Estudiantes reflexionaron sobre el perdón junto a sobreviviente del genocidio de Ruanda en el Congreso Fe Joven
La segunda versión de este evento interescolar que reúne a alumnos y profesores de religión, contó con 600 asistentes, provenientes de 71 colegios. Al final de la jornada habló Immaculée Ilibagiza, sobreviviente de la matanza que terminó con la vida de un millón de personas de su tribu, incluyendo casi toda su familia y amigos.
El jueves 29 de agosto se realizó la segunda versión del Congreso Fe Joven, organizado por el Colegio Tabancura. Se trata de un evento interescolar en el que participan jóvenes de enseñanza media junto a sus profesores de religión para reflexionar en torno a una temática, que este año fue el perdón, bajo el lema: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12).
En total se inscribieron 71 establecimientos educacionales y participaron unas 600 personas, incluyendo un equipo que viajó desde Argentina.
La jornada comenzó con una charla del padre Sebastián Urruticoechea y luego subieron al escenario grupos de alumnos que abordaron algún aspecto del perdón. En el cierre del Congreso dio su testimonio Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio de Ruanda.
Un acto que se basa en el amor
El p. Urruticoechea habló del perdón como algo divino. Citó ejemplos de la Biblia, como la parábola del Hijo Pródigo, que muestra el perdón de Dios hacia sus hijos. Mencionó también la enseñanza de Jesús en el Padre Nuestro y destacó la necesidad de perdonar a los demás para recibir el perdón de Dios. Además, incluyó testimonios de santos, como San Agustín y San Josemaría, que enfatizan en la importancia de esto en la vida cristiana. Por otro lado, se refirió a la paz que produce el perdón a los demás.
El sacerdote afirmó que el perdón es un acto divino que se basa en el amor y la caridad. No tiene que ver con la justicia, sino con el regalo y el don del amor. Cuando sufrimos una ofensa, es fundamental dirigir nuestra acción hacia el ofensor por amor a la persona y no por nuestra capacidad de vivir con la ofensa.
Señaló que el perdón es una actitud activa que busca reconciliación: arreglar la situación de tensión para que triunfe el amor de Dios. Cuando se sufre una ofensa, es común que surjan sentimientos de rabia, odio y venganza, por lo que es importante aprender a contener el desencadenamiento de estos sentimientos negativos. Además, recordó que las ofensas sufridas no solo nos afectan a nosotros, sino que también son una afrenta a Dios. En este sentido, el perdón se convierte en un acto de desagravio hacia la ofensa a Dios.
Siete reflexiones de los alumnos
El primer grupo en subir al escenario era del Colegio Alemán y presentó las ocho claves para perdonar del psicólogo Robert Enrigh y la relación con la propuesta de Jesús. A continuación, alumnos del Colegio Santa Cruz de Chicureo reflexionaron en torno al proceso de introspección anterior al perdón. Enfatizaron que perdonar es un acto de voluntad personal y es liberador.
Luego, estudiantes del Colegio Parroquial Santa Rosa basaron su reflexión en torno a la experiencia de Hannah Arendt. Y después alumnos del Colegio Cordillera presentaron la vida del médico japonés Takashi Nagai, su conversión al catolicismo y su visión del perdón en torno a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
En un segundo bloque, tras una pausa, subieron al escenario estudiantes del Colegio Santa Úrsula y hablaron del perdón como camino de liberación y reconciliación y del sacramento de la Confesión y sobre la gracia de Dios.
Más adelante fue el turno de alumnos del Colegio Cardenal Raúl Silva Henríquez, quienes comenzaron con un video sobre el Hijo Pródigo y hablaron de la compasión y el amor de Dios. Recordaron a mons. Silva Henríquez y mostraron un video sobre cómo viven el perdón en su colegio. Y, por último, estudiantes del Colegio Everest hablaron de la cultura del éxito, de las redes sociales y la competitividad, en contraposición al amor gratuito de Dios. Se refirieron también a la parábola del Hijo Pródigo.
El relato de Immaculée Ilibagiza
El Congreso terminó con el testimonio de Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio de Ruanda en 1994 y autora del libro “Sobrevivir para contarlo”.
