamaba Pequeño Clero- y muy pronto pedí ir al Seminario. Entré a los 12 años, feliz y contento. Siempre diré que yo fui atrapado por la alegría cuando entré al Seminario, me encantó aquello, era muy hermoso en todo sentido. Y bueno, hasta que después, primero me hice religioso salesiano, porque Don Bosco me pescó el corazón muy pronto, y ya hace 63 años fui ordenado sacerdote y aquí me tiene, rezando Misa de verdad”.

Misa y comunidad
Como sacerdote ha vivido diversas experiencias bonitas, pero entre sus recuerdos más grandes se encuentra “cuando pude rezar Misa con el Papa San Pablo VI en la Basílica de San Pedro en Roma. Después pude rezar Misa en la tumba de Don Bosco, en la Basílica María Auxiliadora que está en Turín. Pude rezar Misa en la tumba de San Francisco de Asís y pude rezar Misa también en el Monte Casino, donde nació la Orden Benedictina, de San Benito”.

En cuanto a lo más difícil del sacerdocio afirma que es “la obediencia” y explica que “uno se encariña de donde uno está trabajando, me encariñaba con los muchachos y por necesidad a veces faltaba un profesor de música en alguna otra parte”.

Es así que el padre Alfonso ha estado en diversos lugares, como Santiago, Valparaíso, Valdivia y Concepción. En esta última ciudad, la comunidad está formada por tres sacerdotes y un religioso. Al respecto comenta que “la vida en comunidad siempre es bonita, es increíble. Es una cosa que le cuesta entender a la gente de afuera, pero la vida de comunidad es lo que nos defiende a nosotros, es vida de familia. Nuestro espíritu salesiano, de hecho lo esencial es la vida de familia. Y se logra”.

A los jóvenes que sienten el llamado a la vida sacerdotal, el padre Alfonso les dice que “no tienen nada que perder, sino que tienen todo para ganar. Son palabras que dijo Benedicto XVI cuando fue recién nombrado Papa: Sigan a Cristo, no tengan miedo”.

Manos bendecidas
El sacerdote salesiano cuenta que para “las familias alemanas antiguas, como las que llegaron aquí a Chile, era inconcebible que en la casa no hubiera un piano o un instrumento musical y que no hubiera un jardín”.

Por este motivo, en su casa había un piano y como su mamá era muy buena pianista, aprendió desde pequeño: “Lo primero era tocar la polka del perro, eso es lo que todo niño aprende al principio, pero después me pusieron una profesora. ¡Terrible! Era muy estricta”.

“Cuando pedí entrar al seminario, la exigencia que me puso el papá fue justamente que siguiera estudiando piano y aquí me tiene, lo llegué a tocar discretamente bien. Y después armonio y órgano, eso es cosa seria. Tocar el órgano de tubo, el clásico, porque hay que saber pedalear también”, agrega.

Es importante destacar que el padre Alfonso Horn no sólo toca el piano, sino que también es compositor. Ama la música y como salesiano ha disfrutado hacer clases. “Empecé a hacer primero clases de música y aquí, en este colegio, empecé a los 20 años. Era importantísimo ser profesor de Música, porque aquí también, en ese tiempo, había internos, y eso significaba que había que buscar la forma de entretenerlos y la forma era la música. En esa época yo era ídolo de los chiquillos”.

“Después dejé la clase de Música, me agotaba mucho, sobre todo porque era muy entusiasta, no solamente daba clases teóricas, sino de canto, coros. Preparar coros polifónicos…eso significa también un gran desafío y ¡cómo me alteraba cuando alguien desafinaba! (...) Pero después ya le dejé a otros eso y me gustó mucho más hacer la clase de Historia y Geografía, porque (...) soy bueno para narrativa, incluso he escrito libros, la historia de este colegio, la historia de mi colegio de Valdivia, la historia de mi seminario que ahora es un colegio grande, abierto a la comunidad, y el último libro es la historia del Santuario María Auxiliadora, de los monumentos y murales que tiene”, relató.

Además, como buen descendiente de una familia de agricultores, el padre Alfonso aprecia la hermosura de la tierra y del cultivo. En la casa que comparte con la comunidad salesiana hay diferentes tipos de plantas en las salas, ventanas, patio interior e incluso en la capilla. Todas cultivadas y cuidadas por él.

Las manos del padre Alfonso Horn son manos que escriben trozos de la historia, manos que con una agilidad increíble hacen brotar bellas melodías, manos que hacen crecer vida y, por sobre todo, manos consagradas para hacer presente al Señor en la Eucaristía. A sus 90 años afirma:“Me daría pena irme al Cielo demasiado pronto, porque ahí no podré rezar Misa”.

Fuente: Comunicaciones Concepción
Concepción, 23-08-2024
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