Durante el genocidio, Immaculée se refugió en la casa de un vecino en un pequeño baño de 1 x 1,2 metros junto con otras siete mujeres durante 91 días, escondiéndose de los milicianos hutus que buscaban exterminar a los tutsis. Ni los hijos del dueño de casa, que pertenecían a la tribu hutu, sabían que ellas estaban allí, por lo que tenían que estar en silencio y de vez en cuando él les llevaba algunos restos de comida.
En un comienzo, Inmaculée sentía un odio profundo en su corazón y quería vengarse. Dijo que se le desataron sentimientos que nunca pensó que podía llegar a tener y que tenía pensamientos en bucle. “Tenía tanta ira que pensaba en vengarme de todo el país. Se transforma en una enfermedad y los pensamientos no se acaban. Estaba exhausta con todo lo que pensaba. No podía rezar y tenía hambre”, relató.
Cuando por fin les llevaron comida, le pidieron al dueño de casa que pusiera radio para saber qué estaba pasando en el país. “No podía creer lo que escuchaba”, especificó. Estaban matando a todas las personas de su tribu en una acción financiada por el Gobierno, que dio la orden de buscar en todas las casas. Entonces empezó a pensar en lo que estaba ocurriendo. Era maldad pura.
Un día los asesinos llegaron a la casa y decidió encomendarse a Dios. Por una ventana del baño vio que tenían machetes, armas, espadas. Empezó a pensar en cómo la matarían y luego en el purgatorio. Le dijo a Dios: “Tú me creaste, por favor no dejes que nos maten, por lo menos no hoy día. Te voy a buscar toda mi vida si no me matan hoy y, si no lo hacen, yo sabré que fue tu obra”.
No las asesinaron
Al día siguiente el dueño de casa abrió la puerta y les dijo que hubo alrededor de 400 personas rodeando la casa para que ningún tutsi escapara. Revisaron todo, incluso el entretecho. Y cuando llegaron a donde se encontraba el baño, a centímetros de abrir la puerta, el asesino se dio media vuelta y le dijo: “Tú eres uno de nosotros. Confiamos en ti”. Y se marcharon.
Immaculée se aferró a su fe católica, rezó por primera vez un rosario que le había dado tiempo atrás su papá y sintió una paz enorme. Comenzó a leer la Biblia y desarrolló una relación íntima con Dios.
La experiencia la llevó a confrontar el odio y la venganza que inicialmente sentía hacia quienes habían cometido los crímenes. Durante esos meses sintió la presencia de la Virgen María, que la animaba a rezar con todo su corazón, poniendo atención a cada palabra. Immaculée encontró la fuerza para perdonar a los asesinos y, una vez terminado su encierro, para perdonar a aquellos que mataron a sus padres y amigos. Para ella, el perdón no era un acto de debilidad, sino de liberación personal y un reflejo de la enseñanza cristiana de amar a los enemigos. Su historia se convirtió en un poderoso testimonio de la capacidad humana para superar el odio con amor y perdón.
“Aprendí de la importancia del amor. Si sucede un genocidio es porque fallamos en el amor. Para mí la respuesta a qué hacer con mi vida, es amor. Y luego aprender a amar mejor”. Dijo que hay dos bandos, o el del amor o el del odio. Y cada día es una elección por uno de ellos.
“Otra cosa importante que aprendí es el perdón. Entendí el perdón y sigo entendiéndolo.
Yo odié a toda una tribu y le rogué a Dios que pudiera perdonar. Cuando llegó el perdón sentí una liberación y comprendí que mi corazón estaba libre. Comprendí sin ninguna duda que Dios existe”.
Durante su charla, entre otras cosas, Immaculée insistió en la importancia del rezo diario del rosario –particularmente el rosario de los siete dolores–, que da la fuerza para vivir la fe en estos tiempos. “Recen el rosario por la paz, desde el corazón. Si no funciona es porque no han rezado con todo el corazón”, dijo.
Habló también de Nuestra Señora de Kibeho, que se había aparecido a estudiantes de Ruanda años antes del genocidio en el que se asesinó a un millón de personas. Les había advertido que cosas horribles pasarían si las personas no tomaban el camino del amor.
Concluyó diciendo que hoy, –además de dar conferencias en las que pretende inspirar a muchos a encontrar paz a través del perdón y a ser fuertes en su fe–, se preocupa de amar y ser mejor en su día a día como esposa, madre y escritora. “No pierdan su tiempo en cosas inútiles, hagan lo que es bueno”, concluyó.
Fuente: Comunicaciones Opus Dei
Santiago, 06-09-2024